Los premiados en el 64° Salón Manuel Belgrano
- Por Haydée Breslav
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Se dieron a conocer los nombres de los artistas premiados en el 64° Salón de Artes Plásticas Manuel Belgrano. Por primera vez en la historia del certamen, esta edición tiene carácter virtual y las obras pueden apreciarse de manera digital.
Creado en 1944 por la entonces Municipalidad de Buenos Aires como Salón de Otoño de Artes Plásticas, en 1955 se le impuso el nombre que hoy ostenta, como homenaje a la memoria del fundador de las primeras escuelas de arte.
Según consta en la información oficial, desde 1945 premia a artistas argentinos y residentes en distintas disciplinas, fomentando la trayectoria, la continuidad y la práctica en el arte. Actualmente están a cargo de su organización el Museo de Artes Plásticas Enrique Sívori y el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad.
Una inquietante melancolía
En la categoría Pintura, el primer premio correspondió a Juan Andrés Videla por su obra El cielo (óleo sobre tela, 140 x 180 cm.)
El artista nos muestra un espacio interior del que emana una inquietante melancolía. A ella contribuyen la paleta austera, casi monocroma; la carencia de elementos que refieran a una presencia humana (a excepción de la tinaja con flores), la preponderancia casi absoluta de la línea recta y el claustrofóbico juego de volúmenes.
En este escenario ascético, interpelan al espectador los primeros peldaños de una escalera que no se sabe adónde conduce y la puerta cerrada, a la que bien podría llamar el fantasmal viandante del poema de Barbieri: “… y camino por largos corredores / hasta encontrar la puerta. / Allí mi mano / llama tan largamente, tan seguido / por los años del alma, como nunca / mi mano llamará en ninguna parte”.
Porque el misterio, envolvente y tenaz como los perfumes más codiciados, es uno de los principales rasgos de la obra, donde se sugiere más de lo que se explicita y del conjunto de esas formas rigurosamente rectilíneas se desprende una atmósfera poética, impregnada de ausencias.
Y pensamos en Manzi, que reveló toda la belleza que puede flotar sobre la profundidad de la melancolía y también supo de puertas cerradas, del cielo soñado y perdido y del misterio de adiós.
Equilibrio y originalidad
En Escultura el primer premio le fue otorgado a Vilma Villaverde por su obra 2020 – Refugios (semi cubo-cajas de madera pintadas con frente perforado. Figuras modeladas a mano piezas únicas horneadas a 1040°. 160 x 150 x 150 cm.)
En esta obra, lo primero que sacude la atención del espectador es su equilibrio. Después, miradas más profundas descubren otras muchas y valiosas cualidades, que se ensamblan para converger en un resultado original y único, como un cuento de Cortázar.
Al igual que los mejores relatos del autor de Rayuela, la pieza expuesta se destaca por la solidez de la estructura, la forma depurada y la vivacidad del colorido; además, la delicadeza puesta de manifiesto en la elaboración de las figulinas remite a la sensibilidad de Cortázar para con sus personajes (piénsese, por ejemplo, en el cuento La señorita Cora).
Tres propuestas de parejo nivel
En la categoría Dibujo, es notable el nivel parejo de las tres obras ganadoras. Se trata de Familia I (tinta y carbón sobre madera, 120 x 160 cm), de Héctor Destéfanis; de Smilodon, de la serie Museum (base acrílica, tinta, lápiz color y barniz mate sobre lienzo montado en bastidor de madera, 120 x 180 cm.), de Gisela Banzer, y de Monte, de la serie Desmaleza (birome lápiz sobre tela, 140 x 180 cm.), de Mónica Rojas, que obtuvieron, respectivamente, el primero, segundo y tercer premio.
Se advierte desde un principio que los tres artistas han logrado despojar a sus respectivas obras de todo elemento decorativo. En cuanto a la temática, Banzer informó que desde 2014 trabaja sobre el maltrato y la extinción animal y que este último flagelo y el transcurrir fugaz aparecen en la obra expuesta, mientras que Rojas manifestó que se propone dar testimonio de un grave problema ambiental. Por su parte, la temática de Distefanis se acerca a la vida rústica, con esas figuras humanas y equinas que conviven en abigarrada composición.
A su vez, los tres tienen en común el trazo decidido, el ahínco expresivo y la falta de concesiones a la estética canónica, de modo de comprometer al espectador en una visión sin preconceptos ni complacencias.
Obra que crea recuerdos
En la categoría Grabado, el primer premio fue para Néstor Goyanes, por su obra La carta de Licher Bon… 655008, de la serie Historias de mar a mar (litografía y stencil sobre papel de arroz 140 x 170 cm.
“Hace años que vengo trabajando sobre mis cartas de inmigrantes gallegos”, dijo el autor en una reciente entrevista, y confió: “Me doy cuenta de que lo personal termina siendo universal, porque las cosas que les pasaron a mis parientes gallegos les pasaron a los tanos, a los alemanes, a los judíos, a los polacos, a los que vinieron y sufrieron ese desarraigo y esa morriña. A todos les sucedió lo mismo, todos leyeron cartas, todos lloraron, todos se emocionaron y yo cuento un poco esa historia”.
También el espectador actual se emociona frente a la pieza expuesta que, con esas fotos desvaídas, las largas frases en cursiva con sus conmovedoras tachaduras, los antiguos sobres de “vía aérea”, los matasellos y, en el ángulo inferior izquierdo, bien grande, una fecha: 6/5/15, no solo aviva recuerdos sino que los recrea y hasta los genera.
Así, el espectador vive la ansiedad de esperar la llegada del cartero, participa de la reunión familiar para escuchar la lectura por parte del padre o de la madre, cuando las noticias eran buenas, siente el dolor de sorprenderlos llorando a escondidas, cuando no lo eran, y finalmente asiste a la ceremonia de contestarlas, usando por lo general la mesa de la cocina, sobre la que se depositaban solemnemente el papel de cartas, los sobres, la lapicera y el tintero, y los mayores se ponían de acuerdo sobre lo que habría de escribirse.
Puestos a recordar, bien estaría homenajear a los pilotos de las primeras líneas postales, que en aviones increíblemente frágiles cruzaban el Atlántico para transportar, como contó Saint-Exupéry, que fue uno de ellos, “un correo más precioso que la vida”, que no pocos perdieron en esas travesías.
La herida social
Finalmente, en la categoría Monocopia recibió el premio único Graciela Buratti por su obra La mar, te mando señales de humo de la serie A la mar (fotograbado y chine collé, 36 x 200 cm.)
Así explicó su propuesta la autora: “En esta serie con la técnica de monocopia encuentro los recursos para expresar la necesidad de un límite. La imagen expresa la herida social, el vacío, la incertidumbre, expresa los límites personales y colectivos. En este gesto irrepetible de la rotura del papel queda todo desvelado, lo invisible que se padece”.