Una revolución en cuatro momentos

En vísperas de celebrarse un nuevo 25 de mayo, nuestro columnista de historia, Miguel Ruffo, participó como disertante en la charla “Pueblo y Revolución” realizada en la sede comunal 5 de la ciudad de Buenos Aires y organizada por la Asociación Civil Ambiental Todos por la Plaza de Boedo.
Ruffo comenzó señalando que “la Revolución de Mayo se produce en la época de las revoluciones democrático-burguesas”, para luego referir que se trata de “una época que se inicia en el siglo XVII con la Revolución Inglesa de 1640-1688, que continúa y se afianza a fines del XVIII, primero con la guerra de la independencia de las colonias inglesas de América del Norte, que da origen a una república burguesa, y se profundiza con la Revolución Francesa de 1789 y con un acontecimiento económico muy importante, que es la revolución industrial a fines del XVIII en Inglaterra, que transforma a la burguesía inglesa en una burguesía netamente industrial o fabril”.
Después de descartar la posibilidad de dar respuesta en la charla a la pregunta de “si la Revolución de Mayo fue o no fue en la historia argentina la revolución burguesa”, Ruffo anticipó que su exposición iba a estar centrada en cuatro momentos: la creación del Virreinato del Río de la Plata, las invasiones inglesas, la revolución del 1º de enero de 1809 y la Revolución de Mayo propiamente dicha.
“Para comprender la Revolución de Mayo tenemos que arrancar con la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776. Las reformas borbónicas, las reformas de Carlos III, con esa creación, tienen por objetivo recuperar para España la iniciativa estratégica en el extremo meridional de América”, explicó el historiador, quien luego habló de la dimensión que iba a adquirir Buenos Aires, la capital del virreinato, como una “submetrópoli fiscal”, sobre todo después de 1806, cuando se produce la primera de las invasiones inglesas: “Se va a quedar cada vez más con una parte alícuota creciente de la plata potosina”, dijo. Y precisó: “En lugar de llegar la plata a la metrópoli, se queda en Buenos Aires porque esa plata era necesaria para sostener la expansión del aparato militar y administrativo. Recordemos que las milicias criollas van a tener una renta, un pago. Y este pago provenía de la plata que se extraía de Potosí”.
Al introducirse en el segundo momento, el de las invasiones inglesas, Ruffo consideró tres variables: “Las milicias, el cabildo y el vértice de la pirámide social de la burocracia colonial, que es el virrey”. Después de ofrecer un sintético cuadro de la situación europea en 1806 y del accionar de las logias masónicas que buscaban en Inglaterra un aliado para promover la independencia de las colonias españolas en Latinoamérica, Ruffo se refirió a la invasión de 1806 como un quiebre: “Ahí se derrumba la estrategia del rey Borbón porque Buenos Aires va a ser efectivamente reconquistada, pero no va a ser reconquistada desde el vértice de la pirámide social, el virrey Sobremonte, sino que va a ser recuperada mediante la movilización política y militar urbana”. Y puntualizó: “Una reconquista que se apoya sobre un trípode: las fuerzas que organiza Santiago de Liniers en la Banda Oriental, que cruzan el Río de la Plata, desembarcan a la altura del Puerto de las Conchas en San Fernando y avanzan sobre Buenos Aires; las fuerzas organizadas por Juan Martín de Pueyrredón en la campaña de Buenos Aires; y las fuerzas organizadas en la propia ciudad de Buenos Aires por Martín de Álzaga. El trípode da origen a milicias tanto criollas como peninsulares”.
Una vez realizado un análisis minucioso de la composición de estas milicias en las que los patricios, “nativos de la intendencia de Buenos Aires”, constituían “el eje vertebrador del sistema miliciano”, Ruffo se preguntó: “¿Se generó con la formación de estas milicias y con lo que va a acontecer en el cabildo una especie de dualidad de poder?”, para responderse: “Se gesta por un lado un nuevo poder, que es el de esta burguesía de hacendados y de comerciantes ascendentes [el de las milicias criollas] en contraposición a aquella otra burguesía formada por los comerciantes monopolistas nucleados en las milicias peninsulares y que controlan los cargos capitulares, y ambas en contraposición al vértice de la pirámide social de la burocracia colonial”.
