No hay duda, Alberto
- Escrito por Victor Pais
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Alberto Diógenes Sosa quiso saber la verdad. Siempre estuvo en su naturaleza querer saber la verdad. Por eso conocía su pronóstico. Y así y todo luchó varios meses contra la crueldad de un cáncer implacable, con el objetivo de ganar al menos una semana o unos momentos más de vida. Ya con gran dificultad y desplazándose con la ayuda de un bastón, los últimos días en que lo vimos atender su ferretería de la avenida San Martín fueron los de diciembre del año pasado.
En ese local llevaba 35 años. Allí, muchos clientes que venían por diez tornillos o cualquier otro artículo se iban habiendo adquirido conocimientos de historia o economía, o con esa sensación reconfortante que deja un cálido diálogo sobre las cosas esenciales de la vida. Así, a través del mostrador, algunos cultivamos la amistad con Alberto y la vimos crecer.
Su familia paterna era de Laboulaye, ciudad agraria del sur de Córdoba, y allí pasó largos veranos de su infancia. En parte por eso, lo apasionaba todo lo relacionado con el campo. Y como siempre fue muy estudioso, en 1995 se recibió de ingeniero agrónomo, aunque nunca llegó a volcarse de lleno a esa profesión.
Como no podía ser de otra manera, por su personalidad y su conciencia social, Alberto estuvo entre los más entusiastas impulsores de la gran asamblea popular que se gestó a comienzos de 2002 en la esquina de avenida San Martín y Juan B. Justo, y participó luego en iniciativas vecinales orientadas a mantener encendida esa llama. Fue un consecuente cuestionador del orden establecido y un duro crítico de los que se dejaron deslumbrar por el canto de sirenas de “la década ganada”. Eso no le impedía ser respetado y aun querido por quienes no compartían sus ideas políticas.
Y –¡faltaba más!– fue un gran distribuidor, pero sobre todo lector y difusor de nuestro periódico.
No hay duda, Alberto. ¡Te vamos a extrañar!





