Junio 2012
EDITORIAL
Confrontaciones
Por Víctor Pais

El fin de la fiesta K conlleva un frente de tormenta cargado de amenazas. Hay preocupación y bronca.
El tema del dólar y el del control que se ejerce sobre el mercado cambiario, así como los cacerolazos de Belgrano, Palermo y Barrio Norte, son sólo un síntoma. No olvidemos que ya el mismo devenir de la primavera K para muchos fue tristeza y privaciones, ya que esta, que encontró para materializarse y perdurar sustento en los precios internacionales favorables de los productos primarios, tuvo su contracara en la superexplotación que sufre buena parte de la clase trabajadora, en el ajuste inflacionario que succiona el bolsillo popular y en la concentración de la propiedad de la tierra con el consiguiente despojo de la población campesina, entre otras perlas.
El presente se vuelve más inquietante aún porque ocurre en un marco de intolerancia y agresiones de unos y de otros, descalificaciones cada vez más violentas del que piensa distinto, agudización del criterio verticalista y autoritario en la forma de hacer política del partido gobernante, doble vara que exhiben con desparpajo los funcionarios elevando a principio rector de su conducta el famoso “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, como se vio en el caso de las restricciones aplicadas a la compra de moneda extranjera. Todos hechos condenables, pero sobre todo señales de agotamiento de una etapa en la que el crecimiento sostenido de la economía le permitía al kirchnerismo maniobrar con bastante soltura en las complicadas arenas de la gestión pública.
Desde hace tiempo, la oposición que gusta presentarse a sí misma como “democrática y republicana” suele adjudicarle al oficialismo la responsabilidad de que haya un estado de “crispación” en la ciudadanía, como si la confrontación se instigara a través de operaciones políticas. Sin embargo, en una sociedad tan desigual como la nuestra, la confrontación es inevitable, está siempre latente, obedece a leyes de la historia y no es fruto de conspiraciones de sectas ni de gobiernos pendencieros.
En todo caso, y no es un dato menor, lo que hace el kirchnerismo es introducir elementos que distorsionan los términos de las contradicciones que como pueblo debemos afrontar, cubriendo con un velo aquellos antagonismos que expresan las necesidades y los intereses de la mayoría de los argentinos y poniendo de relieve otros que, aun no siendo falsos, nada tienen que ver con la tarea de los que creemos en el proyecto de construir de veras una patria justa, libre y soberana.

