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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 9 de octubre de  2024
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Una vida al ritmo del swing Destacado

Una vida al ritmo del swing

A sus 80 años, con la gracia de un hombre feliz, el clarinetista Mauricio Percan repasa su historia y cuenta una ciudad de Buenos Aires que a mediados de los 50 y los 60 vivía la fiesta del jazz.
Mauricio Percan es clarinetista y, junto con el mítico contrabajista Jorge “Negro” González (fallecido el 7 de diciembre de 2013), es uno de los fundadores de Swing Timers, la banda que atraviesa toda la historia del jazz argentino con un estilo irrevocable y cuya formación actual está integrada por Federico Salgado en contrabajo, Quique Calabrese en batería y Carlos Cirigliano en piano, además del propio Percan en clarinete. Desde 1955 la banda cultiva el swing, una forma clásica y bailable.
Percan nunca se dedicó a otra cosa que no sea tocar el clarinete. El primer disco de Swing Timers fue un éxito de ventas y contenía la canción Pequeña flor. Más recientemente, en 2004, el cuarteto grabó un disco en homenaje a Julio Cortázar, que los llevó de gira por Brasil y hasta los hizo volver, 50 años después, al teatro rosarino El Círculo, en el que debutaron como Swingtimers (así, todo junto). El título de su último CD, editado por Aqua Records este año, lo dice todo: “Recreando a Benny Goodman”.
Percan evoca al Swing Timers que recibió a un ignoto baterista llamado Chico Novarro y al muy joven pianista Jorge Navarro, luego reconocido mundialmente. El clarinetista que participó en mayo pasado en el XIII Festival Internacional Django Argentina 2015, organizado por el guitarrista Ricardo Pellican, recuerda, además, a su gran compañero de ruta, el Negro González, y a Jazz & Pop, el local en Buenos Aires por el que pasaron Chick Corea y los músicos de Frank Sinatra, entre otros extranjeros, y Baby López Furst y Enrique “el Mono” Villegas, por nombrar solo a dos en una lista larga de figuras nacionales, y que tras su cierre en 2013, a causa de la muerte de González, hoy parece revivir en Blackman y su cueva, ubicado en Rivadavia 1180.
–¿Por qué eligió el clarinete?
–La historia fue así: por el centro estaba lleno de confiterías con música de jazz y tropical y algunas de tango. A mi papá le gustaba ir, por ejemplo, a la Richmond, de la calle Suipacha. Me llevaba. Y a mí me gustaba. Pero, como a todo chico, me gustaba la música por la batería, porque es lo más rítmico, parece lo más fácil; yo quería la batería, la batería, la batería... Pero mi hermano mayor me dice: “Escuchame, vos con la batería tenés que acompañar a otro siempre. Mejor otro instrumento de viento que toques vos, no acompañar a otra persona. En el que puedas tocar melodías”. Pensé que tenía razón. Elegí el clarinete por Goodman. Yo iba todos los fines de semana a la casa de mi tía, en la calle Gallo. Mi papá era viudo y los fines de semana tiraba la chancleta [ríe]. Mi tía tenía muchos discos de Benny Goodman. Era la época del combinado: un mueble inmenso con tocadiscos y radio. Se escuchaba bárbaro. Bueno, en ese momento nos parecía que era bárbaro porque no conocíamos otra cosa. Yo escuchaba hasta que un día dije: “el clarinete”. Mi papá tenía un negocio de compra y venta en la calle Junín, pero él no tenía el clarinete. En la calle Libertad había otra casa de compra y venta y me compró un clarinete ahí. Trece llaves. Era horrible. Para empezar a tocar, servía. Pero horrible por las posiciones. Mi tío me recomendó un músico muy conocido en la colectividad judía. Los casamientos de la colectividad judía los hacía él; tocaba el saxo y el clarinete. Fui a que me enseñara. Luego me mandaron con un sargento del ejército que era de la banda militar. Hasta que empecé con la banda de jazz.
–¿Cómo empezó Swing Timers?
