Trasfondo de un crimen político
- Por Miguel Ruffo
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El 16 de febrero de 1835 fue asesinado Juan Facundo Quiroga, caudillo de La Rioja y más genéricamente del Interior mediterráneo.
Mediados de febrero de 1835. Barranca Yaco, provincia de Córdoba. Facundo regresaba de su misión mediadora ante las provincias del norte, suscitada a raíz del conflicto entre Tucumán y Salta, que amenazaba la presencia del federalismo en el noroeste. Cuando atravesaba aquel accidente geográfico del antiguo camino real del Virreinato del Río de La Plata, fue asesinado. El autor material de este asesinato fue el capitán de milicias de la provincia de Córdoba, Santos Pérez, quien lo hizo cumpliendo órdenes de José Vicente Reynafé y sus hermanos, que constituían el clan político dominante en esa provincia. Pero ¿quién fue su instigador intelectual? ¿Fue acaso Estanislao López, gobernador de la provincia de Santa Fe, en la medida en que los Reynafé habían sido entronizados en Córdoba por el gobernador santafesino? ¿Fue acaso Juan Manuel de Rosas, que se benefició políticamente del asesinato de Facundo al generar este acontecimiento tal conmoción política que creó las condiciones para que accediese por segunda vez al gobierno de la provincia de Buenos Aires, entonces con la Suma del Poder Público, es decir, con atribuciones ejecutivas, legislativas y judiciales, y con la única limitación de respetar la religión católica, apostólica y romana y los principios de la Confederación Argentina? ¿Fueron acaso los emigrados unitarios, quienes, de acuerdo a lo denunciado por Manuel Moreno, habían concebido un plan para asesinar a los principales jefes del federalismo? ¿Fue acaso…? Las hipótesis son múltiples y los testimonios permiten todo tipo de inferencias, pero ninguna concluyente y definitiva. Tal vez sería más importante formularnos la siguiente pregunta: ¿quiénes eran Juan Facundo Quiroga, Juan Manuel de Rosas y Estanislao López?
Quiroga pertenecía a una familia de hacendados y comerciantes de la provincia de La Rioja; él mismo fue propietario de tierras y ganados, se dedicó al comercio y también a los préstamos, en particular a los Estados provinciales. También fue el comandante de milicias de la campaña riojana y cuando, después de la crisis de 1820, La Rioja se convirtió en provincia autónoma al separarse de la disuelta gobernación intendencia de Córdoba del Tucumán, Facundo, caudillo de Los Llanos riojanos, logró establecer la hegemonía de la campaña sobre la ciudad, aunque bueno es señalar que, a diferencia de Rosas y López, solo por un muy breve período de tiempo fue gobernador de La Rioja.
Rosas fue un hacendado y saladerista de la provincia de Buenos Aires, gobernador de ella en los períodos 1829-1832 y 1835-1852; indudablemente fue el jefe de los federales apostólicos de la provincia. Rosas se oponía a la sanción inmediata de una Constitución. Precisamente en las instrucciones que le transmite a Facundo para su misión mediadora en el Interior mediterráneo, conocida como la Carta de la Hacienda de Figueroa, le señalaba que, antes de procederse a la convocatoria de un Congreso Constituyente, era necesario que las provincias se organizasen, que superasen sus enfrentamientos y rencillas, que era necesario un progresivo proceso de organización provincial, para finalmente concluir en un Congreso General, organizar primero a las provincias y después a la Nación.
López era también un hacendado, pero de la provincia de Santa Fe, de la que fue su gobernador desde mediados de la primera década revolucionaria hasta su muerte en 1838.
Vale decir que los tres protagonistas principales o implicados en los sucesos de Barranca Yaco pertenecían desde el punto de vista clasista a la burguesía terrateniente y desde el punto de vista político al federalismo. ¿Fue una interna federal la que estalló violentamente en Barranca Yaco? Ese peculiar “triunvirato federal” que formaban Rosas, Quiroga y López tenía sus fricciones y diferencias no solo políticas sino también personales.