Luego de explayarse con amplitud sobre el carácter del Cabildo, el significado de los cabildos abiertos y la controvertida trayectoria de Liniers, Ruffo se encuadró en el que había definido como el tercer momento de su exposición: la revolución del 1º de enero de 1809. “¿Quiénes son los que protagonizan esta revolución y por qué? Es la revolución que lleva adelante el partido peninsular, cuya cabeza es Martín de Álzaga. ¿Qué se proponía este partido peninsular? Este partido peninsular se proponía deponer a Santiago de Liniers y organizar una junta de gobierno en el Río de la Plata que ejerciese el mando o el gobierno a nombre del monarca cautivo Fernando VII. Los primeros en hablar de junta en el Río de la Plata son precisamente los comerciantes monopolistas. El 1º de enero de 1809 el partido de la Reconquista derrota al partido de las juntas al reprimir el cuerpo de Patricios, entre otras milicias criollas, a las milicias peninsulares y por lo tanto desbaratar la revolución de Álzaga. Acá se produce un hecho importante porque al desbaratarse el partido de Álzaga se limita el poder que tenía el comerciante monopolista a través de los cargos capitulares del Cabildo y se disuelven las milicias peninsulares. De manera tal que cuando se produzca la Semana de Mayo van a carecer de poder de fuego los partidarios de la continuidad de Cisneros en el mando”.
El cuarto y último momento de la exposición, el de los sucesos de mayo de 1810, también tuvo por parte de Ruffo el aporte de elementos contextualizadores relacionados con los sucesos de Europa y en particular de España, donde se desarrollaba la guerra de independencia contra la ocupación francesa. Una vez expuestos, el disertante señaló: “En el cabildo abierto del 10 se debatió si el entonces virrey del Río de la Plata, Baltasar Hidalgo de Cisneros, tenía o no, desde el punto de vista jurídico-político, título suficiente para continuar ejerciendo el mando en el contexto de la disolución de la Junta Central de Sevilla, la conformación del Consejo de Regencia y la ocupación de prácticamente la totalidad de la península ibérica por las tropas de Napoleón Bonaparte. Y hubo dos posiciones enfrentadas: la de aquellos que sostenían el derecho de Cisneros para continuar ejerciendo el mando y la de aquellos otros –Castelli, Paso, etcétera– que, basándose en la teoría pactista española, sostuvieron la caducidad del virreinato. ¿Cuál era la teoría pactista española? La teoría de los padres Suárez y Vitoria. El fundamento del poder es Dios: Dios lo transfiere y lo delega en el pueblo. El pueblo es depositario de ese mandato. Pero el pueblo lo delega a su vez en una autoridad para que ejerza el gobierno en el reino. Si la autoridad desaparece por algún motivo, el poder retrovierte al pueblo. Lo que se va a argumentar en el cabildo abierto es que, al no haber participado la América hispano-colonial en la conformación del Consejo de Regencia, este carecía de autoridad legítima para continuar mandando en los espacios hispano-coloniales. Por lo tanto la autoridad de Cisneros ha caducado y el poder retrovierte al pueblo para que este designe la nueva autoridad. Lo van a refutar a Castelli y Paso con el argumento de que el virrey es autoridad de todo el virreinato y no solamente de Buenos Aires, por lo tanto es necesario un congreso general de los pueblos para decidir el problema. Paso va a responder que efectivamente es así, pero que dadas las circunstancias excepcionales que se estaban viviendo, Buenos Aires, como hermana mayor del conjunto de las provincias, podía proceder a deponer al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros hasta tanto se convocase un congreso general de los pueblos”.
Así llegamos a la jornada del 25 de mayo de 1810, en la cual se impone la que conocemos como Primera Junta Gubernativa: “Eso nos habla de la movilización popular urbana en las jornadas del 22 de mayo y del 25 de mayo del 10”, concluyó Ruffo.
En la charla precedió a Ruffo como disertante el historiador y presidente de Baires Popular Diego Ruiz y fue parte de la mesa, en calidad de presentadora, María Virginia Ameztoy, presidenta de la asociación civil que organizó el encuentro.