Edición impresa marzo 2011
CARLOS CHILE, SECRETARIO GENERAL DE LA CTA CAPITAL
"Esta es la ciudad con mayor precarización laboral del país"

Por Haydée Breslav
Los procesamientos a conocidos dirigentes sindicales expusieron ante la opinión pública los entresijos siniestros y corruptos de una corporación sumamente desprestigiada, que maneja negocios millonarios y desde hace décadas funciona como factor de poder condicionante de los gobiernos de turno. En el plano opuesto, otros referentes condenan el sistema burocrático y reclaman libertad y democracia sindical, como Carlos Chile, secretario general de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) Capital, quien en la presente entrevista traza un descarnado panorama de la situación de la ciudad en lo que al trabajo, y a la falta de él, se refiere.
–¿Cuál es el perfil laboral de la ciudad de Buenos Aires?
–Hay que señalar dos rasgos distintivos: el primero es que se trata de una ciudad que se ha ido moldeando a partir de la erradicación industrial en la que [el ex intendente Carlos] Grosso fue una pieza importante, aunque la dictadura, con [Osvaldo] Cacciatore, fue la que promovió la idea de erradicar las industrias de la Capital. Esta se constituye entonces en un espacio con fuerte presencia de los gremios de servicios; quedan, medio clandestinamente, algunas pocas empresas industriales de importancia, como Felfort, que ocupa a 600 trabajadores.
–¿Cuál es la otra nota distintiva?
–El otro componente significativo de la ciudad es la importante concentración de trabajadores con vínculo estatal, tanto municipales como nacionales; y en este contexto hay que decir que esta es la ciudad con mayor grado de flexibilización laboral del país, donde existe mayor cantidad de contratos basura y de precarizados, desde judiciales, muchos de los cuales trabajan en forma gratuita para poder acceder algún día a la carrera judicial, hasta docentes universitarios que enseñan ad honórem en las cátedras para poder sostener el modelo de universidad popular estatal; y la mitad de los trabajadores del Ministerio de Trabajo de la Nación que se desempeñan en esta ciudad están con contratos basura. El principal evasor en el aporte para que exista una masa de dinero que pueda hacer real el 82% móvil es el Estado argentino, que paga en negro.
–¿Tanto el nacional como el metropolitano?
–Sí, yo diría que el neoliberalismo atraviesa de punta a punta este país, con el agravante de que esta ciudad, a partir de Macri, reúne la estética de Grosso con la política de Menem: desde esta perspectiva hay un gobierno absolutamente autoritario con rasgos fascistas, que ha profundizado la flexibilización y el maltrato a los trabajadores. En ese sentido, la primera medida que tiene que tomar el Gobierno de la Ciudad es blanquear a todos sus trabajadores en negro, terminar con la flexibilización laboral y con los contratos basura; y el Gobierno nacional también.
–Esto sucede en una ciudad que no es precisamente pobre...
–Claro que no, tiene riquezas suficientes para producir trabajo, pero el Gobierno garantiza las megaobras, donde hay mucho para hacer caja, con grandes empresas donde lo que se utiliza es mucha tecnología y poca mano de obra. Macri le prometió a esta ciudad diez mil viviendas por año y ni siquiera licitó una, y las que se construyen se hacen a través de empresas de sus amigos, con lo cual producen trabajo en negro y viviendas de mala calidad a muy alto costo. El grado de afincamiento del neoliberalismo es grave, y convive con un alto grado de desocupación estructural, imposible de resolver en el marco de este modelo de ciudad y de sociedad.
–¿Qué incidencia tiene la desocupación en la ciudad?
–La ausencia de perspectivas en el trabajo como elemento de ascenso social y de acceso a la dignidad de la familia es un tema central de la sociedad porteña. Son cientos de miles los recicladores que recorren la ciudad, miles los vendedores ambulantes que ocupan las plazas o las calles para poder subsistir. Y los que creen que con este modelo de ciudad, con millones de compañeros desocupados juntando cartón o en empresas autogestionadas o sobreviviendo con algún subsidio o vendiendo el Hecho en Buenos Aires, se puede construir una sociedad de nuevo tipo están equivocados. Es preciso decir que tanto el Gobierno de la Ciudad como el nacional no tienen como norte crear trabajo: si no, el tema se hubiera resuelto hace mucho tiempo. La desocupación en la Argentina no es coyuntural, sino estructural, y no hay forma de resolverla sin intervención del Estado.
–... Y, lógicamente, genera marginación.
–En un mundo muy perverso, con 1200 millones de hambrientos, que tienen por única tarea la de conseguir alimentos para no perecer ese día, la perversidad no es una estadística de la FAO, sino una realidad que atraviesa esta ciudad, que invade Puerto Madero después que cierran los lujosos restoranes y los chicos se pelean por las sobras, o que se muestra en las villas, donde existe parasitosis y agua contaminada como en la 21-24, una villa de 62 hectáreas que es la más grande del país, o plomo en sangre de los chicos en la 20, como consecuencia del cementerio de autos. Además, la densidad poblacional de la Capital se multiplica por 40 en las villas miseria, o sea que hay 40 veces más habitantes en el metro cuadrado de una villa que en Belgrano.
