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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 9 de diciembre de  2024
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25 años del Lusat -1

Fue lanzado al espacio el 22 de enero de 1990 y con él la Argentina inició su recorrido por la “era espacial”.

El 22 de enero de 1990 fue puesto en órbita el primer satélite artificial argentino: el LUSAT-1. Su cohete portador era el Ariane 4 y la plataforma de lanzamiento se encontraba en la ex Guayana francesa, siendo también francés el cohete satelizador. De esta manera la Argentina se incorporaba tardía y tímidamente a la “era espacial”, si es que se nos permite esta expresión fetichista para “definir” los últimos decenios.

Esta “era espacial” se inició el 4 de octubre de 1957 cuando la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) lanzó el Sputnik 1, y meses después, el 31 de enero de 1958, los Estados Unidos pusieron en órbita su primer satélite, el Explorer 1.

Los satélites artificiales tienen múltiples aplicaciones: los hay de observación astronómica, de estudios de geodesia, de meteorología, de estudios biológicos, militares y de comunicaciones, entre muchas otras.

El LUSAT-1 era un satélite de comunicaciones relacionado con las actividades de los radioaficionados. Su nombre está compuesto de las siglas LU, que es el prefijo del código de llamada de los radioaficionados argentinos, y SAT, que significa “satélite argentino”. Fue satelizado a 800 km de altura y su período orbital era de 1 hora y 40 minutos; había sido construido por la asociación civil sin fines de lucro AMSAT de Argentina.

El LUSAT-1 se insertó en la historia de los satélites de comunicaciones, cuyo primer antecedente fue el satélite estadounidense Atlas-Score, lanzado al espacio el 18 de diciembre de 1958. Comandado desde tierra, retransmitía un mensaje del presidente de los Estados Unidos; así también se radiaron mensajes orales y en código telegráfico. Pocos años después, con el Echo 1, también de los Estados Unidos y puesto en órbita en 1960, nos encontramos con el primer satélite de comunicaciones, mientras los soviéticos desarrollaban los satélites Molniya en su sistema espacial de comunicaciones.

En referencia al satélite argentino, recuerda Carlos Huertas: “A través del LUSAT-1 (…) se transmitió a todo el mundo un saludo especial del Presidente de la Nación, Dr. Carlos Saúl Menem, cuyo texto es el siguiente: ‘Como presidente de la Nación Argentina me es muy grato saludar a todos los radioaficionados, estudiantes, científicos y técnicos del mundo que accedan a este primer satélite argentino de radiocomunicaciones. Como radioaficionado conozco de cerca el accionar de esta comunidad que hermana al mundo a través de sus comunicaciones, que brinda importante apoyo ante distintas emergencias, que participa activamente en el avance tecnológico como se evidencia con este y otros satélites que lo han precedido. Es un motivo de orgullo para nosotros los argentinos integrar el pequeño grupo de países que brindan sus satélites de comunicaciones para radioaficionados del resto del mundo. Afectuosamente, Carlos Saúl Menem, Presidente de la Nación Argentina’”.

Es importante considerar la relevancia de los satélites de comunicaciones; así lo expresa Rafael Soler: “Entre los satélites destinados a aplicaciones exclusivamente científicas, quizá los más conocidos sean los de comunicaciones. (…) En 1945, un conocido autor de ciencia ficción, Arthur C. Clarke, propuso el uso de satélites artificiales como estaciones relevadoras. Sugería que un satélite situado a algunos miles de kilómetros sobre la tierra dominaría una extensión muy superior a cualquier estación reemisora convencional. Un ingenio de tales características podría utilizarse para recibir las señales procedentes del transmisor en la tierra y enviarlas hacia el receptor, a cientos de miles de kilómetros de distancia. La única condición indispensable sería dotarlo de equipos amplificadores de gran potencia para compensar el debilitamiento de la señal de recorrer dos veces (ida y vuelta) el camino Tierra-Satélite”. Estas anticipaciones de Clarke comenzaron a hacerse realidad en 1958, como lo hemos indicado en párrafos anteriores.

Retornando al satélite argentino, señala Huertas: “El LUSAT desarrolló una intensa actividad desde su primer día de operación. Se conectaron, subieron y bajaron mensajes de 30 estaciones diferentes de todo el mundo, prefijos de Estados Unidos, Suecia, Bélgica, Italia, Inglaterra, Nueva Zelanda, Antártida, España, Hawai, etc, y, por supuesto, gran cantidad de estaciones LU (argentinas)”.

Por su parte, Rubén Ferreiro declaró: “es (…) un proyecto a pulmón, porque no se persigue ningún fin comercial; el satélite será utilizado por cualquier persona, en cualquier parte del mundo. Se transformará en un vehículo de comunicación y será nuestro orgullo”.

Las condiciones que debía soportar el satélite en el espacio fueron simuladas en los Estados Unidos; en cámaras especiales, se estudiaron las condiciones de presión, temperatura y vibraciones que el ingenio artificial debería enfrentar en la órbita circunterrestre. Al respecto, Walter Sequeira indicó: “(...) el LUSAT-1 operará en 437,150 Mhz. Se estima que la vida útil del ingenio será de seis años, tiempo suficiente para que Argentina programe el nacimiento del segundo satélite. Será un día histórico, o mejor dicho, una noche memorable para el país y para los radioaficionados argentinos que estarán esperando el momento en que la primera señal de telemetría llegue a tierra. Será un momento mágico, demostrará que solo la iniciativa y el trabajo constante permiten concretar cualquier sueño”.

La anticipación de Julio Verne

Los quinientos millones de la Begún: este es el título de una obra de Julio Verne, en la cual se relatan las aventuras de dos hombres de ciencia que, inesperadamente, entran en posesión de una inmensa fortuna. Uno, el doctor Sarracin, de nacionalidad francesa, invierte su capital en construir una ciudad modelo, mezcla de utopía y prodigio urbanístico, a la que da el nombre de France-Ville; el otro, el malvado profesor Schultze, establece una inmensa fundición dedicada solo a producir cañones con los que algún día piensa aniquilar France-Ville.

La superbala creada por Schultze requería un obús especial, proyectado para realizar un solo disparo, puesto que la enorme carga de pólvora lo destruiría al primer uso. Para no hacer más largo este resumen, diremos que cuando todo parecía perdido para los habitantes de la ciudad, un error en los cálculos de Schultze desbarató sus siniestros propósitos. El cañón hizo fuego, pero su proyectil, volando a casi 10 km/seg, jamás llegó a caer sobre su objetivo ni sobre otro punto de la tierra, sino que permaneció gravitando a su alrededor. De este modo, Julio Verne acababa de inventar, aunque fuese solo sobre el papel, nada menos que el satélite artificial.

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