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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 7 de octubre de  2025

Edición impresa octubre 2009
EDITORIAL

Sintonías

Por Víctor Pais
En los mismos días en que Cristina aspiraba a lucirse en la cumbre de presidentes del G-20 disertando sobre el lugar central que debe ocupar el trabajo en el armado de una estrategia para superar la crisis económica planetaria, en los mismos días en que Aníbal Fernández arremetía verbalmente contra el gobierno porteño en respuesta a la iniciativa de éste de lanzar una brigada antipiquetes para, entre otros objetivos, impedir las numerosas protestas que se plasman en el centro político administrativo de la ciudad de Buenos Aires, en esos mismos días, el monopolio yanqui Kraft disponía de todos los poderes del Estado para reprimir con saña a obreros que defendían con firmeza, y no sólo con discursos, el trabajo concreto, y convertía, así, a la planta fabril de Pacheco en un cuartel de policía.


Ahora Cristina está molesta y no precisamente por los “piquetes de la abundancia”. Son los cortes protagonizados por trabajadores despedidos por un monopolio nada menos que yanqui los que motivan su disgusto, y en esto se encuentra en perfecta sintonía con el permanente machacar de los grandes medios –incluido, por supuesto, el del holding Clarín, tan denostado por el oficialismo–, quienes arremeten contra las manifestaciones en la vía pública invocando “el derecho a la libre circulación”.
Gobierno, grandes medios, jueces y capitostes de las cámaras empresarias y de los sindicatos se obstinan en correr el arco para que la ciudadanía se confunda y examine la lucha de los trabajadores con el corto lente que no ve más allá de las consecuencias más inmediatas de una medida específica como un corte de calle. La apuesta es a que la sociedad perciba esta lucha sobre todo como una fuente de molestias para su efectivo funcionamiento y no como un reclamo legítimo con una connotación que trasciende largamente el interés de quienes lo protagonizan. Pero la lucidez con la que muchos argentinos interpretan lo que ocurre y las múltiples expresiones de solidaridad con los obreros despedidos les están complicando el plan y están poniendo en la agenda popular la posibilidad y la necesidad de otra sintonía.
¿Dónde leer entonces la esencia de la política de este Gobierno? ¿En las tardías y hasta ahora casi inocuas intervenciones del Ministerio de Trabajo, ocurridas bajo la firme determinación de los obreros a resistir los despidos, para que Kraft cumpla con las leyes argentinas y acate la conciliación obligatoria? ¿O en la eficaz tarea que está cumpliendo la policía al servicio de los objetivos de Kraft?
Los grandes monopolios extranjeros que dominan la economía de nuestro país, siempre persiguiendo el aumento de sus ganancias –su razón de ser–, no tienen otra fórmula para tal fin que continuar “achicando costos”, y eso, fundamentalmente, lo hacen destruyendo puestos de trabajo e incrementando la explotación de los que no son despedidos. Desde fines del año pasado, cuando se produjo el estallido de la crisis internacional, ya son más de 200.000 las personas que perdieron el empleo en la Argentina. Dentro de ese contingente, un gran número correspondía a trabajadores en negro o con una relación laboral muy precaria. En este contexto, Kraft es un globo de ensayo y un caso testigo para continuar golpeando, ahora ya no solamente a aquellos que se encuentran en los flancos más débiles de la pirámide laboral, sino a trabajadores de planta, organizados sindicalmente y con una capacitación adquirida a través de años.
Los grandes monopolios extranjeros solamente traen ruina. Lo saben los usuarios que salen a repudiar los tarifazos de los servicios básicos. Lo saben, también, muchos de los chacareros que enfrentan la política confiscatoria de los Kirchner, la cual, más allá de la retórica distribucionista con que se la pretendió enmascarar, está claramente orientada a destruir la pequeña y mediana producción agropecuaria y a consolidar un modelo de concentración oligopólico o incluso monopólico con todo lo que eso implica para el conjunto de las economías regionales.
La letra con sangre entra: con Kraft aplicando sus propias leyes en la planta de Pacheco y el FMI otra vez monitoreando la economía argentina se va completando, y se va tornando inocultable, el boceto de un proyecto profundamente antipopular.

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