–Así y todo, la ciudad sigue absorbiendo población del interior...
–Es cierto, el 85% de la población de nuestro país habita el cordón Córdoba-Rosario-Buenos Aires, y cuando uno va a Misiones, al Chaco o a Jujuy, no entiende por qué un jujeño de la Quebrada o un misionero, que viven en lugares paradisíacos, terminan en una villa miseria de la Capital Federal, o de Rosario, o de Córdoba. La única explicación posible es que los pobres entienden tarde que la pobreza es como la sombra: te sigue adonde vayas; pero cuando aprenden eso se organizan, resisten y comienzan a construir nuevos paradigmas para lograr felicidad colectiva. La idea de la felicidad individual, la de los winners, la del “sálvese quien pueda”, la del neoliberalismo como esencia, es la que ha llevado a este fenómeno de un país donde se concentra la población y ni siquiera somos capaces de ocupar nuestro territorio.
–¿Es posible revertir este estado de cosas?
–Nosotros creemos que sí, pero en el marco de pensar otro modelo económico donde se pueda cambiar la lógica de producción y de consumo. Hay que pensar cómo se produce y para qué se produce: no se trata de construir procesos productivos que no generen otra cosa que renta financiera, es necesario pensar en el trabajo como una integración. Otra cosa que es muy importante reafirmar, porque no existe ningún elemento de la historia que haya probado lo contrario, es que no se puede producir riqueza sin trabajo, sin el cual no hay posibilidad alguna de desarrollo de la sociedad humana. El trabajo sigue siendo el elemento central, la rueda que mueve la historia de la humanidad. Pero no sólo hay que producir trabajo, formación y reincorporación social: hay que reconstruir la cultura del trabajo.
–Es un concepto del que mucho se habla, aunque imprecisamente. ¿Cómo lo definirías?
–El desocupado tiene una vida desordenada, mira televisión hasta tarde y también se levanta tarde, los chicos van a la tarde a la escuela... No es la cultura de nuestros padres y de nuestros abuelos, cuando el compañero se levantaba temprano para ir a trabajar, marcaba tarjeta a las 7 de la mañana, venía a las 5 de la tarde, se juntaba con la familia y todos esperábamos el momento en que el viejo volvía del laburo. Hay que recomponer y que reproducir esa cultura, porque es la única que va a hacer feliz a nuestro pueblo, que sólo puede serlo con trabajo y con dignidad. Hay que pensar en la Argentina del viejo yendo a la fábrica y del joven asistiendo a una escuela industrial a aprender un oficio; hay que recuperar el orgullo que uno encuentra en los viejos cuando dicen “yo soy tornero” o “yo soy carpintero”; hay que reencauzar a nuestra juventud en esa idea.
–Pero el Gobierno nacional define al modelo que lleva adelante como de “industrialización con inclusión social”...
–En realidad, es un modelo de crecimiento donde se están hipotecando el futuro y el medio ambiente, un modelo que conduce a la Argentina a la crisis climática, ambiental, de soberanía alimentaria, de diversidad agraria... Y, por supuesto, como mantiene intacta la matriz distributiva, es un modelo que se muerde la cola, porque no es que se esté produciendo riqueza para que esa riqueza a su vez produzca trabajo, sino que se reproduce riqueza para concentrarla aún más.
–Por último, ¿hay inflación o es una puja distributiva, como dice el Gobierno?
–No hay puja distributiva; el Gobierno no toma medidas serias contra la inflación; para tomarlas, habría que controlar a las 500 empresas que dominan la economía argentina, las que en 2010 han denunciado ganancias superiores a las de los años del menemismo, o sea que la riqueza se sigue concentrando y ellas siguen ganando. Hay que controlar la cadena de comercialización: ¿sabés cuánto vale el kilo de ciruelas en Mendoza? A los productores les están pagando 22 centavos por la ciruela chica y ni 50 centavos por la grande; el kilo de membrillos se pagó en Mendoza 50 centavos; no pudieron juntar la fruta porque con ese valor no podían pagar la recolección. Aparte, hay dos empresas monopólicas que concentran la exportación en Mendoza: entonces, o les vendés a ellas o se pudre la fruta en los árboles, y cuando la cosa anda bien la plata es para ellas, y cuando anda mal, cuando cae piedra, pierden los productores. Esta es la realidad: la inflación es una forma de horadar el salario y de perjudicar a los trabajadores, y al mismo tiempo de conseguir una devaluación que permite a las grandes empresas, con un dólar bajo, poder exportar más y obtener mayores ganancias.

