Nicolás Poussin: clasicista de alma barroca
- Por Miguel Ruffo
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Hoy se cumplen 430 años del nacimiento del pintor Nicolás Poussin en la población francesa de Les Andelys. Considerado el padre del neoclasicismo de su país, Poussin desarrolló una pintura que encontraba en la antigüedad clásica y en el renacimiento italiano sus fuentes de inspiración, en una época en que el barroco se estaba convirtiendo en el nuevo estilo artístico dominante. Falleció en Roma el 19 de noviembre de 1665.
Virtuoso para el dibujo desde niño, a sus 18 años Nicolás Poussin se dirigió a París para perfeccionar su formación como artista. Georges Lallement y Ferdinand Elle fueron sus maestros. Posteriormente viajó a Roma, tradicional capital de las artes. Son años en los cuales la Roma barroca atravesaba un período rico en lo que hacía a su producción artística. Dicha ciudad dominaba la vida artística de Italia y extendía su influencia sobre el occidente europeo. Era una época única en la historia del arte, consciente de sus objetivos artísticos, y se trataba de dar cabida al subjetivismo emotivo del artista que debía apuntar no tanto a la razón como al mundo sentimental del sujeto contemplador de las obras. Los colores adquieren una gran vivacidad. Son el vehículo que plasma el mundo emotivo del pintor.
Si prestamos atención a los temas de las pinturas de Poussin, dada su filiación con el clasicismo, encontraremos asuntos religiosos, mitológicos e históricos. Sus pinturas se caracterizan por el predominio total de la razón. Es decir, por un absoluto rigor racional en la composición interna de la pintura. Vivió una época definida por el fin de la cultura estética del renacimiento. Sin embargo, en su arte supo combinar la tradición clásica y el rigor racionalista de dicho movimiento cultural con la desbordante emoción del barroco. Por eso se ha pensado a Poussin como un representante de la tendencia clasicista del barroco. En su estilo hay serenidad y equilibrio compositivo, pero también una honda subjetividad emotiva.
Veamos algunas de sus obras:
En Peste en Asdod, óleo sobre lienzo de 1630, Poussin se proyecta a los tiempos del Antiguo testamento. Narra el pánico de los habitantes de la ciudad de Asdod ante la peste que Yahveh les ha enviado por sus creencias paganas. Esta pintura se basa en el libro atribuido a Salomón. Si nos detenemos analizar la imagen, veremos que, sobre un fondo en el que dominan construcciones clásicas por sus líneas compositivas, hallamos un abigarrado grupo de hombres y mujeres cuyos rostros transmiten espanto y dolor ante una realidad, la de la muerte, frente a la cual el hombre es impotente. La dramaticidad de la escena se expresa contundentemente en el cadáver de una mujer hacia el centro inferior de la composición. Y se expresa más aún en el niño que, junto al pecho de la mujer muerta, parece estar como queriendo mamar. El cadáver de otro niño, el hombre caído que se contornea por el dolor, el rostro que un personaje cubre con su mano para no oler el olor de la muerte, la resignación de otro que se apoya sobre una columna caída, todo el bullicio desesperado que la muerte provoca, allí está por dictamen de Yahveh.
Midas y Baco, óleo sobre lienzo de 1630, está basado en las Metamorfosis de Ovidio. Midas, rey de Frigia, le había pedido al dios Baco (Dionisio entre los griegos) que, como recompensa por haberle devuelto a Sileno, le otorgue el don de convertir en oro todo lo que tocase. No sabía lo que pedía, porque al tocar los alimentos también estos se convertían en oro y entonces no podía comer. Implora clemencia al dios y por el dictado de este se da un baño purificador en el río Paktolos. ¿Cuál de las escenas de lo acontecido figura en al cuadro? Observemos la imagen: Midas, el rey, aparece con la rodilla derecha en tierra y con la mano izquierda dirigida al corazón y su otra mano extendida. Su palma se abre y ese gesto es acompañando por la mirada suplicante que se dirige al dios del vino. Baco, totalmente desnudo, escucha la súplica del rey de Frigia. La presencia de personajes tumbados por la embriaguez revela que el elemento dionisíaco, presente en el alma de todo hombre, debe luchar contra los elementos titánicos, también componentes de la condición humana. ¿No fue lo titánico presente en Midas lo que lo indujo al desacertado pedido de que todo se convirtiese en oro? Por ende, la súplica de Midas está representado el momento en que el componente dionisíaco de su alma está requiriendo del Dios el perdón por su hibris titánica.
