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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 28 de octubre de  2025

Edición impresa mayo 2011

ECOS DE LA VISITA DE MARIO VARGAS LLOSA A BUENOS AIRES

La polémica del fin del mundo

Por Haydée Breslav

La invitación al narrador peruano para que pronunciara el discurso de inauguración de la Feria del Libro desató una polémica que superó en virulencia a la guerrilla literaria de los años 20, sin alcanzar la altura, el humor ni mucho menos la creatividad que exhibieron los de Boedo y Florida. El presente trabajo reúne testimonios de las distintas posturas y refiere aspectos del proceso legislativo que culminó declarando al visitante Huésped de Honor de la Ciudad de Buenos Aires.

Todo comenzó entre fines de febrero y principios de marzo, esos caliginosos días que en años anteriores solían venir acompañados de fenómenos meteorológicos como tormentas o inundaciones; esta vez, lo que trajeron fue un remolino que agitó las aguas del mundillo literario e intelectual de Buenos Aires.
La invitación formulada por los organizadores de la Feria del Libro al narrador peruano Mario Vargas Llosa, reciente ganador del premio Nobel de Literatura, para que pronunciara el discurso de inauguración, disparó la polémica.
Tuvieron activa participación en ella los miembros y simpatizantes del espacio kirchnerista Carta Abierta, quienes cuestionaron la ideología del peruano y el hecho de que su visita a Buenos Aires no se limitara a la concurrencia a la Feria, sino también al encuentro regional organizado por la Mont Pelerin Society y la Fundación Libertad, vinculadas ambas con la derecha política. Otros intelectuales consideraron esa postura como un claro intento de censura, más cuestionable aún por provenir de figuras vinculadas al gobierno nacional, y reivindicaron el derecho a la libertad de expresión.
Entre todos instalaron una discusión en la que muchos apelaron a argumentos ad hóminem, sin que en general se aportaran comentarios enriquecedores, o simplemente significativos y aleccionadores, sobre la obra literaria que mereció el último premio Nobel. De este modo, se confirmaron nuevamente los dichos de quien definió a la polémica como el género estéril por excelencia.

 

Las cartas de Carta Abierta

Aurelio Narvaja y Horacio González, pertenecientes ambos a la organización de intelectuales kirchneristas Carta Abierta, dejaron sentado el contrapunto. Fieles al nombre de su agrupación, lo hicieron a través de sendas misivas, rescatando el género epistolar en esta época de correos electrónicos y de redes sociales. Ambas epístolas fueron dirigidas a los presidentes de la Fundación El Libro y de la Cámara del Libro, Carlos de Santos y Gustavo Canevaro, respectivamente.
De la carta de Narvaja, actual director gerente de Ediciones Colihue, extraemos dos párrafos que él mismo destacó. “Es un grave error [que participe inaugurando la Feria] porque el extraordinario escritor y muy merecido Nobel, Mario Vargas Llosa, es desde hace años, sobre todo, un propagandista, ostensible y florido, de las ideas y las políticas de la derecha liberal y, como tal, ha dicho las peores cosas de nuestro gobierno”, expresa en uno, mientras que en el otro sostiene que “la participación del Nobel peruano en los términos decididos es, de hecho, una provocación política al gobierno nacional, a gran parte de las fuerzas políticas, tanto oficialistas como opositoras, y a un sector muy importante del pueblo argentino”. Asimismo, dramatiza: “Y no se trata aquí de gustos literarios. Se trata del destino mismo de la nación”.
Y en su carta, que firmó en su carácter de director de la Biblioteca Nacional, González opina, entre otras cosas, que “hay numerosos escritores argentinos que pueden representar acabadamente un horizonte común de ideas, sin el mesianismo autoritario que hoy aqueja al Vargas Llosa de los círculos mundiales de la derecha más agresiva”. Después de otras consideraciones, termina por invitar al destinatario “a que reconsidere esta desafortunada invitación que ofende a un gran sector de la cultura argentina” y a que “se designe a un escritor argentino en condiciones de representar las diferentes corrientes artísticas y de ideas que se manifiestan hoy en la sociedad argentina”.
A esta carta le siguió otra, en la que González refiere: “Esta mañana he recibido un llamado de la Sra. Presidenta de la República en el sentido de afirmar la sustancia, la forma y la pertinencia del debate democrático en todos los planos de su significación. En ese sentido me ha pedido, en mi carácter de director de la Biblioteca Nacional, retirar la carta que anteriormente les he enviado”.        

