Xul Solar: el esoterismo convertido en arte
- Por Miguel Ruffo
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Hoy se cumplen 60 años del fallecimiento en Tigre de Xul Solar, pintor que fue capaz de convertir tradiciones astrológicas y esotéricas en belleza artística. Había nacido en la ciudad bonaerense de San Fernando el 14 de diciembre de 1887.
Jorge Luis Borges, amigo de Xul Solar, caracterizó la obra del pintor como uno de los acontecimientos más singulares de la época que dieron origen a un arte a un mismo tiempo monumental y delicado, pleno de invenciones, rigor y modestia. En Xul Solar encontramos el rechazo a una sociedad que tiene en el materialismo y el cientificismo su nota dominante. Él se inserta dentro de una tradición que se remonta al siglo XIX y que ha hecho de la recuperación de la dimensión espiritual del hombre su leit motiv creativo.
El esoterismo y el ocultismo rescataron un corpus de saberes que hicieron de las tradiciones primordiales antiguas el antídoto para una sociedad racionalista, industrialista e individualista. Frente a una concepción que circunscribe al hombre a su materialidad, se alza la ratificación de la inmortalidad del alma; más aún, la posibilidad de la comunicación con los muertos y el desarrollo del espiritismo y de las sociedades teosóficas. Dice sobre Xul Solar la investigadora Patricia Artundo: “La astrología es (…) la que lo guía en sus investigaciones y está presente de manera activa en la mayoría de sus creaciones incluidas la panlengua, el tarot, el teatro de títeres para adultos, el panjuego, sus proyecciones arquitectónicas”.
Sentencia el célebre crítico de arte Alfredo Chabra que “remontarse a las corrientes sagradas de las civilizaciones antiguas” constituye un requerimiento básico para entender las obras de Xul Solar. Y agrega: “Deberíamos recordar nuestros sueños, pesadillas, o rememorar nuestra infancia para descifrar el enigma de sus cuadros”.
En efecto, y más allá de las fantasías alimentadas por su inconsciente personal, en sus obras nos encontramos con un misticismo universal y cósmico, todo ello vinculado al inconsciente colectivo del que hablaba Carl Jung. Se trata de un saber de todos los tiempos, de una espiritualidad oculta, de un simbolismo místico que traduce en imágenes los arquetipos del inconsciente colectivo. Es un mundo secreto y oscuro que llega a la superficie de la conciencia para develar al cosmos en su totalidad.
El despliegue simbólico de sus obras nos conduce por los múltiples caminos de los arcanos de las civilizaciones antiguas, precolombinas, orientales, para instalar en la conciencia de los hombres el mensaje prístino de su espiritualidad, en gran parte olvidada por una civilización moderna que ha absolutizado a la razón y a lo dado en el experimento como las únicas vías del saber.
El historiador del arte Roberto Amigo dice que Xul Solar “concibió su obra como una vía de reflexión sobre las relaciones entre Dios, el hombre y el cosmos”. Así hallamos una particular trinidad: a Dios como creador del cosmos y del hombre; al cosmos como obra creativa de una divinidad trascendente; y al hombre como criatura que debe ascender por los peldaños de un mundo escarpado y plagado de contrariedades hasta encontrar a su verdadero ser, a su “patria originaria”, que no es otra que el mundo celestial. El hombre debe luchar entre la animalidad de la cual proviene y la espiritualidad a la que está destinado, y es precisamente esta tensión la que Xul Solar quiso resolver contribuyendo con sus obras a afirmar el camino del desarrollo espiritual del hombre.
Examinemos ahora algunas de sus obras.
En la representación de Jesús, el Cristo, nos encontramos en Gran Rey Santo Jesús Kristo, de 1962, con su corona de Rey de los Cielos; con triángulos que simbolizan la trinidad, vale decir, el misterio cristiano del Dios uno y trino; los ojos son semiarcos con las pupilas celestonas que simbolizan el Reino de los Cielos; los cabellos ondulantes que caen rítmicamente a ambos lados del rostro son una posible alusión a la condición nazarena de Jesús (los cabellos largos y sueltos son una expresión de la condición y fuerza divina de un hombre; así, por ejemplo, Sansón y su fuerza extraordinaria); el color rojo de los labios simboliza la fuerza de la palabra de Jesús que es la palabra del Dios del Amor y, por ende, pasión de los sentimientos y fuego rojo que consume a los amantes.
