Edición impresa junio 2010
ROBERTO SELLES
"El tango siempre reflejó la situación social"

Por Haydée Breslav
Poeta, historiador e investigador, está ampliamente reconocido como uno de los mayores conocedores actuales de tango: su obra ensayística, elaborada con rigurosidad poco frecuente, ha merecido varias veces, como diría Walsh, los honores del plagio, y se apela a su opinión para apoyar posiciones o dirimir polémicas. En charla con Tras Cartón, Roberto Selles analiza críticamente la situación por la que atraviesa hoy el género, y la expresa sin medias tintas ni concesiones.
–En junio se cumplen 75 años de la muerte de Gardel. ¿Empezamos con un comentario sobre el Zorzal?
–Gardel fue el creador del canto en el tango. No abrevó en la fuente de la época, cuando se lo cantaba al estilo zarzuelero; él venía de la canción campesina y del canto lírico, con una formación que abarcó concienzudos estudios a lo largo de toda su vida, y aplicó esas técnicas al tango; a eso cabe sumar un aparato vocal fuera de serie. Además de tener toda la voz, tenía toda la simpatía, toda la pinta y toda la sensibilidad, que precisamente llevó a su afinación perfecta. Y su repertorio abarcó todos los temas, y ofrece constantes sorpresas.
–Pero el gran público sólo conoce unos pocos tangos de ese repertorio...
–Porque los actuales difusores sólo propalan los tangos de las películas –que muestran su talento compositivo– pero ignoran sus interpretaciones de antes, que son verdaderos testimonios de la época; por ejemplo Pan, de Celedonio, habla de la época de miseria en que el protagonista sale a robar porque no tiene para comer, y Gardel, a pesar de los golpes bajos que pueda tener la letra, hace de este tango una verdadera creación y lo convierte en una pequeña ópera.
–Y es el único que canta la letra original.
–Claro, como tiene que ser; y desmiente una vez más a los que dicen que el tango no es un canto testimonial. Porque la más antigua copla de tango andaluz (antecesor directo del argentino) que se conoce es de 1810 o 1811, y satiriza un episodio del bombardeo de Cádiz por las tropas napoleónicas.
–¿Y en el tango argentino?
–En cuanto al tango argentino, Cuidado con los 50, por ejemplo, se refiere a una realidad de la época: cobraban 50 pesos de multa por decir piropos procaces en la calle, y Villoldo sacó ese tango; los que cobraban la multa eran cadetes de la Escuela de Policía, que andaban de a dos, y por eso Villoldo compuso otro tango, Yunta brava. Cuentan que las mujeres no podían pasar solas por Corrientes y Esmeralda después de las cinco de la tarde, porque ahí estaban las patotas bravas, como dice Celedonio en ese otro tango, donde nombra a Newbery sin nombrarlo. Hay muchísimos otros... A través de los años, el tango siempre ha reflejado la situación social, pero lo que pasa es que ahora los tangos nuevos no se difunden.
–Precisamente, ¿con qué criterio se hace hoy la difusión?
–Si bien hay muchos y muy buenos creadores, se está difundiendo, como lo más moderno, el tango del 40, y a algunos que cantan a Piazzolla y Ferrer; pero son muy poquitos. Siguiendo este criterio, dentro de medio siglo tendrían que cantar los tangos de hoy; pero como hoy no se difunden los tangos nuevos, no va a haber qué cantar, lo que me preocupa bastante; ojalá que no sea así.
–Algunos arguyen que los poetas del 40 no han podido ser superados.
–Yo creo que hubo grandes poetas en diferentes épocas, y no sólo en ésa; lo que pasa es que algunos del 40, y no digo todos, eran más evolucionados que los anteriores, porque había pasado el tiempo y, lógicamente, tenían otra lectura: Manzi no escribía como Celedonio, pero tampoco Celedonio escribía como Villoldo. En nuestros días hay grandes poetas: Ferrer me parece uno de ellos, junto con otros muy buenos, como Roberto Díaz o Ernesto Pierro, pero en general la gente los desconoce porque no se los difunde.
–Tampoco son muchos los cantores que eligen tangos nuevos…
–Hay intérpretes muy buenos, sobre todo mujeres, aunque no son los que se escuchan habitualmente; les cuesta grabar y se tienen que pagar sus propios discos, en general con gran esfuerzo. Pero la mayoría son malos: tienen un repertorio de cinco o diez tangos, como mucho, y por supuesto viejos; todos hacen los mismos y se copian unos a otros. A mí me gustaba mucho Naranjo en flor, por Troilo con Floreal Ruiz: me acuerdo de que ponía ese disco, y lo repetía, y me encantaba; pero hoy en día no quiero escucharlo más porque lo cantan todos y cada uno lo destroza un poquito más. Hay tangos viejos que son bellísimos, pero no los cantan porque no los conocen.