–El contrabajista, Jorge “Negro” González, el más conocido de todos, trabajaba en La Boca. Yo no lo conocía. Otra persona me dijo: “Mirá, por qué no vas ahí, que buscan un instrumento”. Entonces me presenté. Toqué. Les gustó. Y quedé. Así fue como conocí al “Negro” González. Ese boliche de La Boca se llamaba El Faro. Tocábamos ahí. En esa época, había mucho “night club”, en donde había minas y coperas y había grupos de jazz. Había mucho trabajo. Nos cansábamos de trabajar. Un día se presenta el presidente del Hot Club de Buenos Aires y nos pregunta si queríamos ir a Rosario a tocar a unos festivales de jazz. Había festivales de jazz por todos lados. Teníamos que ir a suplir a otro grupo que había fallado. Nosotros no teníamos nombre en esa época. Fuimos al teatro El Círculo, de Rosario. Anunciaron: “Y ahora voy a presentar al clarinetista... Johnny Royal”. Nos quedamos asombrados. ¿Dónde está Johnny Royal? ¡Yo era Joh-nny Royal! Como no pudo ir Johnny Royal y estaba anunciado en todos lados… ¿Qué pasó? Se presentó Johnny Royal y puso el grito en el cielo, se armó un tole tole... ¡Cómo usaron el nombre de él!, gritaba. Nosotros estábamos al margen de todo. La segunda vez que nos invitaron a Rosario ya no éramos Joh-nny Royal. Subió un locutor que se llamaba Harry Williams y nos anunció: “Y ahora les presento a los Swingtimers”. Nosotros no sabíamos nada. Ellos se atribuían el nombre. Y ahí quedó los Swingtimers, escrito todo junto. Después fueron dos palabras: Swing Timers.
–¿Harry Williams tuvo influencia?
–Sí. Harry Williams era un locutor muy famoso. Estuvo mucho tiempo en Rosario y tenía un programa de jazz muy famoso. Entonces después nos empezó a bancar él. Le gustó cómo tocamos, nos empezó a llevar a la radio. Los fines de semana íbamos a Rosario. Hicimos los carnavales... Los carnavales eran una fiesta para los músicos: les decíamos el aguinaldo porque era cuando más trabajábamos y cuando más cobrábamos.
–Háblenos de los que integraban esa primera formación.
–Había un baterista que se llamaba Raúl Céspedes. Céspedes después fue reemplazado por Chico Novarro.
–¿Chico Novarro, el que después se dedicó al canto?
–Sí. Después vino la época de El Club del Clan y ahí se hizo popular. Pero cuando él vino de Rosario no tenía trabajo. Era baterista. Entonces lo conocimos. Justo se iba Céspedes. A Céspedes le había agarrado una locura con la música griega y se pasó de bando [ríe]. Entró Chico Novarro. Eso fue en el teatro Ópera, en Buenos Aires.
–¿Y Jorge Navarro?
–Navarro nos conoció a nosotros cuando tenía 17 años. Un día lo vimos y tocaba bárbaro. Bárbaro. Pero la madre no quería que tocara el piano,  no quería que hiciera música, quería que estudiara. Porque se suponía que el que hacía música era un vago; siempre hacer música tuvo mala prensa. Entonces tuvimos que “trabajar” a la madre hasta que al final dijo que sí.
–Swing Timers sonaba muy potente en vivo, en esa época y en esta también.
–Sí, sí. Nosotros hicimos el estilo de swing y el estilo de Benny Goodman.
–¿Cómo se llevaron con los cambios que hubo en el jazz?
–Fue bravo. Está el hot, que es del veintipico; en el 30 empezó el swing, hasta el 40; en el 40 y pico empezó el jazz moderno, con Gillespie a la cabeza. Eran estilos. La gente estaba con el jazz. Había gente a la que le gustaba esto, otros a los que les gustaba lo otro y se convivía bien. Pero cuando vino el rock… ¡zas! Hubo una barrera. Se trabajaba, pero no de la misma manera. Empezaron los Beatles, empezó el rock, y nos empujaron del trabajo.
–Compartieron esa desgracia con el tango…
–Sí, sí, fue una confabulación de todas las grabadoras. Hicieron dinero a montones.
–¿Cómo era el público en aquellos primeros tiempos?
–Era la época en que se decía que la calle Corrientes era la calle que nunca duerme. Ibas a las 4, 5, 6 de la mañana y estaba llena de gente. Salían de las milongas. Estaba lleno de milongas y confiterías. Había un movimiento terrible. Era una época en donde vos no escuchabas “no tengo plata”, todo eso que se escucha ahora. Aquella fue una época divina para nosotros. Para la gente también, porque se divertía. Había gente que no sé de qué trabajaba porque todas las noches iba a bailar, o trabajaban de día y a la noche bailaban, pero ¿cuándo dormían?
