TPL_GK_LANG_MOBILE_MENU

 

bantar 

TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 24 de diciembre de  2025

Edición impresa febrero 2010
PROPUESTA BUENOS AIRES PLAYA

Arenas que la vida se llevó

Por Haydée Breslav

Por segundo año consecutivo, el Gobierno de la Ciudad ha implementado durante enero y febrero la propuesta “Buenos Aires Playa”, que consiste en la instalación en parques y plazas de sombrillas, reposeras y otras comodidades. La iniciativa, que tiene un antecedente en la literatura nacional, no alcanza a compensar a los porteños de la pérdida de la costa del Río de la Plata por efectos combinados de la contaminación de las aguas, el avance indiscriminado de la ciudad sobre el río y la privatización y concesión de vastos espacios ribereños.

“En pocos siglos más Buenos Aires habrá dejado de ser puerto”
Domingo Faustino Sarmiento

 

El 7 de enero último el jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, inauguró la segunda temporada de “Buenos Aires Playa” y convocó “a toda la ciudadanía a disfrutar de este espacio de recreación y entretenimiento”.
La propuesta del Ejecutivo porteño consiste en la instalación de sombrillas, reposeras y duchas  en sectores de distintos parques y plazas de la ciudad; en los parques Roca y de los Niños, ubicados respectivamente en Villa Lugano y Núñez, funcionan también bares y campos de deportes y se han dispuesto espectáculos, clases de baile y de gimnasia.
La iniciativa parece más apropiada para una ciudad mediterránea que para una urbe que cuenta con dieciséis kilómetros (diez millas marinas) de costa sobre el Río de la Plata. Sin embargo, desde mediados del siglo XX se han producido distintas intervenciones sobre la ribera que resultaron en que los porteños vieran vedado el goce del río que le dio nombre al país.
Se ha repetido muchas veces que la ciudad le da la espalda al río; la frase no alcanza a explicar que este estado de cosas tiene como responsables al negocio privado y –por acción u omisión– a los sucesivos gobiernos, tanto nacionales como municipales. Los distintos especialistas coinciden en señalar que la pérdida de la ribera obedece a tres factores: la contaminación de las aguas, el avance indiscriminado de la ciudad sobre el río y las privatizaciones y concesiones.

La contaminación

Los más viejos recuerdan que en la Costanera Sur funcionaba un concurrido Balneario Municipal. El paseo, inaugurado en 1918 y progresivamente mejorado y embellecido, convocó a varias generaciones de porteños en épocas en que en el río se disputaban importantes competencias de natación en las que intervenían deportistas internacionales, como la hoy mítica (e irrealizable) Tigre-Balneario. Pero en la década del 70 se colocaron carteles que indicaban que en el balneario estaba prohibido bañarse a causa de la contaminación.
Si bien las causas del fenómeno pueden ser muchas, nadie ignora que son las principales el vertido indiscriminado de sustancias de desecho por parte de las industrias y las descargas de los residuos sanitarios de millones de habitantes del área metropolitana.
En su edición del 18 de diciembre de 2005 el diario El país, de Montevideo, informa que el proyecto binacional Freplata, de la Comisión Administradora del Río de la Plata, advierte que son muy altos los niveles de contaminación en la margen argentina, donde se detectó “la presencia de metales pesados, plaguicidas organoclorados, PCBs e hidrocarburos”, así como “una fuerte presencia de bacterias coliformes fecales, virus y parásitos provenientes de los vertidos del área metropolitana de Buenos Aires”.
Pese a los muchos anuncios formulados y a la infinidad de comisiones constituidas desde que la situación tomó estado público, lejos de remediarse se ha agravado, y amenaza extenderse a los cauces subterráneos cercanos.

