“Peleo por los que vendrán”
- Por Haydée Breslav
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Causó profunda conmoción la noticia de la muerte del reconocido referente de la lucha por los derechos humanos y vecino de la Comuna 15, Enrique “Cachito” Fukman.
Había empezado a participar (palabra que, decía, le gustaba más que militar) a los 15 años, cuando todavía estaba en la escuela técnica. Tenía 19 en momentos de producirse el golpe; militaba a la sazón en Montoneros, a los que se había sumado “por desear construir un país sin ninguna forma de opresión ni de explotación, un país de iguales”.
Su hermano menor, Jorge, que también militaba en esa organización, fue muerto el 5 de febrero de 1977; tenía 17 años. El sábado18 de noviembre de 1978, a mediodía, Enrique fue secuestrado en la esquina de las avenidas San Juan y La Plata y conducido a la ESMA, donde permaneció quince meses, seis y medio de los cuales encapuchado y engrillado, y el resto en lo que se dio en llamar trabajo esclavo. Puesto en libertad el 18 de febrero de 1980, poco después ya estaba militando nuevamente.
En 1985 declaró como testigo en el histórico Juicio a las Juntas y posteriormente testificó o participó como querellante en distintas causas por crímenes de lesa humanidad. Asimismo fundó, junto con Adriana Calvo y su compañero de cautiverio, “el sueco” Carlos Lordkipanidse, la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos. Referente de la lucha por los derechos humanos, se destacó como impulsor y articulador del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, desde donde participó activamente en la organización de los actos en repudio al golpe del 76. Por esas fechas lo vimos asistir también a las actividades realizadas por el Encuentro de la Memoria en la plaza 24 de Septiembre, de la avenida San Martín y la calle Apolinario Figueroa.
Parecía que ninguna lucha le era ajena: allí donde algún sector vulnerable levantaba su bandera de protesta y rebeldía, allí estaba Cachito ofreciendo su experiencia, solidaridad y apoyo. Fiel a sus ideas, también participó de la masiva movilización de protesta contra el memorándum de entendimiento con Irán.
Era conocido y manifiesto su desacuerdo con los organismos cooptados por el kircherismo. En ese sentido, fue uno de los más firmes opositores a lo que él consideraba la política de banalización de la ESMA, llevada a cabo por el gobierno anterior, que tuvo su culminación en el insólito asado.
“Lo que buscan, obviamente, es una memoria donde quede banalizada toda la lucha anterior, porque entonces este es el mejor de los países”, nos dijo en una entrevista, en la que afirmó que “el asado es una consecuencia de esa política de banalización, como si en Auschwitz invitaran a pasar una Navidad, vinieran con un pan dulce y te dijeran ‘lo hicimos en los hornos’”.
Como quería Lenin, Enrique soñaba y creía en sus sueños. Así lo expresó: “No podemos negar que el genocidio fue una derrota de los pueblos y esa derrota caló en muchos, pero eso no significa que otros muchos no sigamos manteniendo nuestros sueños, convencidos de que vale la pena seguir peleando por ellos, que no tienen que ver con el pasado sino con el futuro. Yo no peleo por mis compañeros desaparecidos, lo hago por sus hijos, por sus nietos y por sus bisnietos: por los que vendrán”.