–¿Cómo fue su relación con el “Negro” González?
–A partir de esa época, que fue en el 55, no nos separamos más. Siempre trabajamos juntos, tantos años juntos... El “Negro” González puso boliches. Puso tres boliches; no eran de él, los dueños lo llamaban a él para programar las presentaciones. El único boliche de él fue Jazz & Pop, el antiguo, el que quedaba en Chacabuco y Venezuela; lo abrió en 1978 junto con Néstor Astarita.
–Era un local reconocido en el ambiente del jazz.
–En esa época no había otro boliche como ese. De puro jazz, no había otro. Así que músico extranjero que venía acá iba a tocar ahí.
–Dicen que cuando vino Frank Sinatra sus músicos pidieron ir a Jazz & Pop.
–Sí, sí. Todo músico del extranjero que venía iba a Jazz & Pop.
–¿Y Frank Sinatra?
–No, no. Sinatra no. Igual que Goodman. Yo lo fui a ver cuando vino. Goodman tocó en el teatro Ópera y nosotros trabajábamos ahí. Entonces teníamos la facilidad de pasar por atrás del escenario, hacíamos lo que queríamos. Quise ver a Goodman. “No, no, ahora no puede, no. Dígame dónde toca que él va a ir”, me respondieron. Mentira, es como cuando en un casting te dicen: “Te vamos a llamar por teléfono”. Lo vi en la puerta cuando salió. Era inmenso. Altísimo. Dos metros medía. O yo lo veía como de dos metros [ríe].
–¿Cómo era el “Negro” González en el negocio?
–Era muy creativo. Aparte muy de decir las cosas y hacerlas. Él armó solo Jazz & Pop. Tuvimos una complicación con la habilitación. Estuvo un año y pico sin habilitar y no se pudo inaugurar. Se bancó un año y pico de alquileres. Era testarudo también.
–González decía que la música hay que escucharla en vivo.
–Siempre que nos presentaba decía que el disco es muy lindo, pero no hay como la música en vivo. Tenía razón. No es lo mismo escuchar un disco. Lo que pasa es que yo escucho a Benny Goodman y si no fuera por el disco... Goodman está muerto, no lo puedo escuchar en vivo. También le preocupaba el tema del volumen. “¿Para qué tocar tan fuerte?”, se preguntaba, si se puede escuchar.
–Respecto a Jazz & Pop, recientemente se abrió un nuevo local con sus características.
–Sí. Ahora se llama Blackman y su cueva, y está ubicado en Rivadavia 1180. Abrió en marzo. “Blackman” quiere decir “hombre negro”, en memoria del “Negro” González, que falleció en diciembre de 2013. El boliche lo abre el hermano del “Negro”, Carlos González. Pero no se podía poner Jazz & Pop porque el “Negro” metió la pata: antes de morir tendría que haber revalidado la marca y no lo hizo. El registro de la marca dura 10 años, cuando se patenta. El “Negro” no se dio cuenta o no sé qué pasó, no la revalidó y la tomó Rock & Pop [la emisora radial]. Porque Jazz & Pop y Rock & Pop se parecen. Rock & Pop nunca estuvo de acuerdo con el nombre Jazz & Pop. Rock & Pop registró la marca Jazz & Pop para que no se pueda usar.
-¿Blackman va a ser el nuevo lugar de Swing Timers?
-Será ese u otro lugar. No estamos todos los sábados. Estaremos un mes, después el otro mes. Pero sacamos un nuevo disco este año... Yo te voy a explicar: nosotros somos profesionales pero nunca dejamos de ser amateurs. Amateur quiere decir que lo hace porque le gusta. Siempre fuimos amateurs. Cobramos cuando tocamos, pero nos gusta hacer esto. Yo considero que el músico es muy feliz: cuando toca, goza. Hasta se puede compararlo con un orgasmo. Además, el músico es medio despreocupado. La gente va por la calle con los problemas que tiene a diario: la plata, que la mujer lo engaña... La gente va preocupada. Los músicos vamos por la calle siempre con una canción en los labios.

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