 

Crece la polémica

La intervención de Cristina Fernández de Kirchner no logró aquietar las ya revueltas aguas, que siguieron agitando los intelectuales de Carta Abierta, así como otros con posturas contrarias.
Así, Ricardo Forster acusó al autor de La ciudad y los perros de no ser “ni pluralista ni democrático”, en tanto que José Pablo Feinmann, ni corto ni perezoso, anunció: “A iniciativa mía, Mario Goloboff y Vicente Battista redactaron una solicitada que ya fue firmada también por Liliana Heker y Horacio González y que seguramente será firmada por muchos escritores”. Sin embargo, Heker aclaró que “ni siquiera estaba enterada de que esa solicitada existiera”.
El resultado de la sumatoria de los ingenios de los escritores convocados por Feinmann en esa especie de tercerización de la protesta fue bastante escueto. En el texto se manifiesta “profundo desagrado y malestar ante la designación del escritor Mario Vargas Llosa” a quien estima “convertido desde hace años en vocero de los grupos multinacionales editoriales y mediáticos” y le achaca haberse “ensañado de modo muy particular con nuestro país y nuestra sociedad”. Sostiene por último que “dicha designación es no sólo inoportuna sino también agraviante para la cultura nacional y para con las preferencias democráticas y mayoritarias de nuestro pueblo”.
Firmaban, entre otros, los redactores y el inspirador, así como los nombrados González y Forster, y Juano Villafañe. Este último, director artístico del Centro Cultural de la Cooperación, produjo a su vez un extenso documento donde, al igual que Narvaja, califica a la visita del escritor peruano de una provocación que, dice, “no deja de ser interesante porque se instala en las polémicas del campo nacional, se hace más visible la necesidad de que sea un escritor argentino el que inaugure la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires”. Admite que “la obra literaria del último Premio Nobel no tiene por qué estar en duda más allá de los propios debates específicos” pero estima necesario “salir al cruce de los argumentos de los representantes de la restauración conservadora, el neoliberalismo y los regímenes autoritarios y fascistas”.
También Osvaldo Bayer, cada vez más cerca de Carta Abierta, propuso que la Feria fuera inaugurada por “un intelectual argentino, para que nos hable de nuestra sociedad y sus escritores, sus sueños y el deber de estos ante la sociedad”. Estas declaraciones sorprendieron a jóvenes anarquistas, quienes cuestionaron al historiador su “brote de nacionalismo” ajeno a la ideología ácrata.

 

