Vassily Kandinsky y el aura de lo abstracto
- Por Miguel Ruffo
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Se cumplen hoy 80 años de la muerte de Vassily Kandinsky, pintor ruso catalogado, al igual que Paul Klee, Franz Marc y August Macke, como uno de los iniciadores del arte abstracto. De un impresionismo naturalista, el artista pasó al fauvismo y al expresionismo para finalmente desarrollar la abstracción. Su Acuarela abstracta, de 1910, se considera como la pintura iniciadora de esa forma de expresión.
El arte abstracto, expresión cultural que fija sus orígenes a principios del siglo XX, cuando se cuestionó a la figuración como forma de representar la realidad exterior a la conciencia del artista, se avanzó hacia las simplificaciones y descomposiciones de las formas y se convirtió a las formas del lenguaje pictórico en el objeto de la reflexión y de la representación, fue caracterizándose a través de dos tendencias: una era la lírica, inspirada en el fauvismo y la otra más geométrica, vinculada al cubismo. Kandinsky se inscribió en la corriente lírica.
La abstracción encontró en los cambios sociales y culturales de fines del siglo XIX e inicios del XX la base a partir de la cual se fue nutriendo para constituir un nuevo tipo de arte. Los grandes cambios científicos y tecnológicos generaron una crisis en los conceptos de realidad y materia. Así, el descubrimiento de los rayos X, la descomposición o desintegración del átomo con el consiguiente desarrollo de la física de las partículas elementales, la teoría del inconsciente en la comprensión del psiquismo humano, el desarrollo del cine y de la imagen en movimiento como forma de representación de lo real, la difusión del arte negro y el conocimiento de tradiciones artísticas distintas a las de occidente, llevaron a la “desaparición de la materia” y la disolución de la realidad exterior. Se necesitaba un nuevo arte: un arte que fuese expresión espiritual de la nueva realidad, un arte que implicase la ruptura con el concepto de realidad heredado del siglo XIX. Unos artistas indagaron en las formas, otros en la luz y el color y los hubo también que fueron atrapados por la velocidad y la energía.
Kandinsky experimentó con líneas ondulantes y manchas de colores. Su producción artística se apoyó en el estudio de los colores. Serán ellos los “protagonistas” de sus pinturas, no la imagen figurativa. En su trabajo Sobre lo espiritual en el arte, habla del advenimiento de una época de gran espiritualidad, de un nuevo estado del alma, de una necesidad expresiva de las emociones y sentimientos más profundos del artista. Esto lo llevó a establecer correlaciones entre los sentimientos y las propiedades emocionales de cada tono de color. Estas búsquedas se desarrollaban en las postrimerías del régimen zarista en Rusia. Allí hubo toda una pléyade de pintores que se volcaron hacia los juegos abstractos, hacia la experimentación con las formas geométricas.
Las vanguardias tuvieron gran aceptación en Rusia debido a los cambios sociales y políticos que se estaban incubando en ella desde comienzos del siglo XX. A partir de la Revolución de Octubre, muchos de estos artistas, incluido Kandinsky, pasaron a desempeñar funciones en el Comisariato del Pueblo para la Educación que dirigía Anatoli Lunacharsky. Kandinsky tomó parte activa en la reforma del sistema educativo para las escuelas de arte. En 1920, con otros artistas, fundó en Moscú el Instituto de la Cultura Artística. Pero surgió un conflicto entre Kandinsky y Severinovich Malevich y otros pintores idealistas. Los constructivistas Vladímir Tatlin y Aleksandr Ródchenko encontraron un gran respaldo en el “plan de propaganda monumental” ideado por Lenin. Estas discrepancias llevaron a Kandinsky a abandonar Rusia en 1922 y emigrar a Alemania. Allí se relacionó con la Bauhaus, también de vanguardia, pero en 1933 con el ascenso de Hitler al poder y la disolución de la Bauhaus, se dio una situación que lo llevó a dejar también Alemania.
¿Cabría preguntarse qué relación había entre esa nueva época de espiritualidad de la que hablaba Kandinsky y la Revolución de Octubre? ¿Había vínculos entre la teosofía, a la que adhería Kandinsky, y el materialismo filosófico? ¿Fue observar una contradicción entre la dimensión política del “plan de propaganda monumental”, pensado para perpetuar en la memoria a los héroes del pasado, y los principios del espiritualismo en el arte lo que lo condujo a abandonar la Rusia soviética? ¿O una discrepancia en el interior de las vanguardias de ese país? Lo cierto es que la contradicción entre la abstracción y el realismo de los burócratas del partido habrían creado una atmósfera contraria a su permanencia allí.