–¿No creés que hay difusores que tampoco conocen mucho?
–Con decirte que trato de no escuchar programas radiales de tango, me hacen mal; no todos, pero la mayoría tienen a su frente a gente que no sabe nada. Se limitan a pasar discos y ni siquiera nombran a los autores, como si no existieran; incluso hay intérpretes que no los mencionan, y sin autores no hay tangos ni ninguna obra. Además, en casi todos los programas, y no sólo en los de tango, la moda es que llamen los oyentes, que en general cuentan cosas que no interesan a nadie, pero ayudan a llenar el espacio; el conductor contesta y se va pasando el tiempo, después ponen un disquito y así siguen.
–¿Qué opinás de los músicos actuales?
–Los hay excelentes, y no me refiero sólo a los grandes monstruos como Leopoldo Federico, José Colángelo, Aníbal Arias o Raúl Garello, sino a jóvenes muy buenos, y además con todos los yeites de los tangueros viejos, es decir que han aprendido muy bien cómo es la cosa. Esto no ocurre con los cantores, que lo que sí aprendieron muy bien son los defectos de los malos cantores que los antecedieron. No pretendo que canten como Gardel, pero por lo menos podrían aprender de él lo que hay que hacer, como lo explica muy bien Edmundo Rivero en su libro Gardel, las voces y el canto.
–¿Y del auge del baile y la milonga?
–Como toda moda, va a pasar; lo malo es que algunos van a tres clases y ya están enseñando, lo que causa un gran daño al tango, al que además están desvirtuando porque no han mamado su raíz. Uno, que ha visto desde siempre grandes bailarines –fui amigo de Carmencita Calderón y de Virulazo– y observa a estos que aparecen ahora –y no digo todos, porque los hay muy buenos– se da cuenta de que no tienen eso que se lleva adentro; hacen una cosa muy ágil, de grandes movimientos gimnásticos y hasta acrobáticos, pero no tienen idea de lo que es la esencia, de lo que Julián Centeya llamaba el misterio del tango.
–¿Qué podés decirnos del tango electrónico?
–Que no existe, por la simple razón de que se trata de un producto comercial; se trata de una mezcla de cosas, no hay una sola composición de tango electrónico. Le deben muchísimo a Piazzolla porque usan sobre todo sus ritmos; sin Piazzolla no existirían. Es otra moda que va a pasar y que no va a quedar en la historia del tango.
–¿Qué pensás de las orquestas que tocan “a la manera de”?
–Eso es lamentable; los imitadores nunca me gustaron, me quedo con el modelo; es como elegir entre una mujer y un travesti. A mí me interesa escuchar a Di Sarli, a Troilo y a Pugliese, y no a quienes los imitan, porque no sirve de nada; ¿por qué no crean algo nuevo? También están los conjuntos que se dicen vanguardistas e imitan a Piazzolla, sin intentar algo distinto; Rovira fue otro iniciador de la vanguardia, y muy bueno, y no tenía nada que ver con Piazzolla. Y a propósito, la vanguardia ya se anuncia en Arolas, en la década del 10.
–¿Cómo llegaste a esa conclusión?
–Estuve escuchando las grabaciones de varios de sus tangos, como Moñito o De vuelta y media, y fui comprobando que hay en ellos una estructura de una frase melódica cortita, que se repite y se repite, ¿no te hace acordar a La yumba? Y en Gallo ciego, Bardi, que era amigo de Arolas y tenía ideas muy parecidas, también va repitiendo una frase cortita en una parte sola.
–A mí me hace acordar a A fuego lento.
–Ese tango tiene la misma estructura, y después Piazzolla hace Lo que vendrá, que es la base del tango de vanguardia; y eso lo había anunciado Arolas en la década del 10.
–Y si tuvieras que elegir una orquesta...
–La de [Alfredo] Gobbi, porque todo el tango está allí: la Guardia Vieja, la época de él y la vanguardia; además, la policromía que tiene, los arreglos maravillosos, el modo de interpretar… Por ejemplo, toca La catrera o El incendio, ambos de Arturo de Biasi, y hace una cosa de avanzada sin desvirtuar la esencia.

