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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 7 de octubre de  2025

Edición impresa octubre 2009 

RECUPERACIÓN, TRATAMIENTO Y DISPOSICIÓN FINAL DE BATERÍAS Y PILAS 

Un problema de diez toneladas

Por Luciana Rosende para la Cooperativa EBC
Una campaña para generar conciencia ambiental promovida por el Gobierno de la Ciudad dejó sin destino diez toneladas de pilas acumuladas y destapó el conflicto. Dos especialistas se suman al debate: se necesita legislación nacional que otorgue la responsabilidad a los fabricantes.


El Gobierno de la Ciudad actuó igual que un ciudadano desinformado: recolectó tantas pilas como pudo y luego no supo qué hacer con ellas. Mientras se define el destino de las diez toneladas acumuladas por la gestión PRO, el debate sigue vigente: ¿Qué se debe hacer con las pilas y baterías en desuso? La solución, dicen los especialistas, no tiene que depender de las autoridades porteñas ni de los vecinos con espíritu ecologista. Se necesita una política de Estado a nivel nacional, que atribuya la responsabilidad a los productores. Para que quienes colocan las pilas y baterías en el mercado se ocupen de ellas una vez terminada su vida útil.
El tema se instaló en los medios a raíz de una campaña lanzada a fines del año pasado por la Agencia de Protección Ambiental (APRA), dependiente del Gobierno de la Ciudad. En el marco de la campaña Jugá Limpio, se convocó a los vecinos a llevar las pilas usadas a contenedores instalados en los Centros de Gestión y Participación. Mucha gente jugó limpio y llevó sus pilas y baterías gastadas. Así se acumularon casi diez toneladas. Hasta ahí, todo marchaba según lo planeado.
El paso siguiente, una vez concluida la recolección, era llevar esos residuos a un relleno sanitario en la localidad de Bouwer, provincia de Córdoba. Pero sus habitantes pusieron el grito en el cielo: no querían ser los destinatarios de la contaminación. Después fue la Provincia de Buenos Aires la que se negó a recibir el cargamento. Entonces, las diez toneladas quedaron huérfanas. Y fueron a parar a un galón en el Bajo Flores, demasiado cerca de un jardín de infantes y un polideportivo. Aunque la APRA se encargó de aclarar que las pilas están guardadas en contenedores debidamente sellados, la polémica ya no pudo frenarse.
En tanto, las autoridades sanitarias difunden que es seguro tirar las pilas comunes a la basura (no todas juntas, sino de a una) porque ya no contienen mercurio. Los ambientalistas, por su parte, cuestionan la idea. Dicen que todas las pilas son contaminantes; que aunque formen parte de la basura domiciliaria deben ser tratadas como residuos peligrosos. En el medio, el usuario sigue sin saber qué hacer con las pilas que le saca a la radio portátil o a la linterna.
“No hay una solución individual”, sentencia Antonio Elio Brailovsky, profesor universitario, autor de Historia Ecológica de Iberoamérica y uno de los más destacados especialistas medioambientales del país. “No hay que caer en la trampa de las empresas, que dicen: ‘Vos contaminás’. Ellos contaminan y te meten en un problema para el cual no te dan las soluciones. Hay que reclamar una política de Estado para las pilas, en la cual se incorpore la responsabilidad del fabricante”, define.
Esa “trampa” es la que lleva al usuario de pilas a cometer errores: “No hay que juntar pilas -enfatiza Brailovsky-. El peor lugar para poner un residuo peligroso es la escuela o la casa. Y la peor situación posible es poner niños a manipular residuos peligrosos. Tienen que ser manejados por personal especializado, con indumentaria y entrenamiento apropiado. El colmo del absurdo han sido escuelas que se han dedicado a juntar pilas en envases vacíos de agroquímicos. Con lo cual duplicaban el peligro”.
Según el especialista, dos cuestiones son necesarias para abordar correctamente el problema: que la legislación reconozca la existencia de los residuos peligrosos de origen domiciliario y que se responsabilice a los fabricantes y productores del tratamiento de las pilas y baterías usadas. “Uno que es capaz de fabricar pilas a gran escala tiene que ser capaz de darles un tratamiento en gran escala. Y si se obliga a que el que las pone en el mercado se haga cargo, también se lo está obligando a rediseñar el producto para que pueda ser tratado”, explica Brailovsky.
Las baterías de teléfonos celulares y notebooks, entre otras, sí son consideradas como residuos peligrosos. Pero no alcanza. “Es un avance, pero debe ser para todas las pilas y obligatorio”, dice María Eugenia Testa, coordinadora de la Unidad Política de Greenpeace Argentina. “No estamos de acuerdo con lo que se propone de tirar las pilas comunes a la basura o a rellenos sanitarios comunes. Lo que se argumenta es que se pueden tirar porque ya no contienen mercurio agregado, pero sí tienen otros componentes como zinc o manganeso, que también son tóxicos”.
Ante este panorama, la solución para el conflicto de las pilas acumuladas en la ciudad parece lejana. “La hay, pero no ahora -opina Brailovsky-. Hay que plantear todo el desarrollo tecnológico para tratarlas. En Europa lo hacen. La tecnología existe, no es que no se puede. La discusión es quién se hace cargo. Quién la paga”. Testa completa la idea: “Las pilas son todas importadas. La mayoría de las empresas tienen su casa matriz en países donde ya hay políticas responsables. Algunas tienen programas voluntarios. Lo que queremos es que sea extensivo para todas en todo el país”.


Un problema de diez toneladas


La campaña de recolección de pilas fue un éxito. La instancia siguiente, un fracaso. La principal crítica que los opositores le hicieron a la gestión PRO fue no haber resuelto de antemano qué se haría con el material acumulado. Después que Córdoba y la Provincia de Buenos Aires rechazaran los residuos, las autoridades porteñas se encontraron con el problema de que la Ciudad carece de una planta en su territorio para el tratamiento de este tipo de productos. Entonces, la Agencia de Protección Ambiental realizó un “llamado a licitación pública para la adquisición de los servicios de transporte, tratamiento y disposición final de pilas y baterías agotadas recargables y no recargables, recolectadas en el marco del programa de recolección”. El plazo de presentación de proyectos acaba de concluir y se están abriendo los sobres. ¿Qué se hará con las diez toneladas de pilas? En APRA dicen que hay que esperar para saber la respuesta. Que, por ahora, “todo depende de los tiempos administrativos”.

 


 

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