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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 18 de mayo de  2025
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Eduardo Schiaffino y el campo artístico

Eduardo Schiaffino y el campo artístico

Se cumplen hoy 90 años de la muerte de Eduardo Schiaffino, primer director del Museo Nacional de Bellas Artes, él mismo pintor, se inscribe como uno de los principales promotores de las artes en una Argentina inserta en cambios que serán no solo económicos sino también culturales.

En los últimos decenios del siglo XIX se va constituyendo en Buenos Aires un campo artístico formado por instituciones como la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, el Museo Nacional de Bellas Artes y prácticas sociales como la publicación de revistas y artículos de arte en los periódicos, el fomento de exposiciones artísticas y la gestión de becas para el estudio y perfeccionamiento en pintura o escultura en los países europeos. En dicho campo, Eduardo Schiaffino, al igual que otros tantos artistas como Ernesto de la Cárcova, Reinaldo Giudici, Ángel della Valle y Eduardo Sívori, asume un rol protagónico. “Desde la enseñanza artística hasta las decisiones respecto de las adquisiciones del Museo [de Bellas Artes], desde la adjudicación de premios en las exposiciones hasta el otorgamiento de becas a Europa, desde la estética edilicia hasta el asesoramiento a coleccionistas, nada parecía escapar a su hegemonía”, señala la investigadora y ensayista Laura Malosetti Costa en Los primeros modernos. Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX.

Schiaffino, todo un intelectual de la generación del 80, inscripto dentro del positivismo, desarrolló textos que son el punto de inicio de la historiografía del arte en la Argentina. En un artículo publicado por El diario el 18 de septiembre de 1883, el futuro director del Bellas Artes sostenía: “Buenos Aires es un gran cuerpo sin alma. Su progreso es palpable pero casi puramente material. Nuestra riqueza se reduce hasta ahora, a la materia prima; no exportamos nada que lleve el sello de la idea (…) Y la Pampa es nuestra. Ese es el secreto del estado floreciente que mostramos y lo que nos ha permitido revestirnos de un barniz de grandeza (…) El arte es la última palabra en la civilización de los pueblos, complementa por lo tanto el progreso material de las naciones”.

La gran inmigración europea, la transformación del tejido social de la República, particularmente de Buenos Aires y Rosario, la conversión de estas ciudades en otras tantas Babel, determinó el surgimiento de una “cuestión nacional” y un preguntarse por la identidad argentina. Y ello se manifestaba también en las artes: ¿Había un arte nacional? Con el correr de los años se creerá encontrar ese arte nacional en la representación de los paisajes, porque la geografía física es lo más auténticamente nacional. “Creo –decía Schiaffino citado por Malosetti Costa en su ya mencionada obra– que harían mal en tacharme de soñador, pero no ha habido pueblo civilizado que no haya tenido arte nacional. La cosa es bien clara: así como el bienestar material no podría pasarse de los productos de la industria, el bienestar moral no habría de existir sin la producción artística. Vale decir que el cultivo de las Bellas Artes es inherente a los pueblos. No se concibe una civilización sin arte como es inconcebible un progreso artístico sin civilización prehablable. Lo que a primera vista parece desdoblarse en dos cosas diversas es solo una e indivisible: el arte encarna la civilización, la civilización encarna el arte”.

Para Schiaffino, la mayor parte del arte era patrimonio de la raza latina y como los argentinos en tanto descendientes de los españoles pertenecían a esa raza, estaban en condiciones de desarrollar un arte excelso. Rafael, Miguel Ángel, Tiziano eran los más lejanos ancestros de los jóvenes artistas argentinos. Italia seguía siendo la capital histórica de las artes, pero en ese despuntar del próximo siglo XX Francia se convertía en un nuevo foco artístico. Estudiar artes, sí, en Italia, pero no desdeñar a Francia. “¿Qué de extraño, pues, que, con semejante protección y dirección tan sabia, la Francia haya venido a ocupar el primer sitio en materia de arte después de la decadencia de las escuelas italiana, española y holandesa, para no hablar sino de las más gloriosas?”, se preguntaba Schiaffino.

Decíamos, al principio, que se viven años en que se constituye un campo artístico. Dos instituciones importantísimas son la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, cuyo origen se remonta a 1874, y el Museo Nacional de Bellas Artes, fundado en 1895 a través de un decreto del presidente José Evaristo Uriburu. La Sociedad Estímulo, de la que Schiaffino fue vocal de la primera comisión directiva, se había trazado, tal como lo dice el artículo 2 de su Reglamento, como “objeto único e inalterable propender al desarrollo y adelanto entre nosotros, del dibujo, pintura, escultura, arquitectura y demás artes que de estas dimanan”. Al cargo de primer director del Bellas Artes, Schiaffino llegó como culminación de un proceso donde, en forma progresiva, se habían desarrollado un conjunto de organismos que lo tuvieron como protagonista. Se había propuesto inculcar el gusto por el arte, estimular su estudio y su práctica, en una Argentina que todavía no tenía escuelas para dicha especialización de la enseñanza. En 1893 –dos años antes de la creación del Bellas Artes– junto a Severo Rodríguez Etchart, Eduardo Sívori, Ernesto de la Cárcova, Augusto Ballerini, Graciano Mendilaharzu, Ángel della Valle y otros, fundó el Ateneo, ámbito donde se organizaron las primeras exposiciones artísticas y desde donde se propuso la creación de un museo.

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Cuando en 1895 se funda el Bellas Artes, Juan Manuel Blanes, el principal pintor rioplatense de los últimos decenios del siglo XIX, le dirigió una carta a Schiaffino donde proclamó sus “fervientes votos porque ese nuevo foco reflectivo de la inteligencia en el Plata marche metódica y nacionalmente, a fin de que de su influencia surja esa posteridad juiciosa, que hermanando el estudio filosófico de la estética verdadera con el genio de las manifestaciones de las Bellas Artes, llegue a reverberar el carácter de las sociedades platenses”. También en la misiva el célebre artista exhortó a que “la enseñanza indirecta de la institución emancipe y afirme una escuela por su estilo y el sentimiento por la savia que para alumbrar su propio lustre, le ofrece el pueblo argentino”.

Fuente consultada:

Malosetti Costa, Laura (2001). Los primeros modernos. Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX. Buenos Aires, FCE.

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