Edición impresa marzo 2010
EDITORIAL
Operaciones

Por Víctor Pais
¿De qué nos vamos a asombrar? El manotazo tenían que darlo, sea como sea. No iba a ser esta oposición formalista, parlamentaria, que concita muy poco amor popular, pues tampoco está inspirada en una ideología que tenga demasiado en cuenta al que carga con el yugo de luchar por su diaria subsistencia, la que iba a impedir que los K, ya con el Banco Central bajo control, se alcen con el botín que tanto anhelaban para “cumplir” con los usureros de adentro y de afuera y, de tal modo, poder recuperar terreno fértil para las operaciones que garanticen la continuidad de sus negocios.
¿De qué nos vamos a asombrar? ¿Pueden acaso hacer otra cosa? ¿Pueden acaso mirarse al espejo y ver más allá del embelesamiento que les produce su propia imagen? Gobernar es algo a lo que están acostumbrados desde hace rato. Desde aquellos tiempos en los que no les resultaba necesario hablar de derechos humanos y en los que no tenían que apelar a tanta retórica para ir a lo bifes. E ir a los bifes significa, ante todo, ajustar los mecanismos indispensables para que la Argentina pueda continuar siendo exprimida para ganancia de unos pocos monopolios.
Pero el mundo está en crisis y va adquiriendo ribetes cada vez más tensos la puja entre los distintos sectores que están en la cima del poder, los cuales, sirviéndose de la política como de un profiláctico, son los que nos han llevado a esta situación explosiva, a esta situación que hace que avistemos por todas las latitudes que aún no fueron sumergidas en pólvora y sangre la amenaza de la violencia y de la guerra.
Y éste es el contexto en el que debemos ubicar la provocación inglesa en el Atlántico Sur, inaugurando otro capítulo de saqueo de nuestros yacimientos petrolíferos. Una operación que no tiene nada de improvisada, sostenida no sólo en la ingeniería jurídica que el imperio británico viene desarrollando pacientemente sino también y, fundamentalmente, en el poderoso arsenal bélico con el que ha apertrechado las islas Malvinas durante todos estos años. Nada improvisada, decíamos, la operación referida, aunque sí se revela como señal de desesperación de una potencia que es parte de este mundo en crisis y a la que se le agotan los recursos que viene obteniendo de su zona más próxima de influencia.
¿Y quién le pone el cascabel al gato? ¿Puede el Gobierno del deshonroso y deshonesto “desendeudamiento” implementar medidas efectivas para castigar los intereses del capital inglés en la Argentina? ¿Podrían darnos los Kirchner esa grata sorpresa para que podamos decir algo a favor de ellos? No parece: promover la constitución y la consolidación de latifundios de “ciudadanos” británicos en la Patagonia e, incluso, permitir que en uno de ellos –el de Joe Lewis– se construya un aeropuerto para aviones de gran porte, el cual el día de mañana puede servir de base de operaciones de una eventual invasión militar lanzada desde las propias islas usurpadas, son gestos que pesan mucho más que los tibios escarceos diplomáticos que ensayan los funcionarios K.
¿Y qué decir del ejemplo que nos ofrece el ministro de Economía Amado Boudou? Ya de por sí no es nada decoroso el gesto de abocarse a instrumentar la reapertura de un canje de una deuda sobre la que pesa un fallo de la Justicia que sostiene que aquélla tiene componentes ilegales y fraudulentos, y que antes de cualquier reconocimiento debería ser por lo menos investigada. Pero resulta aún mucho más bochornoso que el ministro haya designado al banco inglés Barclays Bank PLC como coordinador global de esa reapertura. Dicha entidad financiera, además de ser inglesa, es la principal accionista de la Desire Petroleum, precisamente la empresa que pretende explotar el petróleo malvinense.
Vaya, vaya… Éstos son los dirigentes que serán nuestros representantes en el Bicentenario de la patria. Estamos convencidos: la Argentina que lucha puede y merece más.

