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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 10 de septiembre de  2024
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La Transfiguración en una pintura de Rafael

La Transfiguración en una pintura de Rafael

Hoy, 6 de agosto, la liturgia cristiana conmemora el evento en el que, según los relatos evangélicos, Jesús se transfigura y resplandece como un dios sobre una montaña. Obras de grandes artistas fueron inspiradas por dicho tema a lo largo de la historia. Una de ellas, Transfiguración, de Rafael Sanzio, constituye el eje de este trabajo.

La Transfiguración de Jesús es relatada por tres de los evangelistas –Mateo, Marcos y Lucas– y por Pedro en su segunda epístola.

Veámoslo: “Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: ‘No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos’. Entonces Pedro dijo a Jesús: ‘Señor, bueno es estarnos aquí; si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’. Mientras él aún hablaba, una nube luminosa los cubrió con su sombra y desde la nube salía una voz que decía: ‘Este es mi hijo amado, en quien me complazco, escuchadle’. Al oír esto los discípulos cayeron su rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: ‘Levantaos, no tengáis miedo’. Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo”.

Si prestamos atención a este relato, veremos que: 1) la transfiguración se registra en un monte que por su altura comunica a la Tierra con el cielo; 2) se da la transición de la antigua alianza de Dios con el pueblo hebreo (Moisés y Elías), como pueblo elegido, a la nueva alianza de Cristo con la humanidad; 3) la expresión ‘su rostro se puso brillante como el sol’ puede pensarse como una anticipación de la asociación de Jesús con el sol; y 4) lo blanco de las vestiduras nos habla de Jesús como la ‘luz del mundo’ ya que la luz es blanca.

La fiesta de la Transfiguración de Jesús se registra en Oriente desde el siglo VI, mientras que en Occidente hubo que esperar al siglo XV y a la fecha de 1457 para que sea declarada fiesta universal de la Iglesia por el Papa Calixto III. En el ámbito del Imperio Bizantino nos encontramos con que el culto de la Transfiguración se desarrolló tempranamente y dio origen a una rica iconografía. Se trataba de representar a Cristo levitando y este ícono se mantuvo desde Rafael hasta el siglo XVIII. Sin embargo, ya desde el propio siglo XIV, surgió una tendencia a confundir la Transfiguración con la Ascensión.

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Entre 1518 y 1520, Rafael pintó su Transfiguración. Dividió la composición en dos planos: el superior presentaba a Jesús transfigurado en el monte Tabor, y en el inferior fueron representados los apóstoles que, por su debilidad en la fe, no pueden exorcizar a un niño que parece dominado por el demonio.

Desde el punto de vista formal, la configuración del registro superior se corresponde con el simbolismo del círculo, que significa la perfección. Es la perfección del mundo divino, la que convierte a este en un cosmos, vale decir, en un todo ordenado, proporcionado y armónico. Cristo flota rodeado por Elías y Ezequiel e irradia su propia luz divina que se extiende por el lienzo, mientras que el ocaso naranja, al fondo, parece disminuido ante tal demostración de fuerza. Lo anaranjado del cielo nos indica el ponerse de la luz natural contrarrestada por la luz divina que emana de Cristo. En este contrapunto se advierten las palabras de Jesús: “Yo soy la luz del mundo”, luz que, de acuerdo a los conceptos teológicos, es mucho más que la luz natural del sol, por cuanto su creación precede a la del sol.

Asimismo, el recurso de la luz es el instrumento que permite patentizar el dramatismo de ambas escenas: la divina y la humana. El tratamiento de la luz –cegadora arriba y más natural en la parte inferior– contribuye a realzar y diferenciar el dramatismo de las dos escenas. Arriba, la luz enceguece al espectador; abajo, resalta la expresividad de las emociones, las policromías y los claroscuros, sobre todo en el centro oscuro, que se supone vacío por la ausencia del Redentor.

En contraposición al mundo celeste, el terrenal mundo de los apóstoles está dominado por las diagonales. En él predomina el desorden, el caos, lo que es propio del mundo humano. En ese mundo, el rostro casi desfigurado de un niño poseído por Satanás que no puede ser exorcizado por los apóstoles revela que solo la fe, como gracia del Señor a los hombres, permite vencer las tinieblas de lo diabólico. Para ello es necesaria la presencia de Cristo, luz en el mundo humano. De acuerdo a diversos testimonios, Rafael pintó la cara de Cristo en la víspera de su muerte.

Fuentes consultadas

Biblia de Jerusalén.

Duchet-suchaux, Gastón y Pastoureau, Michel (1996). La Biblia y los Santos. Guía Iconográfica, Madrid, Alianza Editorial.

González Prieto, José Antonio (2007). Grandes Maestros de la Pintura: Rafael, Barcelona, Editorial Sol 90 S.L.

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