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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 28 de octubre de  2025

Octubre 2011

A 200 AÑOS DEL CHOQUE ENTRE EL TRIUNVIRATO Y LA JUNTA CONSERVADORA

La revolución en crisis

Por Miguel Ruffo

Bernardino Rivadavia y Gregorio Funes

En esos años tumultuosos que sobrevinieron a la Revolución de Mayo, la crisis que se desencadenó entre el Triunvirato y la Junta Conservadora a partir del reglamento que pretendió imponer esta última el 22 de octubre de 1811 marcó el comienzo de una nueva etapa política en las relaciones entre Buenos Aires y las provincias.

 

En octubre de 1811 se desencadenó la crisis entre el Triunvirato y la Junta Conservadora. Había pasado poco más de un mes desde el momento en que la Junta Grande decidió constituir un poder ejecutivo más reducido, el denominado Triunvirato, reservándose ella el poder legislativo y de control sobre el ejecutivo.

La Junta pasó a denominarse Conservadora de la Soberanía de Fernando VII. Mientras que el Triunvirato representaba, en particular a través de su secretario Bernardino Rivadavia, las tendencias centralizadoras que poco a poco se irían identificando con el porteñismo, la Junta, cuya alma máter era el deán Gregorio Funes, representaba las tendencias autonómicas de las ciudades del interior, las que progresivamente irían constituyendo el provincialismo. “Entre la Junta Conservadora –dice Abad de Santillán– y el Triunvirato no podía mantenerse largo tiempo la armonía y pronto hubo conflicto abierto: el Cabildo de Buenos Aires y la junta consultiva del pueblo se pusieron de parte del poder ejecutivo y se pronunciaron contra el reglamento del 22 de octubre que había elaborado la Junta Conservadora, en ausencia de los diputados de Buenos Aires. Propiamente en esa emergencia la junta popular se redujo a simple caja de resonancia o instrumento del Cabildo y del Triunvirato”.

No debemos confundir la Junta Conservadora con la junta consultiva del pueblo. La primera era la ex Junta Grande; la segunda era el poder electivo de los triunviros. Cuando la Junta Conservadora intentó hacer valer sus prerrogativas de órgano de control y fiscalización, el Triunvirato sometió a la consideración del Cabildo de Buenos Aires los reglamentos y disposiciones de aquella.

Podría parecer extraño que se apelase a una institución local (el Cabildo de Buenos Aires) para resolver una disputa entre los poderes “nacionales” (Junta Conservadora y Triunvirato); “nacionales” en el sentido de supra locales. Sin embargo, la extrañeza desaparece si tenemos en cuenta el proceso histórico en su conjunto desde las invasiones inglesas de 1806-1807.

A partir de esa instancia, cuando el Cabildo de Buenos Aires decidió, bajo la forma de Cabildo Abierto, suspender en sus funciones políticas y militares al virrey marqués Rafael de Sobremonte, la institución capitular de la capital del virreinato asumió funciones supraurbanas. Lo mismo acontecería en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 cuando se depuso al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros.

En efecto, una institución urbana asumía el gerenciamiento de asuntos que hacían a la potestad del virreinato en su conjunto. Si la formación de la Junta Grande, en diciembre de 1810, había significado una provincialización de la política de la capital revolucionaria, la derrota del ejército del norte en la batalla de Huaquí (1811) impelió a la Junta a formar un poder ejecutivo restringido a tres miembros (los triunviros) y sus secretarios.

El Primer Triunvirato representó una nueva ofensiva del centralismo revolucionario y si la Junta, devenida en Conservadora, había tratado de morigerarlo, reservándose facultades de legislar y controlar, “el poder triunviral” se rebeló sometiendo a la consideración del Cabildo de Buenos Aires el reglamento de la Junta.

Todo ello implicaba un fortalecimiento del poder local, es decir, el poder de Buenos Aires, donde los restos del morenismo centralizador comenzaban a mimetizarse con el centralismo portuario de la ciudad hegemónica. En otras palabras, los principios revolucionarios centralistas que abrevaban en el centralismo de la Revolución Francesa, en el fortalecimiento de la autoridad central para reforzar el orden revolucionario, se entrelazaron primero y fueron sustituidos después por el centralismo portuario, vale decir por los intereses de los comerciantes importadores y exportadores que controlaban el comercio exterior y la institución que lo fiscalizaba: la Aduana de Buenos Aires. No eran ajenos a esta centralización los intereses de los comerciantes ingleses afincados en la ciudad capital.

“Rivadavia –continúa Abad de Santillán– hizo rechazar el Reglamento de la Junta Conservadora, que supeditaba el Triunvirato a la misma y presentó a su vez el 22 de octubre un Estatuto Provisional del Gobierno Superior de las Provincias Unidas del Río de la Plata, a nombre de Fernando VII, compuesto por siete artículos, centralista y absorbente, siguiendo la línea de toda su vida. El Estatuto establecía por primera vez la amovilidad de los miembros del Triunvirato; como complemento del Estatuto se dio el decreto de la seguridad individual, y este y el decreto de la libertad de imprenta dado con anterioridad se consideraron parte integrante del Estatuto”.

No sería la última vez que el Cabildo de Buenos Aires interviniese activamente en facultades de control de autoridades supraurbanas; de alguna manera estas atribuciones perduraron hasta la crisis de 1820, con la disolución del orden revolucionario. Sería el propio Rivadavia, esta vez como ministro del gobierno de Martín Rodríguez, quien suprimiría al Cabildo de Buenos Aires, sustituyéndolo por una Legislatura (Sala de Representantes) en el proceso de modernización liberal de las instituciones de Buenos Aires y de supresión de aquellas que respondían a una raigambre colonial.

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