San Ignacio de Loyola fue el fundador de la Compañía de Jesús y un ejemplo de la oración y de los ejercicios espirituales, ejercicios que son un modelo de meditación cristiana y que afirman desde un principio: “Creo en Dios”. En San Ignatus se destaca la cruz, en medio de sus grandes cejas: la cruz de la redención y de la salvación; el tamaño que destaca a las cejas, cuya función consiste en proteger a los ojos, simboliza la protección de la aguda mirada de San Ignacio que afirmó al catolicismo en una Europa convulsionada por la Reforma.
San Pablo es el apóstol de los gentiles. En San Paulo de Tarso, los rayos que se desprenden de sus ojos simbolizan la luz que lo encegueció cuando perseguía a los cristianos en su camino de Damasco; la cruz del nuevo credo que él difundió en sus viajes misioneros. Es una cruz griega, porque el brazo horizontal está a la mitad del brazo vertical, con lo que se significa el mundo helenístico al que pertenecía el judío de Tarso.
Una lectura de Xamine todo, de 1962, nos lleva a relacionar al cristianismo con el Antiguo Egipto y el Oriente Lejano. Al primero lo encontramos en la totalidad de la figura de Jesús, el Cristo (discernible claramente por sus manos extendidas en forma de cruz), mientras que si focalizamos en la cabeza de esa figura vemos que presenta el tocado de Hathor, la diosa vaca de los egipcios. Junto al Cristo, la figura de un gato, también elemento de la religión egipcia, que si estuviera desplegado horizontalmente sería un símbolo del infinito. Si sumásemos el Cristo más el gato-infinito, que están precedidos por un signo de admiración, tendríamos como resultado, introducido por los dos puntos, una cruz en forma de X (equis), que es la cruz del martirio de San Andrés: el martirio como condición de la eternidad. En la parte superior, nos encontramos con símbolos egipcios y en la parte inferior, con una serpiente, cuya forma sinuosa subraya el derrotero tortuoso del mal, y un elefante como alusión al mundo de la India.
Frente al panamericanismo de la posguerra , el paneuropeísmo y el panasiatismo, Xul Solar nos propone en el tríptico Pan Altar Mundi, de 1954, un pancristianismo, reforzando el simbolismo del altar como mesa del sacrificio. Hacia el panel del centro hallamos una cruz latina, de color rojo, prolongada por dos pequeñas manos, como si el artista estuviera jugando con la cruz y el crucifijo; el círculo blanco puede ser la cabeza de Cristo; los rayos rojizos y amarillentos, que caen del rostro de Jesús, son la descomposición de la luz que baña a los hijos del Señor. Una especie de pila bautismal, con forma de medialuna acostada, se encuentra al pie de la cruz, que se levanta en un “original zigurat” de cuatro escalones. ¿Qué sentido tiene la cuaternidad aquí simbolizada? ¿Es acaso una alusión al problema del mal, que no encuentra explicación racional en un Dios uno y trino y absolutamente bueno? En efecto, Dios ha permitido a Satán atormentar a Job, pero sin tomar su vida, como ya lo señaló Jung en su Respuesta al Libro de Job, pero todo ello no es más que una prueba para comprobar la fidelidad de Job. Es así como la cuaternidad aludida por el “original zigurat” no es sino parte del universo simbólico que expresa las pruebas que debe sortear en el camino del saber el candidato a la iniciación. Todo está enmarcado por un conjunto de cordones que, cual dosel o baldaquino, resaltan la autoridad de Jesús como único maestro. En el panel izquierdo, representaciones de constelaciones, signos, ojos, animales y serpientes, que se reiteran en el panel derecho. En ambos paneles las caras están como escrutando al espectador por “miles” de ojos que indagan si somos aptos para transitar por el camino de la sabiduría. Todo está enlazado por signos esotéricos propios del mundo del ocultismo. Coronan los paneles laterales signos del tiempo, como túneles en los que hay que sumergirse para poder luego salir en las direcciones aludidas por las flechas del tiempo. El panel central está coronado por una forma triangular con palabras que invitan a pensar en la contradicción: “Teoso”, por teosofía, la relación con el mundo de los muertos que nos lleva a lo oculto y esotérico, en contraposición a las divisas “orden y progreso” como consignas del positivismo, pero que también lo fueron de la masonería que, como sociedad secreta, tendía un puente entre el mundo de la razón y el mundo de los sobrenatural. Corona todo este programa de símbolos el ojo de la razón, como percepción, en el vértice del triángulo, el ojo que todo lo ve y escruta, y un segundo triángulo como varita de mago o brujo. Cuando el tríptico está cerrado, se ven, a ambos lados, sendas escaleras que simbolizan el sentido ascendente del alma en búsqueda de un principio sapiencial, de una elevación y transformación espiritual, donde el ojo que todo lo ve representa la nueva dimensión del alma ascendida.
