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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 4 de noviembre de  2025
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Agustín Bardi: el tango en ascensión

Agustín Bardi: el tango en ascensión

Hoy se cumplen 75 años de la muerte de Agustín Bardi. Compositor fundamental de nuestro tango, le dio esplendor y lo encauzó hacia la excelencia: su fantasía lírica lo dotó de nobles melodías y sus innovadores aportes contribuyeron a sentar las bases de la evolución.

El 22 de junio de 1918 se produjo en Buenos Aires la primera nevada que registra la historia: el hecho inspiró a Agustín Bardi su gran tango Qué noche. Años después, Raúl González Tuñón vaticinó, refiriéndose a Gardel, que “quizás cuando otra vez vuelva a caer la nieve / sobre nuestra ciudad, otra voz se le iguale”. El 9 de julio de 2007 volvió a nevar en Buenos Aires, pero no apareció otro Gardel. Ni otro Bardi.

Perteneció, junto con Eduardo Arolas, Juan Carlos Cobián, Enrique Delfino y José Martínez, entre otros, a la ilustre camada de músicos que impulsó hacia la excelencia a un género cuya pujanza juvenil necesitaba encauzarse para lograr su mejor expresión. “Producen creaciones de moderno estilo, para mayores conquistas en el plano orquestal, progresando así, ascendentemente, el prestigio de nuestro tango”, puntualizó Julio De Caro.

Había nacido en Las Flores, provincia de Buenos Aires, el 13 de agosto de 1884. Cuentan los biógrafos –y hay que creerles, porque son personas honorables– que era muy chico cuando llegó a la Capital para afincarse en la casa de unos parientes, en el barrio de Barracas.

Cuentan también que estudió violín y piano y que debutó como violinista en el trío que integraban Genaro Espósito (el tano Genaro) en  bandoneón y Enrique Camarano en guitarra; poco después tocó el piano en el mítico trío que completaban Eduardo Arolas en bandoneón y Tito Roccatagliata en violín. Posteriormente actuó con distintos conjuntos y orquestas.

Pero, según señala José María Otero, quien estudió meticulosamente la vida y obra de Bardi, este no se destacó  precisamente como ejecutante; tampoco hizo de la música su principal medio de vida. Esto no le impidió desarrollar una intensa actividad gremial: fue uno de los propulsores de la primitiva Sociedad de Autores y Compositores de Música y estuvo entre los primeros directivos de SADAIC.

Es admirable, en cambio, su labor en el campo de la composición, que marcó la culminación del dinámico proceso de búsqueda y desarrollo de formas y lenguajes en que entonces se hallaba el tango. Su obra revela una fluida inspiración lírica y exhibe un estilo nítidamente perfilado desde las primeras piezas. Para De Caro, Bardi fue un  “inspirado y fecundo creador”. 

De esa fecundidad dan prueba unos sesenta títulos registrados en SADAIC, de los que podemos mencionar, entre los instrumentales, a Lorenzo, Gallo ciego, el nombrado Qué noche, C.T.V., El abrojo, El baqueano, La racha, Tinta verde, La guiñada e Independiente Club y, entre los cantables, a Tierrita, Cabecita negra y Madre hay una sola (con letras, respectivamente, de Juan Andrés Caruso, Atilio Supparo y José de la Vega, los tres grabados por Gardel). A propósito de este último, cuenta Francisco García Jiménez que, puestos de acuerdo músico y letrista en homenajear a la madre –ambos habían perdido a la suya- con un tango, fue Bardi quien, conmovido e influenciado por la sentencia popular,  quiso que ese fuera el título. 

Además, puesto a componer la música, ubicó en el tramo final de la segunda parte del nuevo tango las notas que se corresponderían con el hexámetro en cuestión. Sobre esa música, de la Vega armó la letra en que cuenta una historia clásica del tango, la del hijo decepcionado que busca alivio a su dolor en el cariño materno.   ,

El tango se presentó en un concurso en el que salió quinto;  Gardel, que siempre buscaba nuevas piezas para su repertorio, no encontró entre las que ocuparon los primeros puestos nada que lo satisficiera y en cambio rescató y grabó Madre hay una sola, destacando con su interpretación la nobleza de la melodía y valorizando los sencillos versos (“Besos y amores / amistades, bellas farsas / y rosadas ilusiones / que en el mundo hay a montones, por desgracia”).   

Entre otros cantables, podemos enumerar Se han sentado las carretas, con letra de Enrique Cadícamo; Nunca tuvo novio (también con letra de Cadícamo, la versión de Rivero admira por su sensibilidad, es notable que un tipo tan recio pudiera expresar tanta ternura); No me escribas (con letra de Caruso, magnífica interpretación de Charlo), y La última cita (con letra de Francisco García Jiménez, la versión de Jorge Casal no ha sido superada).

Varios de esos títulos y otros no citados aquí aluden a personajes y episodios de la vida de campo, y son representativos de una época en que la ciudad aún no había perdido a la pampa. En el mismo contexto se ubican muchas piezas de otros compositores como Arolas, Roberto Firpo, Vicente Greco, Alfredo Bevilacqua y Juan de Dios Filiberto, por no citar más que algunos. ¿Acaso la ciudad presentía su pérdida y con estos tangos intentaba conjurarla?

Más allá de elucubraciones, lo cierto es que De Caro elogió en Bardi “sus composiciones de contenido azul y blanco, que encierran un verdadero sentido de expresión local, abarcando sabor de tierra adentro”.

Dijo también que la música de Bardi “debería ser concienzudamente analizada al estudiarla, solo por colegas responsables y no por los prefabricados en ristras dentro del tango”.

Es que generalmente solo se reconoce a Bardi como uno de los más importantes melodistas del género, sin tener en cuenta que su talento, abierto a las innovaciones, también enriqueció la estructura musical con originales aportes. No en vano, De Caro lo calificó, en la década del 60, de  “compositor evolucionista”.

En ese sentido, Roberto Selles asegura que Gallo ciego ya preanuncia lo que sería la vanguardia tanguera pues su estructura, con “una frase melódica cortita, que se repite y se repite”, es la misma que la de La yumba, de Pugliese, y de A fuego lento, de Salgán.

Y con esa estructura  “Piazzolla hace Lo que vendrá, que es la base del tango de vanguardia”, concluye Selles.

Cabe consignar, por último, que la obra de Bardi ha gozado del reconocimiento de quienes lo sucedieron. Sus piezas formaron parte de los repertorios de las mejores y más afamadas orquestas típicas, y dos grandes músicos, que recibieron su innovadora influencia, compusieron en su homenaje sendos tangos: Pugliese le dedicó Adiós, Bardi y Salgán lo recordó con Don Agustín Bardi.

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