Qué culpa tiene el tomate

El índice de inflación de precios minoristas correspondiente a enero último, que según el Instituto Nacional de Estadística y Censos –INDEC- fue de 3,9%, constituyó la cifra más alta desde abril del año último.

A ese elevado índice contribuyeron principalmente los alimentos frescos, que representaron un 1,27% (casi un tercio) e impulsaron las alzas. En ese rubro, la cifra más alta correspondió al tomate redondo, con un aumento del 82,2%; lo siguieron la lechuga, cuyo precio se incrementó en un 51,1%; el limón, que subió el 30,2%; la naranja, que trepó al 15,2%; la papa, con un alza del 14,2%, y el pan, que se elevó al 11,8%.

Muchos atribuyeron la fuerte alza del tomate a factores climáticos (mucho calor y pocas lluvias). Por su parte, el actual secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, en declaraciones radiales, achacó el alto índice de inflación de enero a “la falta de instrumentos regulatorios”.

En ese sentido, dijo que “hay que reconstruir instrumentos estatales que permitan establecer regulaciones frente a lo que es el libre mercado en la asignación de recursos de alimentos”.

Dijo también: “Tenés que generar canastas de oferta –y donde estamos demorados es en los frescos, más que en los envasados– que permitan vincularlas con el ingreso popular y establecer precios de referencia”. Y remató: “La tarea nuestra es afirmar la canasta de frescos, que tendría que estar apareada a la canasta de envasados”.

Días antes, el sucesor de Guillermo Moreno había admitido: “Estamos perdiendo la batalla de los productos frescos, como la carne, el tomate, la papa, las verduras”.   

Los más memoriosos recordarán que a fines de 2013 también se había producido una fuerte alza en el precio de los alimentos frescos, liderado por los del tomate perita, el choclo, el del tomate redondo y la berenjena.

En ese contexto, la entonces titular de la Subsecretaría de Defensa del Consumidor, Lucila “Pimpi” Colombo, había recomendado en un comunicado de esa dependencia “sustituir el tomate en nuestras comidas” y aconsejado que “para acompañar las pastas, en lugar de salsa de tomate podemos preparar una salsa blanca o de crema”. Claro que ahora es la realidad la que aparta a la apetecible fruta de la mesa de los argentinos

Esto nos sume en hondas reflexiones, porque la cuestión no es meramente culinaria sino que atañe también a la cultura, por lo menos desde el concepto de esta actualmente en boga. ¿O acaso Inés Urdapilleta, cuando presidía la Comisión de Cultura de la Legislatura, adonde llegó en representación del Frente para la Victoria, no impulsó un proyecto para incluir a la milanesa napolitana en el patrimonio cultural porteño?  Pues bien, el precio del tomate (y el de la carne) inducen a erradicar a ese plato tan nacional y popular.

Debido a las fuertes subas de la lechuga y de la cebolla, tendremos que despedirnos, además, de otros elementos definitorios de nuestra identidad como la clásica ensalada mixta y la tradicional ensalada criolla, históricas acompañantes del gran ícono de la argentinidad; dicho sea de paso, el asado registró en enero una suba de 0,8%.

Quien se propusiera reemplazarlo por el socorrido pollo al horno con papas tendría que pensarlo bien, dado que el precio del ave se incrementó en un 2% y el de las papas, como mencionamos, el 14,2%; ni que hablar de recetas un poco más elaboradas, como el pollo a la cazadora o a la naranja (que tuvo un alza de 15,2%).

Por otra parte, experimentarán un duro golpe los exponentes de la cocina saludable, desde la elemental parrillada de vegetales hasta el sofisticado ratatouille, pasando por el sobrio panaché.

Volviendo a los platos más representativos del sentir popular, es preciso señalar que vamos a extrañar también a la pizza de cancha y al sencillo pero entrañable pomodoro. ¿Y qué decir del tuco para los ravioles del domingo? ¿Adónde iremos a mojar el pancito? Claro que, como dijimos, el precio del pan trepó al 11,8%. Pero, ¿usted se imagina los ravioles del domingo sin tuco y con galletitas?

Haciendo de tripas corazón, hasta podríamos llegar a renunciar al bíblico alimento. Pero los ravioles sin tuco… serían como la flor sin perfume, el tigre sin rayas, la maza sin cantera.  

Ya que incursionamos en el cancionero, hoy evocamos  nostálgicamente al pucherito de gallina (para no mencionar el de carne) que dejó de formar parte de “la eterna rutina” del tango de Roberto Medina popularizado por Edmundo Rivero, y amenaza con emprender el camino de las cosas que se piantan. Y notamos que después de todo no era tan gil el personaje de Discepolo que creía serlo porque “alzó un tomate y lo creyó una flor”, puesto que un kilo de la fruta cuesta más que media docena de rosas, por ejemplo.

Y por esas cosas del comercio interior y exterior, recobra sorprendente actualidad la copla de la Guerra Civil Española que se pregunta “qué culpa tiene el tomate / que está tranquilo en la mata / si viene un hijo de p… / y lo mete en una lata / y lo manda pa’ Caracas”.