Rapto de las Sabinas, óleo sobre tela de 1635, nos ubica frente a un acontecimiento de la más primitiva Roma. Como en esta ciudad recientemente fundada faltaban mujeres, Rómulo, el rey fundador, ordenó el rapto de las sabinas (procedentes de otro pueblo del Lacio). Cuando las mujeres asistían como invitadas a una fiesta, Rómulo, de pie sobre un podio, alza su mano izquierda. Es la señal que da a sus hombres para que procedan al rapto de las mujeres. Dinamismo y corridas, hombres alzando mujeres para llevárselas, jinetes arrebatando otras doncellas, súplica de madres desconsoladas por el destino de sus hijas, hombres que miran el acontecimiento, todo contribuye para darle al rapto de las sabinas la dramaticidad que tal hecho tuvo. La representación de Poussin, que pintó el cuadro para entregárselo al cardenal Aluigi, hizo que el rapto de las sabinas se caracterizase no sólo por su densidad dramática sino también por la presencia de arquitectura clásica como fondo de la composición.
Moisés salvado de las aguas, óleo sobre tela de 1638, es otra obra cuya fuente literaria es el Antiguo testamento. En este caso nos encontramos frente a una imagen inspirada en un pasaje del del libro del “Éxodo” en el que se relata el momento en que la hija del Faraón fue con sus criadas a bañarse al Nilo y divisó entre los juncos una cestilla en la que encontró a un niño que lloraba. Vemos un paisaje clásico romano por el puente con la serie de arcos y, a un mismo tiempo, egipcio por las pirámides. Asistimos al instante en que la princesa egipcia descubre al niño –al que luego adoptará y llamará Moisés– y ordena que sea retirado de las aguas por sus sirvientas. El río Nilo se nos presenta en todo su esplendor. Así, vemos la transparencias de sus aguas, y un cielo, parcialmente cubierto por nubes, puede estar preanunciando el rol libertador del Moisés adulto que para los egipcios fue dolor y pesadumbre.
Tal vez Los Pastores de la Arcadia, óleo sobre lienzo, de entre 1650 y 1655, sea la más famosa de las pinturas pastoriles. Un grupo de pastores se halla frente a una tumba y descifran la inscripción de esta: “Et in Arcadia Ego” (También yo estoy en la Arcadia), con ello Poussin aludía a la presencia de la muerte en el idílico mundo de los pastores y campesinos. La muerte no es privativa de la ciudad, del artificioso mundo creado y desarrollado por el hombre. No, la muerte también reside allí donde los hombres están más en contacto con la naturaleza. El paisaje, con su luz natural, con su horizonte delimitado, con sus montañas macizas, responde al bello clasicismo de Poussin. Esta pintura ejerció gran influencia en el desarrollo del paisajismo en el arte. Para poder comprender en toda su dimensión su significado debemos tener en cuenta la leyenda de que la Arcadia era ese espacio en que se desarrollaba la vida ideal de los pastores dedicados a la música, la poesía y el amor. Pero en ese mundo idílico, en esa naturaleza casi virgen, en ese sueño campesino de un mundo ideal, también estaba presente la muerte.
Fuentes consultadas:
Biblia de Jerusalén.
Stukenbrock, Christiane y Topper, Bárbara (2011). 1000 obras maestras de la pintura, Barcelona, H f Ullmann.