El historiador Enrique Barba, que diferencia al rosismo del federalismo, señala que los caudillos eran constitucionalistas, no por pruritos legales sino porque creían que por medio de una Constitución podía crearse un nuevo equilibrio de poderes entre las provincias, que pusiese fin a la hegemonía de Buenos Aires, al sustraerle a esta, por ejemplo, el control exclusivo de la aduana. Si Quiroga había reivindicado en su momento la necesidad de la sanción de una Constitución, para 1835 había sido ganado para las ideas de Rosas. No tenía este motivos para asesinar a Quiroga, porque el Facundo de 1835 ya había sido cooptado por el rosismo.
En una oportunidad, el caudillo riojano le había escrito a Juan Manuel de Rosas poco más o menos lo siguiente: “Por si usted no lo ha entendido, se lo diré claramente, yo soy unitario, con la diferencia de que yo respeto la opinión de los pueblos”; y si estos se pronunciaban por el federalismo, Facundo estaba dispuesto a aceptarlo.
Por otra parte, cuando Facundo residió en Buenos Aires junto a su amigo y socio, por sus intereses económicos, Braulio Costa, el caudillo riojano, entre tertulias, bailes y juegos por dinero, fue siendo ablandado en su carácter. No era Facundo un desaliñado y salvaje caudillo sino un adinerado señor de la burguesía. Pero a quien Facundo nunca pudo “digerir” fue a Estansilao López; en una ocasión expresó que la sangre del gobernador de Santa Fe era tan helada como la nieve de la cordillera de Los Andes.
Cuando Estanislao López logró colocar a los hermanos Reynafé al frente de la provincia de Córdoba, sustrajo definitivamente a esta de la influencia de Facundo. O para expresarnos más correctamente: si hacia mediados de los años 20 Facundo había logrado extender su hegemonía sobre esa provincia mediterránea, tras la derrota de Bustos en San Roque y del propio Quiroga en La Tablada y Oncativo por las fuerzas del general José María Paz, con la formación de la Liga Unitaria o del Interior, el caudillo riojano perdió esa influencia. Es cierto que tras la prisión de Paz y la derrota de Lamadrid en La Ciudadela (1831) no solo se disolvió la Liga Unitaria, sino que asimismo los federales asumieron el control de las provincias mediterráneas; pero ya hemos dicho que López fue el que salió ganando en el control de la provincia de Córdoba a través de los hermanos Reynafé.
¿Hubo tras el asesinato de Facundo viejas rencillas entre el gobernador santafesino y el caudillo riojano? ¿Actuaron los Reynafé por iniciativa propia, por sus divergencias con Facundo, que databan de la época de la Campaña al Desierto de 1833? No lo sabemos. Pero ¿podían los Reynafé, que no eran más que personajes de segunda categoría, actuar por iniciativa propia? Es difícil pensar que los acontecimientos hayan respondido a esta lógica. ¿Entonces López estuvo detrás de los eventos de Barranca Yaco? No tenemos pruebas al respecto. Por otra parte, no debemos olvidar al ministro Domingo Cullén, del gobierno de Santa Fe, a quien luego se acusaría de connivencia con los unitarios y el denunciado plan para asesinar a los principales referentes del federalismo. Pero también sería esta una inferencia, sin valor probatorio definitivo.
Lo cierto es que nos encontramos frente a tres personajes que pertenecían a la burguesía terrateniente, los tres con mandos de milicias y controles políticos. Más que preguntarnos por los instigadores intelectuales del asesinato de Facundo, deberíamos ver en este evento un crimen, ante todo político, que creó las condiciones para que Rosas asumiese por segunda vez el gobierno de la provincia de Buenos Aires. Tal vez en este asesinato se dirimiesen diferencias en el interior de esta clase social. Sin embargo, no es una cuestión atinente exclusivamente a la clase dominante. Afectó al conjunto de la sociedad. No olvidemos que las montoneras de los caudillos estaban formadas por campesinos, peones y gauchos; que tras la revolución de 1810 fue desarrollándose un conflicto entre la “gente del campo” y la “gente de la ciudad”, entre las campañas y las ciudades, entre los hacendados y los comerciantes, entre las tradiciones hispano-católicas y las ideas del liberalismo y de la Ilustración; una peculiar lucha económica y política entre las clases. El ascenso de los hacendados al poder del Estado acomoda el poder económico al político. Fue parte del desarrollo del capitalismo terrateniente en el Río de la Plata y es así como el asesinato de Juan Facundo Quiroga se inscribe dentro del ascendente poder de la burguesía terrateniente.