Los terrenos “ganados” al río

Según un informe del estudio de arquitectura ONAS, “la Ciudad aumenta sus dimensiones avanzando sobre el río en un promedio de 26 hectáreas anuales. Mal planificadas y sin un adecuado estudio que mida su impacto, se calcula que el total de los rellenos equivalen a 2900 hectáreas, nada menos que el 16% de la superficie actual de la Ciudad”.
El informe sostiene asimismo que “las contradicciones que siempre se saldaron modificando la costa para ‘ganar terrenos al río’ pueden ser discutibles en las limitadas superficies de los países europeos, pero siempre cuestionadas en uno de los territorios más extendidos y poco poblados de la Tierra”.
Por su parte, el arquitecto Luis Alberto Costa, en un artículo publicado en la revista D4, del Colegio de Arquitectos del Distrito IV de la Provincia de Buenos Aires, precisa que “la Ciudad de Buenos Aires inicialmente ingresó al río a partir de proyectos de infraestructura previamente definidos”, pero “la segunda etapa de generación de nuevos espacios ‘ganados al río’ se produce sin proyectos definidos”.
Explica a continuación que “en ubicaciones costeras determinadas por el autoritarismo de la dictadura militar y en épocas posteriores (…) de Norte a Sur, se realizaron los rellenos del Club Policial y de la Escuela de Mecánica de la Armada” y “luego también otros de la ESMA, las instalaciones náuticas del C.U.B.A., la Ciudad Universitaria, el área de ex Coconor, Punta Carrasco, Costa Salguero y la Reserva Ecológica, mencionando sólo los más importantes”.
Como ejemplo del “permanente fracaso de los intentos por establecer una costa ‘definitiva’”, el autor ofrece “el de la Costanera Sur, por mucho tiempo orgullo de la ciudad, equipada con confiterías, instalaciones para bañistas, paseos arbolados, hoy está alejada del borde del río (emplazamiento y razón original del proyecto y de su construcción) y limitada por la ‘Reserva Ecológica’, que la alejó definitivamente del agua”.
El 17 de diciembre de 2008, en un artículo titulado “Buenos Aires se expande hacia el río” La Nación informa de la ejecución “de un nuevo relleno en la Costanera Norte, más precisamente en la zona del Club de Pescadores, donde se correrá la avenida Rafael Obligado para permitir la ampliación del Aeroparque” y precisa que la obra “demandará una inversión de más de 500 millones de pesos”.
Dice también que “de cumplirse lo fijado por el gobierno que encabeza Mauricio Macri, la Costanera tendrá una nueva traza sobre terrenos ganados al río y la avenida Rafael Obligado se moverá varios metros”.
Asimismo, el artículo menciona que “el gobierno (local) estudia crear una península de unas 20 hectáreas al lado de la Reserva Ecológica de la Costanera Sur, que sería destinada a la disposición final de residuos”.

Privatizaciones y concesiones

El artículo 8 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires expresa: “Los espacios que forman parte del contorno ribereño de la Ciudad son públicos y de libre acceso y circulación”.
En los hechos, esta sabia disposición se ve contrariada por los amplios predios costeros que han sido objeto de privatizaciones y concesiones. Al respecto, un informe de la Asamblea Permanente por los Espacios Verdes Urbanos (APEVU) especifica que en la costa porteña “muchos sectores, como Punta Carrasco y Costa Salguero, han sido concesionados y no tienen acceso público irrestricto; otros, como el parque Natural, han sido desnaturalizados groseramente, mientras que locales comerciales ilegales, como Pacha, Rodizio y Pizza Banana, florecen por doquier en un verdadero aquelarre”. Afirma que “sólo se ha salvado de este proceso –debido a la constante lucha vecinal– la Reserva Ecológica Costanera Sur”.
Esa organización denunció asimismo que las concesiones de Punta Carrasco, Costa Salguero y otros emprendimientos presentan serias irregularidades.
En este sentido es importante destacar que en septiembre último el titular del Juzgado en lo Contencioso Administrativo y Tributario Nº 11, Fernando Juan Lima, declaró la inconstitucionalidad del decreto 993/08, en virtud del cual el jefe de Gobierno de la Ciudad renovó la concesión de Punta Carrasco.

En la Plaza Roque Sáenz Peña

El barrio de Villa Mitre dispone de un “espacio playero” instalado en el sector de la Plaza Roque Sáenz Peña correspondiente a la avenida Juan B. Justo y a la calle Andrés Lamas.
Está a su cargo Vicente Marsilio, funcionario del CGPC Nº 11, y completan el plantel empleados de la firma Dasani, para la limpieza, y personal de otra empresa contratada por el Gobierno de la Ciudad para tareas de prevención.
Marsilio nos informa que el lugar está equipado con unas 40 sillas y 16 sombrillas, arenero, duchas y baños, y está habilitado de martes a domingo, de 10 a 20, con acceso libre y gratuito.
“Acá concurre gente de todas las edades, desde los muy grandes que vienen a descansar hasta los chicos, que juegan en el arenero o se van a las hamacas”, dice, y observa, acerca de los horarios, que “al mediodía, muchos que trabajan en las inmediaciones aprovechan la playa para venir a comer, durante la tarde hay más mujeres que toman sol, y después de las 6 vienen tantos hombres como mujeres”.
Se entusiasma: “Los sábados y domingos todo esto se llena, y los días de semana, cuando hace calor, también. A mucha gente que no se va de vacaciones, le viene bárbaro”.
Destaca que el lugar es tranquilo y seguro: “Hasta ahora, acá no hubo nunca problemas. Los muchachos no toman alcohol porque no los dejo, se sientan con su gaseosa y no molestan. Además, marcamos un perímetro en la playa y no dejamos que la gente vaya más allá, los que vienen habitualmente ya lo saben”.
Considera que la iniciativa ha tenido mucha aceptación en el barrio. “La gente ya estaba muy de acuerdo el año pasado, por eso esto se hizo de vuelta; inclusive el año pasado funcionaba hasta las seis y la gente pidió que se extendiera hasta las ocho”, señala, y destaca asimismo la gratuidad de la propuesta: “Los que no conocen vienen y me preguntan ‘en cuánto se alquila la sombrilla’, yo les digo que esto es del Gobierno de la Ciudad y la gente lo acepta y dice ‘muy bien, por fin algo para el pueblo’”.

