"Los espacios hay que ocuparlos"
- Escrito por Victor Pais
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Si hay algo que le sobra a Miguel Ortiz, tanto en su faceta de guitarrista del Terceto Murillo como en la de organizador de espectáculos musicales en el Centro Cultural Resurgimiento, es pasión. En la sede de la referida institución, ubicada en Artigas 2262, nos recibió con calidez para contarnos las vicisitudes de esas dos actividades que estructuran su quehacer artístico.
–¿Cómo se origina el Terceto Murillo?
–El proyecto nace como trío hace un poco más de dos años. Nosotros tres trabajamos mucho en una escuela de música en Pilar que se llama El Cirko. Así nos conocimos hace seis o siete años. Hace unos tres años me encontré con Diego Blanco, el bajista, haciendo un estudio, de casualidad, y empezamos a conversar de armar algo. Y ahí lo llamamos a Guille [Guillermo Paulucci], el pianista, que es un gran compositor y un grandísimo arreglador. Empezamos a ensayar y rápidamente se armó una cosa que nos gustó mucho.
–¿Cómo definís la propuesta?
–No es una agrupación que instrumentalmente tenga ninguna ortodoxia. Y un poco nos regodeamos con esto. Nos gusta que la sonoridad no sea tradicional. Ya desde la instrumentación: bajo eléctrico, piano y guitarra no es una formación que sea habitual. Creo que hay una cuestión de raíz fuerte. Y eso es lo que nos gusta de las propuestas: intentar aportar una mirada propia sobre esta música [el tango] que es tan rica.
–¿Con qué planes andan bajo el brazo para el futuro inmediato?
–Nosotros presentamos un disco en agosto en Vinilo que se llama Tensiones. Ahora la idea es defenderlo. El disco salió por Epsa. El arreglo fue bueno para nosotros en un tiempo que es difícil editar un disco sin morir en el intento. Pudimos hacerlo. Tuvimos el apoyo de la compañía. En el futuro inmediato los planes son seguir tocando. Si bien la idea es ganar el circuito más tanguero de la ciudad –caso Taso, caso Vinilo– y los centros culturales, la idea es empezar a moverse un poco por el país. Es muy interesante la experiencia de estar afuera donde hay una escucha más descontaminada.
–¿Por qué la elección por el tango?
–Cuando uno es un instrumentista que ha estudiado y tiene cierto nivel, el tango es una música que es ineludible. Tanto desde la perspectiva del oyente como desde la del intérprete. El tango tiene todos los matices que se te ocurran: desde la tristeza y la melancolía más infinita, los piano pianísimos y una rabia cuando explota que es impresionante. Es una rabia como contenida. No es la rabia rockera. A la hora de tocar es muy placentero. Me parece muy natural que en algún momento aparezca esto en el camino.
–Pasando a tu otra veta, ¿qué podés decirnos de los ciclos de Resurgimiento Músicas de cada mes y Tardecitas de música y café?
–A mí me dan mucha satisfacción los ciclos. Los espacios hay que ocuparlos y acá tenemos un compromiso con la gente que produce cosas con cierto rigor y con seriedad. Me puedo jactar de que la programación es excelente. El propósito de este escenario es darle espacio a gente que realmente lo necesita. No es un lugar para que venga Luis Salinas, lo digo porque Luis Salinas tiene donde tocar. El propósito de este tipo de escenarios de centros culturales es que la gente que viene laburando seriamente en proyectos tenga donde mostrarse. No obstante una noche vino Luis Salinas, Adriana Varela… y ese día fue una fiesta con quinientas personas. Pero la función de los centros culturales es esa: ofrecer la posibilidad al artista de mostrarse. Y no hay tantos lugares en la ciudad para tocar en relación con la cantidad de músicos que hay. El ciclo apunta a la excelencia en lo musical. Y apunta también a acercarse a la gente.
–¿Cuál es la modalidad de selección?
–La idea es que la dieta musical sea surtida, variada y siempre con ese norte de que sea una propuesta de excelencia y que la gente se acerque. En eso estamos. Ha venido varias veces el guitarrista Horacio Avilano, que acompaña a Adriana Varela y es uno de los grandes guitarristas de tango del mundo; vino con su cuarteto, con Adriana, con Juan Vattuone, Armando de la Vega en varias ocasiones, Sergio Ríos, María Estela Monti, gente que trabaja a un nivel muy alto.
–Sabemos que son espectáculos a la gorra…
–La gorra funciona bien. A veces hay cierto resquemor con el tema de la gorra, pero cuando vos vas a tocar a un bar y tenés que ocuparte de la convocatoria y demás, el bolichito te da el 70% de la entrada. Acá vos traés gente, y con la gente propia del lugar, la gorra termina siendo mucho mejor. No es lo ideal. No. Sería genial que hubiera un dinero para los músicos.
–¿Y no hay posibilidad de que eso ocurra?
–Simpatías al margen, esto no es nuevo. Nunca hubo un caché. Ni para la música ni para el teatro. Siempre fue a la gorra. Pero este lugar tiene una energía maravillosa más allá del sonido y la cuestión técnica. El público del barrio es maravilloso y el lugar tiene una mística tanguera, criolla y bien porteña.

