San Pedro y San Pablo: su iconografía
- Por Miguel Ruffo
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Hoy, 29 de junio, cristianos católicos y ortodoxos celebran la festividad de San Pedro y San Pablo, dos apóstoles de Jesús, distintos en su origen, en su formación y en su trayectoria.
Simón, el futuro San Pedro, era un pescador de Galilea. Jesús lo llamó para convertirlo en pescador de hombres; casi analfabeto, no tenía una personalidad firme. Si bien reconoció en Jesús al Cristo, al Mesías, vaciló en más de una oportunidad y negó a Jesús tres veces cuando este fue aprehendido.
Saulo, el futuro San Pablo, era un judío de la diáspora, inteligente, fariseo por su formación, que persiguió a los cristianos hasta su camino a Damasco, cuando Jesús, el Cristo, se le manifestó como una poderosa luz, que lo derribó, lo deslumbró y lo convirtió en un firme defensor suyo, en el apóstol de los gentiles que universalizó el cristianismo, hasta entonces una más entre las sectas judías.
Tanto Pedro como Pablo, que fueron martirizados y ofrendaron su vida en defensa de la nueva fe, fueron representados en cuantiosas obras pictóricas. He aquí el examen de algunas de ellas.

Lamento por el Cristo Muerto, hacia 1525, óleo sobre tela de Andrea del Sarto.
En esta composición, San Pedro, que al igual que los otros discípulos había abandonado a Jesús en el momento de su Pasión, es representado junto a la Virgen María y otros santos junto al Cristo en el instante posterior a su descendimiento. San Pablo, que no formaba parte del círculo de los discípulos de Jesús, y por ende no estuvo presente en la Pasión, también es representado en ella. San Pedro, de pie y detrás del Cristo muerto, está cubierto por una manta dorada, con el rostro sumido en un profundo pesar y dirige su mirada hacia el Cristo, que está siendo señalado por la mano derecha de San Pablo, testimoniando el carácter de Mesías que tenía Jesús.

La Transfiguración, 1487, de Giovanni Bellini.
Cuando Jesús se transfiguró, levitando, junto a Elías y Moisés, San Pedro, al igual que Juan y Santiago el Mayor, vencido por el sueño y el portento, se encontraba a los pies de Jesús. En esta representación de Bellini, San Pedro, en el centro de la parte inferior, mira al espectador, volviendo la espalda a la transfiguración.

Virgen en el Trono con el Niño y Santos, 1505, óleo sobre tela de Giovanni Bellini.
San Pedro, representado a la izquierda de la composición portando un libro y dirigiendo su mirada hacia abajo, es parte de una sacra conversación junto a los santos Catalina, Lucía y Jerónimo. En el centro, entronizada, la Virgen con el Niño.

La conversión de San Pablo, 1601, óleo sobre tela de Caravaggio.
Basándose en la Biblia, en el momento en que el futuro San Pablo cae deslumbrado por la luz de Cristo, Caravaggio sugiere, a través de Saulo, representado con los brazos extendidos hacia arriba y las manos abiertas, que el futuro apóstol de los gentiles está recibiendo el llamado de Cristo. Es el dramático momento en que ese perseguidor de cristianos está viendo transformada toda su existencia. En efecto, la luz dimana para una conversión. Ya nada será igual para Saulo: a partir de ese instante, se convertirá en el más celoso defensor de la fe en Cristo. La conversión de San Pablo nos presenta, entonces, un acontecimiento medular no solo en la historia personal de San Pablo, sino también en la historia de la humanidad, dado que el santificado proyectará universalmente el mensaje cristiano. Sin ser una pintura de historia, este óleo nos permite memorar un acontecimiento medular para la historia de Occidente a partir del cual se inicia un cambio esencial en su devenir. Caravaggio, con el uso de la luz, con sus contrastes lumínicos, con la dramaticidad del caer de Saulo, revela, transmite, presenta un acontecimiento sagrado, una nueva irrupción de Dios (la luz) en la historia de la humanidad. Es hasta cierto punto una teofanía porque Dios se manifiesta en la historia de los hombres. El caer de Saulo, el precipitarse hacia el suelo, el abandonar la cabalgadura, todo ello nos lleva a pensar en la dramaticidad que representó este hecho en la vida del ahora San Pablo.

Virgen en el Trono con Santos, 1482, óleo sobre tabla de Carlo Crivelli.
Estamos ante un tríptico donde en la tabla central se representa a la Virgen con el Niño; en la tabla del lateral izquierdo a San Pedro; y en la tabla del lateral derecho a San Venancio. Reconocemos a San Pedro por las llaves que son su atributo y que hacen referencia a las palabras de Jesús, cuando al dirigirse a Simón, que le había reconocido como Mesías, le dijo: “Y te daré las llaves del reino”. San Pedro lleva una cruz dotada de un largo madero vertical y un lujoso traje con imágenes de santos. A su izquierda, está representado un santo dominico, ya que, según explican Christiane Kenbrock y Bárbara Topper, “el tríptico estaba destinado a una iglesia de la orden de Santo Domingo”.

Crucifixión de San Pedro, 1692, óleo sobre tela de Luca Giordano.
La tensión de la crucifixión de San Pedro se expresa con claridad en el gesto del rostro de uno de los crucificadores. Está como dando órdenes, mientras otros soldados romanos ponen en tensión las sogas con las cuales se alzará la cruz. En el cielo, figuras angelicales coronan al santo de las llaves. San Pedro, crucificado en una cruz latina, pero en forma invertida respecto de la cruz de Jesús, sufre el martirio al que es sometido por su fidelidad a Cristo. Los nubarrones oscuros del cielo, la concentración de la luz en la figura de San Pedro, el blanco destacado de la cartela que en la cruz identifica al santo como apóstol de Jesús, la figura oscura de un soldado que asoma junto al cuerpo del santo, las siluetas esbozadas en un segundo plano revelan, en conjunto, el tratamiento que el pintor hizo de la luz y el claroscuro.

La Conversión de San Pablo, 1543, fresco de Miguel Ángel.
Un mundo abigarrado, en la tierra y en el cielo, para dar marco a la luz deslumbradora como manifestación del poder de Dios para transformar a Saulo en San Pablo. Con este fresco culmina la obra pictórica de Miguel Ángel. Es una pintura que anticipa el barroco. Nuevas generaciones de pintores convertirán esta obra del mayor de los genios de la pintura en fuente de sus búsquedas estéticas.
Fuente consultada
Kenbrock, Christiane y Topper, Bárbara (2011). 1.000 obras maestras de la pintura, Ullmann h.f.