Un antecedente directo

El Gobierno de la Ciudad ha equiparado la propuesta “Buenos Aires Playa” con las ofrecidas por “las grandes capitales del mundo como París, Roma, Tokio o Berlín”, lo que permitiría inferir que los autores de la iniciativa se habrían inspirado en actividades ideadas en aquellos países.
El antecedente más directo, empero, proviene de estas latitudes y, contrariamente a lo que podría suponerse, no ha sido registrado en un manual de historia ni en un catálogo turístico, sino en un texto literario. Su autor es el exquisito poeta Conrado Nalé Roxlo, pero no figura en ninguno de los libros de versos publicados con ese nombre, sino en uno de Chamico, seudónimo empleado en su faceta de finísimo humorista. Se trata de Mi pueblo, un conjunto de relatos que, según nos manifestó el autor, se desarrollan en el viejo San Fernando.
El texto que nos ocupa se titula precisamente "El balneario", y transcurre durante alguna de las gobernaciones de Marcelino Ugarte, es decir entre 1904 y 1905, o entre 1914 y 1917. Se inicia con el nombramiento como comisionado municipal del bardo local, el vate Ensoñador, quien al parecer había sido compañero de escuela del gobernador, al que le solicitó el cargo; cuenta Chamico que “don Marcelino no tuvo inconveniente en extenderle el nombramiento, engañado por el aparente equilibrio mental del solicitante, a menos que, como se dijo tantas veces, el doctor Ugarte fuera un humorista”.
El flamante funcionario empezó por “hacer podar todos los árboles de la plaza y calles en forma de lira”; le siguieron otras medidas singulares, como redactar los decretos en verso. “Pero su obra más notable fue el balneario”, asegura Chamico, a quien dejamos en el uso de la palabra, por cierto precisa y galana.
“Cuando anunció su propósito de establecer uno, todos nos alegramos, pues el camino que llevaba al río no era tal, sino una sucesión de charcos, barriales, pajonales de cortadera y otros obstáculos. Ahora tendríamos un buen camino y hasta un tranvía eléctrico, según lanzó por su cuenta un entusiasta en la tertulia de La Perla.
Ensoñador había pensado otra cosa. La idea del balneario la tomó de algunas fotografías de revistas, que lo que mostraban era la playa y sus paseantes. ¿A qué entonces meterse en líos camineros para que el vecindario fuera a embarrarse al río? Que la gente se bañara como siempre en su casa o no se bañara, que era lo más común, y luego se fuera a pasear a la playa, la que se instalaría en la plaza, que, entre otras ventajas, tenía la de estar más a mano.
En vano fue que la prensa local se desgañitara en largos editoriales rebosantes de buena doctrina balnearia. Ensoñador quería ver su sueño realizado, y lo vio del modo que se verá.
En la parte oeste de la plaza, pues al este estaba la iglesia, y el padre Custodio se opuso dogmáticamente, se volcaron varias carradas de arena, se desparramaron algunos caracoles, se instalaron casillas y un fonógrafo que berreaba el vals ‘Sobre las olas’, para crear ambiente. Una guardia perpetua de bomberos voluntarios, accionando su mejor bomba, lanzaba de tanto en tanto al cielo un chorro simbólico. Un paseo más, pensaron algunos optimistas. Pero otro fue el baile, ya que no se permitía ingresar a la playa sin traje de baño. (…) Sólo el ordenanza de la intendencia, el farolero, el basurero y algún otro funcionario menor se pasearon por la arena encaracolada luciendo las prendas del caso. El mismo comisionado se lanzó a la arena con la decisión y el arrojo de un gladiador y una malla verde. Pero no consiguió ni un adepto”.
El relato prosigue con la entrada en la playa de cinco “ex coristas de una difunta compañía de zarzuela” provenientes de la Capital, a quienes, ante el desaire del vecindario, el comisionado había contratado para que hicieran de bañistas.
Todo termina con una batalla campal entre los vecinos y “las veteranas de la escena”, quienes emprenden el regreso hacia Buenos Aires, en tanto que “Ensoñador presentó la renuncia ‘en vista de la incultura vigente’”.

Secciones

Contacto

Nosotros

Archivo