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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 12 de febrero de  2025
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Pasión futbolera para transformar las cosas

Pasión futbolera para transformar las cosas

En 2020 un grupo de socios de la Asociación Atlética Argentinos Juniors con activa participación en la vida política del club lanzaron, impulsados por su propio presidente, Cristian Malaspina, la Fundación Social Argentinos Juniors. Uno de ellos, Darío Vaccarini, acaba de asumir en reemplazo de Pedro Glik el mando de este espacio autónomo y sin fines de lucro creado, de acuerdo a lo que postula su Facebook oficial, "con el objetivo de promover la inclusión social por medio de diferentes programas educativos, culturales y sociales, y alentar el desarrollo social de niños, niñas, jóvenes y adultos que viven en vulnerabilidad". Aquí lo que rescatamos de la charla que con él tuvimos, café de por medio, en Torino Norte.

–¿Por qué el club consideraba necesaria la creación de una fundación?

–Lo que buscó Cristian cuando armó con Pedro Glik la Fundación es darle una pata social a lo que era Argentinos Juniors, que no la tenía en ese momento. El día a día del club de fútbol te consume mucho como para dedicarle a generar recursos para otras cosas que no sea el motor del fútbol o sostener las disciplinas del club que se practican en el Polideportivo Malvinas. Había que crear otro ámbito que pudiera llegar a generar dinero para darle indirectamente al club o para que la plata no salga del club. Si hacemos un comedor para darle de comer a las inferiores, por ejemplo, lo arma la Fundación, consigue los insumos la Fundación, genera los recursos la Fundación y lo mantiene la Fundación. Entonces ya es un gasto menos para el club.

–Estamos particularmente en un contexto de creciente incremento de la población vulnerable y de un empeoramiento generalizado y muy severo de las condiciones de existencia de la población trabajadora, ¿cómo repercute esto en la tarea que desarrollan?

–Al WhatsApp de la Fundación lo único que llega son mensajes de gente pidiendo comida. Los lunes salimos a darle pizza a la gente en situación de calle en la zona de Chacarita y Paternal. Desapareció el Estado. Nosotros, antes, a través del Ministerio de Desarrollo Social, recibíamos tres toneladas de alimentos por mes. La gente se acostumbró a que nosotros teníamos comida. Entonces te siguen pidiendo, pero ya no la tenemos y no podemos conseguirla porque nadie te da. El Estado no está y las empresas están lucrando como nunca. Estamos armando toda una ingeniería para salir a trabajar con mayoristas, con distribuidoras que sabemos que ahora les va a sobrar mercadería, que sabemos que se acercan las fechas de vencimiento y entonces, como no pueden venderla, queremos empezar a aprovechar eso.

–Mencionaste antes a las inferiores, ¿cuál es el lugar que ocupan en la actividad de ustedes, dado que son una fundación ligada a un club de fútbol?

–Se viene implementando desde la gestión anterior el programa Ser Semillero, que para mí es la columna vertebral de la Fundación. El eje de todas las acciones que nosotros realizamos. Es algo espectacular lo que logramos en poco tiempo. Después de que terminó la pandemia empezamos a tomar contacto con los chicos, con las familias de los chicos y un grupo de chicas y chicos, en este caso, la mayoría son chicas, asistentes sociales, psicólogas, trabajan con los chicos que entran a novena división y hacen una especie de ambiental. Al principio costó mucho porque surge la desconfianza de que “si digo tal cosa por ahí a mi pibe no lo toman”, hasta que vieron que no, que ante las distintas problemáticas que venían emergiendo había soluciones. Gracias al trabajo que estamos haciendo, que es el relevamiento haciendo un ambiental en cada una de las familias, sabemos cómo está compuesto el grupo familiar, en dónde viven, cuáles son las necesidades, si cobran o no planes, si van todos sus hermanos al colegio o no van al colegio, si el padre tiene trabajo, si tienen heladera o no, si tienen televisor o no, y cada vez que aparece la necesidad de algo ya vamos directamente a donde está el requerimiento.

–¿Qué estrategia delinea la Fundación frente a la realidad de que gran cantidad de pibes que se ilusionan con ser futbolistas profesionales se quedan en el camino?

–Sí, más del 90% son. Cuando yo te digo que en esta gestión el programa Ser Semillero va a ser la columna vertebral de todo esto es justamente trabajar sobre estos aspectos, pero no solamente del pibe cuando queda libre. Hace unos días, de dos hermanitos uno siguió y otro quedó libre y se quiso suicidar. La presión, porque en muchos casos la familia deposita toda la ilusión y toda la presión en ese pibe… Con las chicas que hacen el relevamiento nos encontramos casos de gente que viene de provincia de Buenos Aires, ocho en una habitación en una casilla de chapa, en un mismo colchón, no tenían planes sociales, vivían de las changuitas del padre y cuando el padre se enfermaba los nenes iban a los comedores. La mayoría no iban al colegio. Una de las hermanas, consumidora de paco, le robaba los botines para poder comprarlo, entonces el pibe no iba a entrenar porque no tenía los botines. Una cosa terrorífica. Entonces vos decís: “Vamos a hablar del bullying”, pero hay otras necesidades más imperiosas. Nosotros estamos trabajando ahora para que los chicos puedan desayunar y merendar. Muchos vienen sin comer a la mañana y no les podés hacer actividad física cuando no tienen nada en el estómago, y muchos se van y sabemos que no van a cenar, entonces aunque sea que se vayan con una merienda.

–Si esas necesidades tan básicas no están resueltas, cómo hablar de estudiar, por ejemplo.

–¡Cómo hablar de estudiar! Nosotros igualmente a los chicos que están en la pensión sí tienen la obligación de ir al colegio. Ahora conseguimos útiles para todos porque obviamente no tienen los medios para comprar nada. A partir de donaciones de un montón de gente en la cancha, que traían útiles escolares, pudimos, a los chicos que están bajo la tutela del programa Ser Semillero, que son muchos –y muchas familias–, asistirlos con útiles, pero también con alimentos, psicólogos… Hemos participado en situaciones donde había denuncia de violencia de género. Aparecen tantas problemáticas. Imaginate, un club de fútbol dice: “Qué hago con esto”. Bueno, hoy la Fundación está trabajando en eso. Hoy tiene un rol muy fuerte dentro de lo que son las inferiores del club. Ahora vamos a ver si hacemos cursos de oficios para hermanos mayores que están sin laburo y que dicen “no sé hacer nada”.

–¿Qué expectativas tenés en relación con los objetivos de inclusión social que se propone la Fundación?

–El fútbol mueve tanta gente. Miles de personas. Juega Argentinos y hay 8000 o 9000 personas en la cancha. Pasionales, que van y gritan por su equipo y uno ve –a mí siempre me llamó la atención que vengo del lado político– tanta pasión puesta al pedo porque llegan, ven el partido y se van. Mucha energía que se puede aprovechar para transformar cosas. Dar una vuelta de rosca y aprovechar eso pasional y ponerlo al servicio de la solidaridad. Pibes que en su vida se les ocurrió hacer solidaridad ni traer una bolsita con útiles para un chico que lo necesita, al poner el escudo de Argentinos y que Argentinos está haciendo eso, la traen. Porque está el fútbol adelante. No me lo explico. No me lo preguntes. Se siente orgulloso de que desde el club del que es hincha se pueda llevar la solidaridad a alguien sin darse cuenta de que él es el instrumento. Esos, si no estuviera Argentinos, no son de ir a una asociación a colaborar –porque hay un montón de fundaciones que se dedican al tema social y no van–, pero sí a un club de fútbol porque son hinchas y se sienten representados por esa pasión.

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