Noviembre 2011
RAMONA GALARZA
Chamamecera… y tanguera
Por Roberto Selles

Sabíamos que esa gran voz, no sólo del cancionero litoraleño sino de toda la Argentina, llamada Ramona Galarza había reconocido ser ferviente admiradora del tango. Fue ese el motivo por el cual decidimos entrevistarla.
Nuestro amigo Oscar De Elía –al que no podemos dejar de agradecerle–, segundo director de la Orquesta Juan de Dios Filiberto, nos la presentó. Pero más allá de la enorme cantante que todos conocemos, hemos encontrado en Ramona Galarza, “la Novia del Paraná”, una persona de una modestia –pareciera que para no desentonar con su segundo nombre, Modesta– y una amabilidad poco comunes. El disparador del diálogo fue, precisamente, ponerla al tanto de nuestro conocimiento de su fervor tanguero.
–Lo que pasa es que, en mi época de chiquilina, se escuchaba mucho tango en Corrientes…
–Es natural, si se tiene en cuenta que Magaldi-Noda, Pracánico, Dorita Davis, Corsini, Canaro, Cátulo Castillo y otros tangueros cultivaron, aunque esporádicamente, el chamamé, y chamameceros como Ángel Guardia, Osvaldo Sosa Cordero, Damasio Esquivel, Raúl Barboza, el Cholo Aguirre, entre otros, hicieron lo propio con el tango.
–Es cierto, pero le cuento cómo llegué a entonar mi primer tango. Fue en la Orquesta Folklórica de la Provincia de Corrientes, que dirigía el maestro Ernesto Dana y en la que yo cantaba. Él consideraba que el tango también es música folclórica y me ofreció cantar uno con su agrupación. Era allá por los 50.
–Alguna vez le oí decir que suele dormirse escuchando tangos…
–Sí. Me duermo con la radio encendida y siempre con tangos. Por ejemplo, escucho a Edgardo Meza, que suele ponerlos a las cinco de la mañana; esto es porque, por supuesto, duermo poco. Los domingos, también los escucho, pero en Radio del Plata.
–¿Qué intérpretes le agradan, Ramona?
–Tantos… Por ejemplo, De Angelis, que era amigo de mi marido, Di Sarli… Todo lo que sea bueno. Tengo, además, mi colección de discos tangueros.
–¡Qué bien! A propósito, su esposo era ejecutivo de una grabadora, ¿verdad? ¿Cómo se llamaba?
–Fernando Gervasio López, nacido en Melincué, Santa Fe, director artístico de Odeón. Había hecho muchos amigos chamameceros, a raíz de su labor; él solía visitarlos, de modo que viajábamos bastante a Corrientes, cosa que a mí me alegraba muchísimo. Pero también tenía, como le dije, amigos tangueros…
–¿Eso influyó en el hecho de que usted haya grabado algunos tangos con ritmos litoraleños, como Es nuestra despedida de Pontier y Silva, o Fatalmente nada de Sucher y Mastra?
–Sí, desde ya. Y lo hice porque mi marido me sugirió que los grabara.
–Su nombre real es Ramona Modesta Onetto…
–Sí, Onetto con doble t. ¿Cómo lo sabe..?
–Es que leo mucho. Pero, ¿de dónde viene Galarza?
–Es mi apellido materno. Mi madre se llamaba Mauricia Galarza y era de Caa-Catí. De allí eran también mi abuela y mi bisabuela.
–Y su padre…
–Se llamaba Carlos Eleuterio Onetto. Por mi parte, llevo nombre de almanaque; Modesta está en el santoral.
–Y “La Novia del Paraná” deriva de su primer disco, que se titulaba como una obra de Osvaldo Sosa Cordero, ¿verdad?
–Sí, de allí procede, pero no fue mi primer disco; antes ya había grabado Litoraleña y Misionerita. La novia del Paraná debe ser el tercero.
–Sé que a usted le agrada la obra de Julián Centeya. ¿Cómo lo conoció?
–A través de mi esposo. Recuerdo que, en cierta oportunidad, él lo había contratado y el pobre Julián, que siempre andaba con los bolsillos vacíos, le dijo: “Pero… ¿me van a pagar..?”. Una vez nos encontramos con él en Corrientes; no sé por qué motivo estaba allí, quizá para recitar. Lo cierto es que había ido con Soldán. Era carnaval y llegaba mucha gente a Corrientes en esos días, así que, como no quedaban habitaciones en los hoteles, debieron buscar por las afueras, y sólo encontraron un “hotel por horas”. Cuando lo contaba, no podíamos parar de reír: “¡Mirá con quién tuve que dormir anoche!”, comentaba…
–Ahora vive en soledad con sus gatos.
