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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 17 de septiembre de  2024
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Clorindo Testa en el recuerdo

Clorindo Testa en el recuerdo

Hoy se cumplen 10 años del fallecimiento de Clorindo Testa, arquitecto argentino de gran renombre internacional. Tuvimos la oportunidad de entrevistarlo para nuestra edición impresa de enero de 1996. A manera de homenaje, transcribimos aquí ese reportaje realizado por Pablo Sáez que llevó como título “La memoria de la gente se va actualizando”.

Arquitecto y artista plástico, con numerosos premios internacionales, cultor de los movimientos de vanguardia en varias disciplinas, sorprende la humildad con que se expresa. Nacido en Nápoles en 1923, vive en la Argentina desde los tres meses. Intenta estudios de ingeniería hasta que ingresa en la Facultad de Arquitectura donde obtiene premios desde su época de estudiante. Un año después de recibido, en 1948, viaja con una beca a Europa y se queda dos años recorriendo Italia, Francia y España. Es entonces cuando realiza sus primeros dibujos, apuntes de los paisajes y ciudades que visita. Expone desde 1952. Comienza con la figuración para volcarse más tarde a las formas abstractas. Quien no conozca su extensa obra pictórica, seguramente habrá recorrido o visto alguna de sus obras de arquitectura: el Banco de Londres, el Centro Cívico de Santa Rosa en La Pampa, la nueva Biblioteca Nacional, el Paseo del Pilar, la remodelación del Centro Cultural Recoleta. Tras Cartón converso con Clorindo Testa, entre otros temas, sobre Buenos Aires, ciudad y espacio donde vive su obra.

–¿Por qué parece tan caótica la ciudad de Buenos Aires?

–Es caótica y no lo es tanto. Como en España, todas las ciudades de América tienen un origen cuadriculado. Debían tener un a plaza en el centro y de ella salir calles en las cuatro direcciones, de manera tal que pudieran crecer en orden. Dentro de esas manzanas sí, el caos es enorme. La sensación de caos la dan las medianeras con construcciones altas y bajas, hechas todas en el mismo ancho. La ciudad colonial estaba planeada para casas de planta baja y a lo sumo primer piso. Ahora hay casas de planta baja al lado de un edificio de quince o de cincuenta pisos. Además, como en todas las ciudades del mundo, el tránsito ha aumentado muchísimo. Hace cincuenta años las calles de Roma estaban casi desiertas, habia muy pocos autos. Buenos Aires era igual. Cuando yo era chico, vivía en Montevideo entre Córdoba y Paraguay, y jugábamos a acertar la marca del auto que iba a pasar.

–¿Y los estilos?

–Los estilos se van sucediendo. Es natural y es necesario; es como un chico que va creciendo. Podríamos decir que en cada manzana hay chicos, jóvenes y viejos. Algunos mueren y nacen chicos nuevos. Creo que esta ciudad se ha renovado ya cuatro veces.

–¿No es una lesión en la memoria de la gente semejante desapego por su vieja arquitectura?

–Hay calles que he recorrido desde chico. Yo caminaba por Paraguay a los seis años parar ir a cortarme el pelo. Pero el recuerdo que tengo de ella es el de ahora. Cuando uno ve una foto vieja de la ciudad dice: “Mirá, qué raro, qué distinto era”. Creo que la memoria de la gente y de las ciudades se va actualizando, siempre está en ele momento en que vivimos. Diría que la nostalgia no existe, o tal vez exista cuando una ya es muy viejo y vuelve a recordar la infancia.

–Se dice que vivimos una nueva Edad Media…

–Es posible, la Edad Media respetaba poco lo anterior. Era el momento. Un edificio romano no les significaba nada, construían encima. En el Renacimiento ocurría lo mismo: estaban convencidos de lo que hacían. Entonces sacaban las piedras y los mármoles de las antiguas construcciones para hacer otra cosa. Por el 1800, cuando los ingleses van a luchar por la independencia griega, comienza esa valorización de las ruinas griegas y romanas y la idea de que era necesario conservarlas. Ahora también existe un movimiento que dice que hay que conservar las cosas. Pero no se hasta cuando va a durar y si este quedarse con los viejo no es un símbolo de la propia impotencia.

–¿Nuestra arquitectura tiene identidad propia?

– Toda la arquitectura americana de los siglos XVII y XVIII es una arquitectura barroca trasplantada. Los arquitectos italianos, alemanes y franceses que trabajaron aquí, construían como en Europa, pero siempre algo cambiaba. Las iglesias de las misiones jesuíticas son iglesias barrocas italianas, españolas, austríacas, pero la decoración es completamente distinta. Utilizan tallas más primitivas y flores autóctonas. La arquitectura de Buenos Aires es una arquitectura italianizante de fines del 1800: la Avenida de Mayo, el Congreso, la Casa de Gobierno. Pero en Italia no hay edificios así, son distintos. En cada arquitectura se reconoce su nacionalidad.

–El Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires en la Recoleta presenta una combinación de estilos arquitectónicos muy diferentes entre sí. ¿Con qué criterio fue remodelado?

–Con la idea de que no se puede hacer falsificación histórica. No se puede reconstruir una iglesia colonial como la que teníamos, no tiene ningún sentido. Las iglesias coloniales de Buenos Aires están reconstruidas, las fachadas no son las originales. En la Recoleta trabajamos manteniendo lo que pudimos mantener, no cambiamos la bóveda; pero con los pisos, podríamos haber desenterrado los ladrillos coloniales que estaban debajo de los nuevos y agregar los ladrillos que faltaban haciéndolos parecer viejos. Pero, ¿Con qué sentido? Antes era un convento, ahora es un centro cultural. Todo es distinto.

–¿Por qué cree que el hombre común se siente a veces tan incómodo frente a una obra plástica de vanguardia?

–Creo que es por falta de información. La educación nos enseña, por eJemplo, que en pintura los más grandes son Miguel Ángel y Rafael; y en música Mozart, Beethoven, Debussy. Lo que es vanguardia en ciencia la gente lo acepta, no tiene ninguna apreciación estética que hacer. Pero el gran público no comprende muchas cosas del arte porque no conoce sus mecanismos. Hoy, un medio como la televisión podría ayudar a difundirlos, pero no lo hace. El arte nunca empeora ni mejora, es así desde la época de las cavernas. Hay dibujos de bisontes que son fantásticos, otros no tanto. Lo mismo pasa con la pintura contemporánea. Para comprender el arte hay que estar al tanto y aceptar lo nuevo sin prejuicios.

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