Otras opiniones

Su colega María Sáenz Quesada, por el contrario, estuvo entre quienes salieron en defensa del amenazado derecho del autor de Conversación en La Catedral a hablar en la Feria. “Estoy azorada y avergonzada como argentina. Esta reacción de un grupo de intelectuales oficialistas es la de un nacionalismo bobo que se encuentra en la misma línea que la dictadura de Jorge Rafael Videla, que prohibió un libro de Vargas Llosa”, dijo.
Por su parte, Martín Caparrós eligió enviarle una carta a Horacio González, en la que le enrostra: “Disculpame que te diga que tu gesto me parece autoritario. El problema no es que no estén representadas las distintas corrientes: en una inauguración, si habla un tipo, nunca va a estar representada más de una. El tema es que esa no te gusta. Sí te gusta, supongo, la una y única que está representada en esos actos multitudinarios que organiza el gobierno argentino en el canal público, llamados 678, donde vas con cierta frecuencia; ahí no parece molestarte que no estén representadas ‘las diferentes corrientes artísticas y de ideas que se manifiestan hoy en la sociedad argentina’; ahí, en un espacio tanto más público –con mucho más público, pagado por el dinero público– que la Feria del Libro, nunca se presenta sino una corriente, y a todas las otras que las parta un rayo –o sus insultos”.
En ese sentido, el escritor chileno Antonio Skármeta, flamante ganador del premio Planeta, calificó de “insólito” el intento de censura a Vargas Llosa, y subrayó: “Un escritor tiene el derecho a decir, a escribir y a expresar lo que se le venga en gana, cuando se le dé la gana y donde le dé la gana, y cualquier intento de reprimir eso está muy mal”. Sostuvo que “la práctica democrática implica oír opiniones adversas, cualquiera sea el tenor”, y recordó que “también está la cortesía de recibir al extranjero, aunque tenga opiniones que no nos gusten”.
Su compatriota, el escritor y diplomático Jorge Edwards, dijo sin ambages que “censurar y tratar de impedir” que el novelista peruano inaugurara la Feria era “un acto de barbarie y de ceguera inquisitorial”. Y remarcó: “El hecho de que esta iniciativa venga de funcionarios escritores es todavía más lamentable”. No sin ironía, apuntó que “si uno critica a un gobernante no es porque sea un enemigo del pueblo, es porque compadece al pueblo que tiene que aguantar a ese gobernante”.
Tampoco el escritor y filósofo español Fernando Savater se anduvo con medias tintas: “Yo conozco la Feria del Libro, conozco a Vargas Llosa, y no conozco a ninguno de los que intervienen en la polémica. Son las ganas de buscarse publicidad de personas que no tienen categoría intelectual para conseguirla por otros medios. Los que la tienen no necesitan buscarla por ahí”.
Como si quisiera darle la razón, esto dijo después Horacio González, refiriéndose a su primera carta: “Me hice famoso por esas sesenta líneas, nunca por los cuarenta libros que escribí”.
En este contexto, se abrió paso un pensamiento crítico y diferente. Fue expuesto por quienes hacen la revista La Marea que, asumiéndose como trabajadores de la cultura, elaboraron una declaración que en uno de sus párrafos más significativos manifiesta: “No sólo las declaraciones de Vargas Llosa lesionan la dignidad de nuestro pueblo, también aquellas acciones que atentan contra su producción cultural y su identidad. Por ejemplo los recortes presupuestarios, los privilegios otorgados a multinacionales y a grupos económicos oficialistas, las diversas formas de discriminación en el debate político e ideológico –que debe ser verdaderamente amplio–, así como el desaliento a las expresiones críticas de la dependencia cultural y del esquema cultura-turismo-massmedia que defienden los monopolios de la industria cultural”.
El propio Vargas Llosa, en un extenso artículo titulado Piqueteros intelectuales, y publicado en La Nación, después de muchas otras consideraciones expresa en el último párrafo su pena porque quien encabezara la tentativa de censurarlo fuera el director de la Biblioteca Nacional, “es decir, alguien que ocupa ahora el sitio que dignificó Jorge Luis Borges”, y confía en que “no lo asalte nunca la idea de aplicar, en su administración, el mismo criterio que lo guió a pedir que silenciaran a un escritor por el mero delito de no coincidir con sus opiniones políticas. Sería terrible, pero no inconsecuente ni arbitrario”. Y concluye: “Supongo que si es malo que las ideas ‘liberales’, ‘burguesas’ y ‘reaccionarias’ se escuchen en una charla, es también malísimo y peligrosísimo que se lean. De ahí hay solo un paso a depurar las estanterías de libros que desentonan con ‘las corrientes progresistas del pueblo argentino’”.