En Zodíaco, de 1953, Xul Solar nos propone nuevas imágenes para los tradicionales símbolos zodiacales.
Tauro: parece un pequeño y friolento diablillo, con grandes orejas y cuernos. Estos tienden un puente con la representación tradicional del signo de Tauro por medio de un toro. A un mismo tiempo, los cuernos del diablo-toro son signos de los cuartos creciente y menguante de la Luna.
Géminis: los gemelos han sido sustituidos por la imagen egipcia de Anubis, divinidad relacionada con el mundo de los muertos y el rito de la momificación. Sostiene en una de sus manos una pequeña lanza y en la otra, un sable, instrumentos cortantes que simbolizan la separación de mundo de los vivos respecto del de los muertos. Se sostiene en tres piernas y está “cubierto” por pirámides que fueron, en el Imperio Antiguo, la tumba de los faraones.
Cáncer: la hidra y Heracles han sido sustituidos por un rostro caminante que parece como dividirse. Lejana alusión a las múltiples cabezas de la hidra.
Leo: el “rey de la selva” fue desplazado por un elefante de piernas débiles o enflaquecidas y manos más bien robustas. Una de ellas como sosteniendo una sarta o collar de perlas.
Virgo: la constelación de la Virgen representada al igual que Tauro por un diablo. Solo que aquí este se nos presenta flaco, con tal delgadez que deja ver las costillas de un torso cubierto por una especie de capa amarillenta con líneas negras.
Libra: el juicio representado por una figura diablesca, esquelética. La reducción de la condición humana al mineral de los huesos. ¿Acaso una alegoría del triunfo de la muerte?
Escorpio: como terreno de la Madre Arquetípica, la representación que Xul propone de este signo nos muestra a una mujer en la que se adivina una mirada fiera, un ceño parcialmente fruncido, unos ojos grandes con pupilas negras saltonas, una mano sosteniendo una soga anudada, en suma, una madre absorbente y castradora.
Sagitario: representado con el símbolo de la balanza que expresa tradicionalmente a Libra. Es el juicio de Osiris, en el Antiguo Egipto, el juez del mundo de los muertos, que pesaba las almas de los difuntos que, para ser salvos, debían pesar lo que una pluma indicaba en el platillo opuesto a aquél en el que había sido colocada el alma. Es el arcángel San Miguel en la tradición cristiana, cuyo atributo era la balanza y que se constituyó en el príncipe de la milicia celestial en lucha contra Satán y los diablos del mal.
Capricornio: el macho cabrío, solo que la cabra está representada con una figura masculina, casi reducida a su rostro, cubierto en gran parte por una barba blanca, todo él sentado y mirándonos, con tenues manos y piernas, como preparándose para examinarnos, porque la barba blanca lo denota como un sabio.
Acuario: el signo de la nueva era nos transporta a Egipto, a la diosa Seknet con cabeza leonina, con el disco solar que representaba a Ra, el dios sol de la teología heliopolitana, y se nos da a conocer como regulador del tiempo por el reloj dibujado entre sus piernas.
Aries y Piscis: primer y último signo del zodíaco. El fuego inicial y el agua final. Son como un desafío a nuestra comprensión de un no iniciado. El cordero divino aludido por una figura antropomorfa en la que parecen destacarse sus pulmones. Piscis es una figura gatuna, como si fuese un hombre-rana. Las olas del mar y su identificación hacen de esta figura un signo más discernible de aquel que representa a Aries.
Fuentes consultadas
Amigo, Roberto (2011). Grandes Pinturas del Museo Nacional de Bellas Artes: Alejandro Xul Solar, Buenos Aires, Clarín.
Artundo, Patricia y otros (2005). Xul Solar. Visiones y revelaciones, Buenos Aires, MALBA.