Yalta: del tratado antinazi a la guerra fría
- Por Miguel Ruffo
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Se cumplen en estos días 80 años de la Conferencia de Yalta. El acontecimiento, conocido también como Conferencia de Crimea, consistió en el encuentro que mantuvieron antes de terminar la Segunda Guerra Mundial los jefes de las tres potencias aliadas: Winston Churchill por Inglaterra, Franklin Roosevelt por Estados Unidos y Iósif Stalin por la Unión Soviética. Fue este encuentro, que tuvo lugar en el antiguo Palacio Imperial de Livadia, a tres kilómetros de Yalta, ciudad ubicada al sur de la península de Crimea, el más importante a escala internacional realizado en tiempo de guerra.
En junio de 1941, la Alemania hitleriana agredió a la Unión Soviética. Pocos meses después, el Japón militarista atacó a los Estados Unidos en Pearl Harbor. La guerra cambiaba de carácter y de extensión. Si había comenzado siendo una guerra interimperialista, ahora, con el ataque nazi al país de los soviets, se convertía en una guerra de los sectores más reaccionarios del capitalismo contra el socialismo. Con Pearl Harbor, la contienda en el Pacífico y Asia, que había comenzado con el ataque de Japón a China en 1932, se relacionaba con la lucha en Europa y la guerra devino en mundial. Inglaterra, la Unión Soviética y los Estados Unidos se constituyeron en los aliados para enfrentar a las potencias del eje: Alemania, Italia y Japón.
El proceso que conducirá a Yalta nace al calor mismo de los acontecimientos de 1941, cuando la guerra mundial llevó a la conformación de la coalición militar liderada por Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Soviética y Francia, así como, en el curso de estas relaciones, al abordaje de una cuestión que se constituiría en central: qué hacer con Alemania. Winston Churchill, ya en 1941, le manifestó en una entrevista a Franklin Roosevelt que Alemania debía ser dividida en 3, 5 o hasta 7 estados. En 1942 se planteó la necesidad de crear un organismo internacional capaz de garantizar la paz y la seguridad, cuestión vinculada al destino de Alemania, ya que esta potencia, al rearmarse después de la Paz de Versalles de 1918, había hecho naufragar a la Sociedad de las Naciones.
Hacia 1945, a las puertas de la finalización de la guerra, la Alemania nazi fundaba todas sus esperanzas en la agravación de las contradicciones dentro de la coalición antihitleriana. Sus círculos dirigentes consideraban todavía posible llegar a un acuerdo con los sectores reaccionarios y antisoviéticos de Inglaterra y Estados Unidos para modificar la situación en su favor y volcar todas sus fuerzas contra el ejército soviético que ya estaba a las puertas de Berlín. Fue en este contexto excepcionalmente favorable para las Naciones Unidas que se acordó y desarrolló la Conferencia de Yalta.
En efecto, el ejército nazi se había visto obligado a replegarse frente a los golpes cada vez más contundentes que le provocaban las fuerzas soviéticas, así como también los ejércitos de Inglaterra y Estados Unidos. La Conferencia, que se desarrolló del 4 al 11 de febrero de 1945, se inició con exposiciones acerca de la situación en los frentes de guerra contra Alemania. También se efectuaron en ella tratativas militares soviético-norteamericanas en torno a Japón. Formalmente, la Unión Soviética no estaba en guerra con con este país, pero se comprometió a declarársela ni bien fuese definitivamente derrotada Alemania.
Asimismo, había conflictos y disidencias entre Inglaterra y la Unión Soviética, como aquellas que se derivaban de los nuevos gobiernos de Polonia y Checoslovaquia, pero los representantes de los Estados Unidos tuvieron una actitud conciliadora y buscaban alternativas allí donde los puntos de vista de soviéticos e ingleses eran opuestos y difícilmente conciliables.
Decíamos que una cuestión central en lo que hace a las relaciones entre los aliados era aquella referida al destino de Alemania. En estas condiciones, la organización futura de Alemania y la política de los aliados con respecto al problema alemán era de primordial importancia. No debía partir de Alemania nunca más guerra alguna. ¿Qué suerte correría Alemania? ¿La harían retroceder decenas de años y la transformarían en un conglomerado de tierras desmembradas o bien seguiría existiendo un estado centralizado del cual serían extirpados el nazismo y el militarismo?
En Yalta se resolvió la división provisoria de Alemania en tres zonas de ocupación: soviética, inglesa y norteamericana. A ellas se agregaría una cuarta zona, la de Francia, que se formó a partir de los territorios que le correspondían a Inglaterra y Estados Unidos. A Berlín se la dividió también en cuatro zonas, aunque la capital se encontraba dentro de la zona soviética. Se estipuló la existencia de un Consejo Aliado o Comisión Central de Control formada por un representante por cada una de las cuatro naciones ocupantes. No se consideraba definitiva la división, sino que progresivamente se irían reuniendo las cuatro zonas mediante el voto unánime en el Consejo Aliado.
Para que no partiese una nueva guerra desde tierras alemanas, los aliados se comprometían a la desnazificación, desmilitarización y desmonopolización de la nación vencida. Pero a medida que la situación internacional derivó de la alianza contra el nazifascismo a la guerra fría entre Occidente y la Unión Soviética, la situación se volvió compleja y tirante.
En primer lugar, las potencias occidentales limitaron la desnazificación a los cabecillas de la organización nazi, reduciéndola prácticamente a Nuremberg, sin arrancar la raíz misma que había engendrado el nazismo: los monopolios. Por el contrario, en la zona soviética no solo se erradicó el nazismo de la enseñanza y la cultura, sino que se afectaron sus bases mismas al expropiarse a los junkers (terratenientes prusianos) y nacionalizar y convertir en propiedad del pueblo a las grandes empresas monopólicas.
En segundo lugar, esas mismas potencias fueron adoptando medidas políticas y económicas tendientes a la “unidad” de Alemania al unificar la moneda o crear la bizona, pasando por alto la unanimidad que tenía que darse en el proceso de integración de las zonas de ocupación.
En tercer lugar, al agudizarse el conflicto entre los aliados, Berlín se transformó en foco de tensiones que llevaron al bloqueo del occidente berlines por los soviéticos y el consiguiente puente, ante todo aéreo, de los occidentales hacia aquel. Se llegó así a 1949, con la división de Alemania en dos estados: la República Federal de Alemania (Occidental) y la República Democrática Alemana (Oriental).
Vemos así cómo las contradicciones entre los aliados, que expresaban el antagonismo entre el capitalismo y el comunismo, condujeron a una división de Alemania en dos estados, más allá de lo estipulado en el acuerdo de Yalta.
Fuente consultada
AA.VV. (1975). El Drama de Munich y la verdad sobre Yalta, Buenos Aires, Cartago.