¿Resolución? Te la debo
- Por Vanesa Kandel*
- Tamaño disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente
La Resolución 2566/MEDGC/22, emitida en los primeros días de junio por el Ministerio de Educación de CABA, dio lugar a algunas pocas y tibias adhesiones y mayoritariamente a declaraciones de repudio de distintos actores de la comunidad educativa, así como también del arco opositor al oficialismo.
Corrieron ríos de tinta sobre los derechos lingüísticos (y otros más) que se verían amenazados por dicha norma; cuestionamientos a la autoridad de la Real Academia Española, invocada por el Gobierno local en su lucha por el cuidado del idioma español, y al resabio colonial que esta representa para la comunidad de hablantes latinoamericanos; discusiones sobre qué es hablar y escribir correctamente, entre otras yerbas.
Por una cuestión de principios democráticos elementales, me opongo a toda medida que afecte la libertad de expresión de ideas políticas (que de eso se trata, ni más ni menos, el uso del llamado lenguaje inclusivo, en cualquiera de sus variantes). Pero me gustaría llamar la atención sobre otro aspecto de la resolución emitida por el Ministerio que dirige Soledad Acuña, que es su flagrante banalidad.
Si leemos la letra fina, estrictamente la resolución no prohíbe el uso de lenguaje inclusivo, de hecho, ella misma lo utiliza al referirse a “los/as docentes”. Lo único que hace es, en su artículo 1º, recordarnos una verdad de Perogrullo: “que los/as docentes en los establecimientos educativos de los niveles inicial, primario y secundario y sus modalidades, de gestión estatal y privada, deberán desarrollar las actividades de enseñanza y realizar las comunicaciones institucionales de conformidad con las reglas del idioma español”. Y señalo verdad de Perogrullo porque a nadie se le escapa que es obvio que en las aulas nos comunicamos siguiendo, con sus más y sus menos, según el nivel, “las reglas del idioma español” en sus variedades y variaciones. Si no fuera así, ¿cómo lograríamos entendernos? No damos clases en una Babel. ¿Hacía falta emitir una resolución para ratificarlo?
Por otro lado, visto el asunto desde otra perspectiva, si llevamos esta afirmación sobre el uso estricto del español al extremo, la perogrullada se convierte en un dislate: ¿qué pasaría con las clases de lenguas extranjeras (de las que tanto se enorgullece, y con razón, el propio Gobierno de la Ciudad)? ¿Y con las lenguas de señas? Es tan ridículo que no se sostiene.
Pero hay algo más grave y preocupante, y es la aparente conexión que, dentro de los fundamentos de la resolución, la ministra pretende hacer entre el deterioro de los rendimientos de nuestros chicos y chicas en las prácticas de lectura y escritura y el uso de las letras “e” y “x”, o el símbolo @, como marcas de género inclusivo. Y subrayo aparente porque, hasta el momento, no hay ninguna evidencia científica que sustente la existencia de una relación de causa-efecto entre ambas instancias, por lo tanto, proponer una conexión semejante es, como mínimo, prematuro e inconsistente. Entonces… que no mezclen peras con manzanas, ni nos vendan gato por liebre. Si Acuña y Larreta quieren pelearse con fantasmas, allá ellos. Es el negocio de la grieta.
Que existe un deterioro importante en los rendimientos académicos del alumnado parece innegable. Que la pandemia colaboró para acentuar y profundizar una debacle estructural que lleva décadas también parece innegable. ¿Cuál es la respuesta del Gobierno de la Ciudad frente a esto? ¿La Resolución 2566? ¿En serio? “Te la debo”, parece susurrarnos entre líneas la ministra. Eso sí, en perfecto español.
* Docente de CABA y miembro del equipo de Tras Cartón