 

En la Legislatura

Contrariamente a lo que suele suceder, en el caso de Vargas Llosa la polémica suscitada en el medio literario tuvo más repercusión mediática que la discusión que se generó en el ámbito legislativo, que por momentos alcanzó también ribetes ásperos.
Este último debate surgió por iniciativa de los diputados Juan Pablo Arenaza (Coalición Cívica) y Diana Martínez Barrios (Pro), quienes presentaron sendos proyectos en la Legislatura de la Ciudad Autónoma para que el autor de La guerra del fin del mundo fuera declarado Huésped de Honor.
En los fundamentos de Arenaza, se define al homenajeado como “un baluarte de la libertad, con enormes méritos literarios”, y se destacan “su invalorable aporte a la cultura”, así como también “su convicción por la defensa de la libertad y del Estado de Derecho [que] lo llevó a enfrentar a los regímenes autoritarios de América”, y “un carácter infranqueable cristalizado en su lucha a favor de la libertad de expresión”.
Cabe destacar que este legislador, ante el reconocimiento por parte de integrantes de la organización kirchnerista La Cámpora de que pudieran producirse “manifestaciones genuinas” en contra del escritor peruano, los invitó a participar de un debate público sobre los mecanismos democráticos de expresión.
En ese sentido, puntualizó: “No puede ser que sigamos adoptando como forma de manifestación de nuestras posiciones políticas actitudes violentas e intolerantes como los escraches o abucheos. No debería existir ni una mínima posibilidad de que una persona destacada de la cultura, como es el escritor Vargas Llosa, sufra un ataque por parte de grupos que no respetan la diversidad intelectual”.
En cuanto al proyecto de Martínez Barrios, que fue suscripto por varios de sus compañeros de bancada, sostiene en sus fundamentos que el peruano es “uno de los narradores más destacados de la literatura hispanoamericana, representa una parte importante del ideal literario de Latino América y es precisamente ese concepto el que se delinea a lo largo de su innovadora narrativa”.
Ambos proyectos confluyeron en el texto de una declaración que tuvo despacho de la Comisión de Cultura, y que fue aprobada en la sesión del 14 de abril último, después de un breve pero arduo debate. Votaron a favor los bloques de la Coalición Cívica, Pro, Encuentro Progresista, Unión Cívica Radical, Partido Socialista, Igualdad Social y Unión Federal; y en contra, el del Frente para la Victoria. Se abstuvieron los del Diálogo por Buenos Aires, Proyecto Sur, Peronismo, MST, Solidaridad e Igualdad y Nuevo Encuentro.
El diploma correspondiente, junto con una medalla de oro, le fue entregado al escritor durante un acto que presidió el ministro de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi, y al que asistieron los diputados Arenaza, Martínez Barrios y Avelino Tamargo, quien suscribió el proyecto de esta última. “Buenos Aires es una ciudad de cultura y libertad, de pluralismo y de diversidad, [donde] amamos a las personas que piensan diferente”, manifestó en la oportunidad el funcionario. “Recibo esto con humildad y modestia, sabiendo toda la generosidad que hay detrás de este diploma y también el mandato que acompaña a un reconocimiento de esta índole”, repuso el homenajeado, quien a su vez donó una colección de libros que reúne su obra completa, y que será destinada a la biblioteca Miguel Cané.

 

A modo de epílogo

En 1964, en oportunidad de entregársele a Enrique Banchs el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes, esto escribió Borges: “Hidalgo, para ceñirnos a un ejemplo vernáculo, casi no era un poeta, pero sin él no hubiéramos tenido a Ascasubi y, sin este, a Hernández. Omitido Hidalgo, la poesía argentina y oriental no serían hoy lo que son. Imaginemos, en cambio, que en el otoño de 1911, Enrique Banchs no hubiera entregado a las prensas el manuscrito de La urna. Todo sería como es, salvo que el mundo sería infinitamente más pobre”.
Nos animamos a decir, parafraseando al gran maestro, que si en el otoño de 2011 Mario Vargas Llosa no hubiera pronunciado en la Feria del Libro la exposición La libertad y los libros, todo sería como es, salvo que Buenos Aires sería aún más desdichada.

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