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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 6 de octubre de  2024
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Edificio Kavanagh: el primer rascacielos

Edificio Kavanagh: el primer rascacielos

Ubicado frente a la Plaza San Martín, en el barrio de Retiro, se eleva imponente el Edificio Kavanagh. Sobre la historia y las características de esta reliquia de la arquitectura porteña charlamos con el arquitecto Marcelo Nougués, autor de un libro consagrado al tema.

Inaugurado en 1936, fue entonces el edificio de hormigón armado más alto de Latinoamérica:120 metros de altura, 31 pisos con 105 departamentos, y una construcción escalonada que permite terrazas jardín. Trajo grandes innovaciones como aire acondicionado centralizado, pileta, talleres de lavado y planchado, cámara frigorífica y sistema de telefonía central. Curiosamente nunca tuvo cocheras ni portero eléctrico. Parece un barco apuntando su proa hacia el Río de la Plata. Proyectado por el Estudio Sánchez, Lagos y de la Torre, con Corina Kavanagh como su indiscutida mentora, en 1999 es declarado Patrimonio Mundial de la Arquitectura Moderna por la Unesco, y en Argentina, Monumento Histórico Nacional.

Marcelo Nougués, reconocido arquitecto, es también investigador de patrimonio arquitectónico de la ciudad. Recientemente presentó su libro Cora Kavanagh y su edificio, una investigación fascinante que aporta material inédito sobre este proyecto vanguardista. En él dice al comienzo: “La vida de Cora me atrapó al punto de rendirle esta suerte de homenaje. En plena depresión económica y en una sociedad en la que los desarrollos inmobiliarios eran dirigidos sólo por hombres de negocios o importantes compañías comerciales, esta emprendedora y coleccionista mundana condujo su propio proyecto cuando ninguna mujer de su clase y posición se hubiera animado siquiera a soñarlo. Esa supuesta venganza contra una familia que no la encontraba lo suficientemente ‘patricia’ como para integrar su círculo, terminó por legarle a la ciudad el edificio más lindo y querido por los porteños, al decir de una encuesta realizada en 2013…”

Lo une a este edificio una historia mucho más personal, ligada a recuerdos de infancia.

–¿Cómo fue tu primer encuentro con el Kavanagh?

–Viví hasta los seis años con mi abuela, en Juncal y Esmeralda. Mi niñera me llevaba a jugar todos los días a la plaza San Martín, donde había otros chicos del barrio con los que jugábamos. Y un amigo de las hamacas un día me invitó a su cumpleaños: era en el Kavanagh. Tenía cuatro años y medio, aún recuerdo cada minuto de esa primera visita: un gigantesco hall y ascensores supersónicos en un rascacielos. Siempre quise volver. Un alumno de mi profesora de inglés era del Kavanagh y yo le pedía, inútilmente, tomar clases con él. Cuando a los treinta ya era arquitecto, nuestro estudio fue consultado por una obra y recién allí volví. Hasta que llegaron a mí unos archivos de Cora con los que comencé la investigación.

–Era un personaje bastante enigmático…

–Nació en 1890 y murió en 1984, no dejó ningún testimonio oral ni escrito, ni siquiera una carta. No tuvo hijos, sólo unos sobrinos nietos que la conocieron poco. Durante veinte años fue una celebridad, desde 1932, cuando inaugura el primer rascacielos de la ciudad. A fines de los 40 su nombre comienza a desaparecer y no queda registro de su vida. Fue una mujer muy atípica. Como explica en el prólogo Ernesto Montequin, fue hija y nieta de humildes inmigrantes irlandeses llegados en la segunda mitad del siglo XIX huyendo de una gran hambruna. Heredó su riqueza de su primer marido, treinta años mayor. Más allá de un afán de rentabilidad inmobiliaria, concentró su anhelo de trascendencia en un único proyecto: construir el edificio más alto y moderno de Buenos Aires.

–¿Por qué crees que el Kavanagh es tan importante?

–Hay dos respuestas: una es la leyenda urbana de la venganza. Está instaurada en los porteños, y por más que yo haya documentado en mi libro que nunca existió seguirá vigente. Dice que Cora construyó el edificio para taparle la vista de la Basílica Santísimo Sacramento a la madre de Aarón Anchorena –con quien se dice tuvo un romance al que ella se opuso– desde el palacio donde vivía. Cronológicamente no coincide y haber vendido tres estancias para hacerlo es una locura. La segunda respuesta es que, más allá de la admiración que despierta en los arquitectos, es un edificio muy bonito. Quien llega a Retiro encuentra la Torre de los Ingleses, y luego la silueta escalonada del Kavanagh. Ahora está más desdibujada, pero cuando Santa Fe era la gran avenida de compras, su figura se recortaba claramente llegando a Retiro.

–Fue el primer rascacielos…

–Sí. Estaba el Barolo en Avenida de Mayo, pero era un edificio barroco. Y el Safico y el Comega son dos prismas blancos. El Kavanagh es el primero que tiene forma de rascacielos de Nueva York, el que la gente veía en revistas El Hogar o Atlántida o en películas como King Kong. Irrumpe como único de esa tipología despertando gran admiración. No sólo respetó códigos urbanos como tener una plaza al frente e ir retirándose de la proa y subiendo al medio, sino que mejoró el barrio. Para construirlo se demolieron conventillos, y luego se creó una zona comercial con locales en planta baja.

–¿Fueron novedosas sus propuestas de interiorismo?

–Cora viajaba mucho a Europa y a Nueva York, era una gran buscadora y seguidora de los estilos. Tenía mucho conocimiento del alto diseño, como la Bauhaus, por ejemplo. Tuvo una visión de avanzada respecto de sus contemporáneos, y reinterpretó lo que veía en sus viajes. Otra novedad fue la tecnología de punta en los equipamientos. Trajo a Carrier, el mejor equipo de aire del mundo. Respecto al interiorismo de los departamentos era muy heterogéneo y contradictorio. Había quienes llamaban arquitectos con propuestas de vanguardia y modernistas, y también muchas familias de elite que traían los muebles de sus palacios que tuvieron que vender por la crisis.

–El Kavanagh fue una empresa muy arriesgada en esos años…

­–Era una década de entreguerras, de enorme corrupción y crisis económica, y fue el cimbronazo de Wall Street donde todos pierden. La modernidad y audacia de Cora Kavanagh no tiene parangón. Le fue muy bien hasta que la Ley de Alquileres congeló las rentas y tuvo grandes déficits. Después, con la Ley de propiedad horizontal donde pierde más de la mitad de su capital, Cora se va reduciendo y, al no tener herederos, decide vivir con lo que le queda. Fue una mujer de grandes agallas, tanto en lo profesional como en su vida personal, fue su propia autora.

Fuente: ebcprensacooperativa.net.ar
www.trascarton.com.ar
 es miembro de la Cooperativa EBC.

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