Tolerancia cero para curas abusadores
- Por Tras Cartón
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Referentes de ONG internacionales contra la pederastia, junto con víctimas argentinas, reclamaron anteayer, en conferencia de prensa, que el papa Francisco venga a nuestro país y efectivice aquí su proclamada política de “tolerancia cero” para con los miembros del clero responsables de abusos sexuales.
Se trata de Ending Clergy Abuse (ECA, que significa “Fin al Abuso del Clero”) y BishopAccountability.org (Rendición de Cuentas para los Obispos). Según se informó, la primera agrupa a víctimas y activistas de veintinueve países de los cinco continentes, y en febrero último lideró las protestas realizadas por sobrevivientes globales en Roma, durante la cumbre sobre abusos sexuales del clero convocada por Jorge Bergoglio, en tanto que a la segunda se la considera como la organización global líder sobre rastreo y contabilización de casos de abuso.
Significativamente, la conferencia de prensa se efectuó frente al Hogar Sacerdotal Monseñor Mariano A. Espinosa de la calle Condarco 581 del barrio de Flores, donde, según se comunicó, estuvo refugiado el sacerdote Ramón Pardo, denunciado por haber abusado en 2002 del adolescente Gabriel Ferrini.
En primer término, Peter Isely, miembro fundador de ECA, expresó que “si el papa Francisco no puede hacer efectiva la tolerancia cero en la Argentina no será capaz de hacerlo en ninguna otra parte”, que “aquí es donde tiene más poder e influencia” y que este “es, simbólicamente, el país más importante en la lucha contra el abuso en el mundo”.
Lo dijo con referencia a la consigna repetidamente enunciada por Bergoglio, así como a su discurso de cierre de la cumbre sobre la pederastia realizada en febrero último en el Vaticano, en el que sentenció que “ningún abuso debe ser jamás encubierto ni infravalorado”.
En ese sentido, Isely recordó que “en febrero el Papa declaró abierta una guerra contra los abusos” y que “llamó a los curas abusadores lobos sanguinarios” pero, inquirió, “¿qué pasa en su propio país?”.
Se respondió que “lamentablemente, no ha estado del lado de las víctimas, tiene que venir aquí y hacer realidad la tolerancia cero”.
Y aclaró: “Cuando decimos tolerancia cero exigimos que todos los religiosos abusadores sean separados de sus cargos dentro de la Iglesia y puestos a disposición de la Justicia, pero también las jerarquías que los encubrieron”.
Para las ONG convocantes, a nuestro país le cabe un “papel clave” para resolver la crisis mundial de abuso en la Iglesia Católica, y Bergoglio debe presentarse para garantizar que aquella aplique medidas contra esos delitos y no proteja a quienes los cometen.
Isely reclamó también “la anulación del concordato en caso de abusos sexuales, porque la Iglesia lo utiliza para obstruir la justicia”.
Se trata del acuerdo suscripto entre el Vaticano y el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía en 1966 (a escasos cuatro meses del derrocamiento del presidente constitucional Arturo Illia) y que las jerarquías eclesiásticas invocan para no dar información en casos de estos delitos; es así como no se cuenta en el país con un registro oficial de denuncias judiciales de abusos cometidos por miembros de la Iglesia católica.
En ese contexto, la codirectora de BishopAccountability, Anne Barrett Doyle, señaló: “Sabemos que en un país tan grande como Argentina, si hubiera total apertura, debería haber muchos cientos de curas denunciados, pero solo sabemos de un centenar de acusados de abuso sexual identificados públicamente”.
De acuerdo con esa organización, “en Irlanda y Holanda –países que cuentan con un menor número de sacerdotes y fieles católicos que Argentina– los funcionarios de la Iglesia han reconocido cifras que son mucho más altas que las de Argentina”.
Así, el centenar de identificados “representa tan solo una parte del número total de clérigos a los que se hubiera denunciado por abuso sexual si los obispos de Argentina estuvieran obligados a notificar a las autoridades civiles, el sistema jurídico de Argentina otorgara más tiempo a las víctimas para presentar denuncias por delitos penales o civiles, o las diócesis de Argentina fueran investigadas por los ministerios fiscales o las comisiones del Estado”.
Subraya también que “este banco de datos reúne información obtenida de los medios de comunicación y de documentos legales e información jurídica, que solo existe gracias a la valentía de los denunciantes y a la perseverancia de los periodistas”.
Para la dirigente, Bergoglio “no podía no estar al tanto” de este estado de cosas pero, “en sus 14 años de arzobispo de Buenos Aires, solo envió dos alegatos al Vaticano con respecto a abusos sexuales en su diócesis”.
A continuación, y según consigna Télam, la dirigente pasó a nombrar a varios dignatarios eclesiásticos que, a su juicio, “el papa Francisco debería investigar por su complicidad o falta de acción en casos que fueron denunciados”.
Así, sostuvo: “El cardenal Mario Poli no ha develado ninguno de los secretos de abuso de su diócesis y nosotros sabemos que hay y hubo muchos”. Mencionó también a los arzobispos de Paraná, Juan Alberto Puiggari; de Salta, Mario Antonio Cargnello; de Río Negro, Marcelo Cuenca; de La Plata, Víctor Manuel Fernández; de Catamarca, Luis Urbanc, y de Mendoza, Marcelo Colombo.
Destacó por otra parte que hay fiscales que asumen el compromiso de “avanzar en investigaciones cuando se presentan denuncias contra religiosos, pero tienen sus manos atadas” porque, a causa del concordato, “la Iglesia puede ponerse sobre las leyes nacionales”.
A su vez. Julieta Añazco, quien denunció haber sido abusada en su niñez por el sacerdote Héctor Ricardo Giménez, instó, en uno de los momentos más emotivos de la actividad: “Pedimos que la Iglesia deje de encubrir a los obispos acusados de abuso, que deje de encubrir a los sacerdotes y monjas que abusaron de nosotras y de nosotros y que los denuncie frente a las autoridades competentes de cada país”.
Por su parte, Gabriel Ferrini recordó que, después de haber sido abusado por el sacerdote Pardo (entonces portador del V.I.H. y fallecido dos años más tarde), su madre acudió primero al obispo de Quilmes, Luis Stöckler, y después al arzobispo de Buenos Aires. “Mi mamá fue echada por patovicas de Bergoglio, que no quiso recibirla”, contó.