–Sí, amo a los animales y tengo dos gatos. Cuando viajo, les saco pasaje y los llevo conmigo. Murieron mis padres, murió mi marido, y hoy tengo amigos, sobrinos y mis animalitos. A pesar de todo, le agradezco a la vida; Dios me mandó aquí a cantar y sigo cantando. Y escuchando tangos. Siempre me gustó el tango.
Cuando nos despedimos, esta enorme cantante litoraleña, cuya fama se extendió mucho más allá de nuestras fronteras –anduvo dejando sus trinos por Paraguay, Estados Unidos, Canadá, Europa, Japón, Australia–, nos agradeció como si le hubiéramos hecho un favor, cuando, en realidad, nosotros somos los agradecidos por toda la belleza que supo regalarnos con su arte. Ramona Modesta Onetto, o sea, Ramona Galarza, es la gran voz del litoral, pero tiene también en su corazón un lugarcito para el tango.
“Folcloristas” en el tango
(Por R. S.). La separación entre el tango y la música provinciana –erróneamente llamada folclore; denominación que sólo debe aplicarse a las composiciones de autor anónimo– se inició con el auge de la orquesta típica en los 40, y se acentuó con la boga de conjuntos vernáculos en los 60. Anteriormente, tal segregación no existía; Villoldo, Gardel, Corsini, Magaldi y tantos otros componían e interpretaban todo tipo de música argentina.
Con todo, no pocos autores e intérpretes del interior se acercaron al tango. Por ejemplo, Andrés Chazarreta compuso tres, Santiaguito, Kakuy y Runa Uturungo; su vocalista, Patrocinio Díaz, grabó con Juan de Dios Filiberto los tangos de este último El pañuelito y Clavel del aire, y Julio Argentino Jerez, allá por los 20, cantó tangos en los escenarios porteños.
Abel Fleury compuso Brindis de sangre y grabó Clavel del aire; Diego Novillo Quiroga versificó Viejo callejón (Carlos Bolia); Fernando Ochoa, Pipistrela (Juan Canaro) y la milonga arrabalera Te vas, milonga (Fleury); Osvaldo Sosa Cordero, Ahí va el dulce (Juan Canaro), Cotorrito bohemio, Labios vírgenes (ambos de Francisco Oréfice) y Embrujo (Oréfice-Kalikián Gregor), y Claudio Martínez Payva, Cariño gaucho (Lucio Demare).
El paraguayo Herminio Giménez, radicado en Corrientes, estudió bandoneón con Pedro Maffia y formó su orquesta típica, por la que pasaron nada menos que Gobbi, Troilo y Goñi. Asimismo, al igual que los correntinos Damasio Esquivel y Ángel Guardia, integró algunas orquestas tangueras. También tocó con tangueros (Ciriaco Ortiz, Ricardo Tanturi, Troilo-Grela) Edmundo Porteño Zaldívar, compositor del popularísimo El humahuaqueño.
Atahualpa Yupanqui es autor de El trompetero (José María de Hoyos) y Cantor de fonda (Ángel Cárdenas); Antonio Tarragó Ros, de Malos aires; Perla Aguirre, de Rosagasario; Jorge Méndez, de Anclao con el cielo –en homenaje a Cadícamo–, y Hamlet Lima Quintana, de Vino de eternidad (Eladia Blázquez), A veces cuando pienso, Viejo Morón (ambos con Emilio de la Peña) y, entre otros, de la milonga de Argentino Galván Milonga con traje nuevo.
En cuanto a grabaciones, pueden oírse Caminito (Filiberto) y Nieblas del Riachuelo (Cobián), por Eduardo Falú; Mi vieja viola (Correa), por Alfredo Zitarrosa; Cornetín (Castillo-Troilo), por Omar Moreno Palacios; La morocha (Villoldo-Saborido) y Madreselva (Amadori-Canaro), por Nacha Roldán con la orquesta de Carlos García; Rodríguez Peña (Greco), por Tarragó Ros; Ninguna (Manzi-Fernández Siro) y Afiches (Expósito-Stampone), por José Larralde; Los mareados (Cadícamo-Cobián) y varios más, por Mercedes Sosa; El amanecer (Firpo), por los Hermanos Cuestas, y Adiós, mi barrio (Soliño-Collazo), por Los Olimareños.
Por su parte, Antonio Tormo y Oscar Valles compusieron tangos y los grabaron; Ariel Ramírez y Raúl Barboza dejaron sendos LP con tangos, y Los Cantores de Quilla Huasi llevaron al disco el popurrí Estampas de tango. Pero, seguramente, esto no es todo…