Analicemos algunas de sus obras
En Paisaje con casas, óleo sobre tela, todavía Kandinsky no ha llegado a la plena abstracción. En efecto, en la obra podemos distinguir y reconocer casas y árboles. Pero sí se manifiesta en ella una honda preocupación por las posibilidades expresivas de los colores con independencia del objeto que sirve de “soporte” al color expresado. Así, el amarillo de la copa de un árbol revela la autonomía del color respecto del verde natural de las copas de los árboles. El amarillo, no nítido, no saturado, sino averdesado, deja de ser el color del sol para convertirse en expresión de una naturaleza vegetal del mismo modo que la sintió el artista. Es un amarillo que dialoga con el verde constituyendo un verde amarillento o un amarillo verdoso. Es el espíritu del artista que pone un toque de luz amarillenta en la naturaleza estimulada en su florecer por la luz amarilla del sol.
En Improvisación 13, óleo sobre tela, nos encontramos frente a un estallido de colores. Han desaparecido las formas naturales, solo quedan los colores, como si salpicados, o arrojados, cubriesen la superficie plana de la tela. Un primer golpe a la vista del observador sugiere un caos cromático. Pero recordemos que todo caos construye y nutre un cosmos, una armonía. Por ende, en un segundo golpe, la vista debe descubrir la armonía que subyace a toda expresión o manifestación caótica. Amarillos, negros, grises, rojos, se disponen como manchas de colores cuyos valores tónicos expresan cualidades numéricas, cuantificables, que hacen al “número color” (dado por la cantidad de manchas de cada color) como principio numérico de la pintura que, como filosofía pitagórica, subyace, en tanto armonía oculta, por el caos cromático manifiesto. Es el principio numérico ordenador del cosmos manifestado por el fenómeno de los colores.
En Otoño. Panel II de los cuatro paneles Campbell, óleo sobre tela, confluyen en armonía diversos colores. Son como penetraciones cromáticas, manchas que se disponen para, por medio de sus tonos de luz, revelar la mayor luminosidad o la mayor oscuridad de cada superficie de la tela traspasada por el valor lumínico de cada color. La yuxtaposición de los colores nos remite a una aleación. Como si el artista hubiese aleado colores de la misma manera que el fundidor une metales. En efecto, la unión de los colores, la amalgama de sus tonalidades, la contraposición de cálidos y fríos, la diversidad de la unión de colores, hace de Otoño la expresión lumínica de un mirar que descubre en su interioridad la pluralidad de emociones y sentimientos que pueden atormentar a un alma humana en búsqueda de una armonía. En ella, lo negro, lo verde, lo amarillo, lo rojo, lo blanco, no serían sino la expresión de cada emoción presente en su interioridad.
Presenta En el óvalo claro óvalos y círculos de colores que se expanden como las ondas del agua cuando sobre ella se arroja una piedra. Un amarillo-limón, que tiene un tono alto, suena como música estridente a una vista asociada al oído. Un blanco de luz, apenas presente, es la luz pura que aporta el dinamismo del movimiento a todas las formas ovoides. Un rojo, de alta tonalidad, lleva implícito el color de la sangre asociada a toda pasión. Un negro que, como oscuridad que absorbe todos los colores aprisiona a la luz, sin poder, no obstante retenerla por la fuga del blanco. Azules-violáceos se extienden como ondas en el espacio más allá del círculo amarillo. Todo presidido por un sol eclipsado.
Composición número 6 exhibe colores furibundos, arrojados como dados sin números, que oscilan en sus caídas. Parecen ser el proyecto de una partitura todavía no compuesta y que por ende carece de la armonía de la música. Es el sonido-color antes de armonizarse con los otros sonidos-colores. La palabra, el sonido-color, que rompe el silencio de un “universo” que todavía no ha llegado a ser. El óvulo fecundado, antes de las diferenciaciones, que darán el cuerpo al niño que luego nacerá. El caos que precede a todo orden. El momento del big-bang. El desafío que a todo intelecto le imponen los sentimientos y las emociones más profundas.
Fuentes consultadas:
Gowing, Lawrence (Director) (2006). Historia del Arte. Del Simbolismo al Surrealismo”. Barcelona, Ediciones Folio S.A.
Kandinsky, Vassily (2021). Sobre lo espiritual en el arte. Buenos Aires, Ediciones Libertador.