Edición impresa abril 2011
A 90 AÑOS DEL ACTUAL EMPLAZAMIENTO DE LA LOBA ROMANA
Antigüedad y porteñidad en el Parque Lezama

Por Miguel Ruffo
En este mes, el monumento de la Loba Romana en Parque Lezama cumple noventa años de su emplazamiento en dicho espacio público. La loba celebrará este aniversario en soledad, sin los mellizos Rómulo y Remo, que formaban parte del conjunto escultórico hasta que fueron hurtados en septiembre de 2007.
El 21 de abril de 1921 la “Loba Romana”, copia en bronce de la célebre “Loba” de los Museos Capitolinos de la Ciudad Eterna, obsequio de esta urbe a la Reina del Plata en ocasión del Centenario de la Revolución de Mayo, y luego de haber tenido una primera ubicación en Diagonal Norte y Florida y pasado algún tiempo en el Jardín Botánico, fue definitivamente emplazada en el Parque Lezama.
Este espacio verde, desbordante de simbolismo escultórico, se encuentra en la zona sur de la ciudad, en el predio comprendido entre las calles Brasil, Paseo Colón, Martín García y Defensa, y puede ser pensado como el Parque Fundacional de la Ciudad de Buenos Aires. No importa que la arqueología haya descartado la posibilidad de que la Buenos Aires de Pedro de Mendoza hubiera sido fundada en su área; tampoco es relevante que determinadas corrientes historiográficas tradicionales hubiesen señalado al Parque Lezama como el lugar donde se asentó Buenos Aires en 1536; lo relevante es que la mayoría de sus monumentos y esculturas nos remiten a los orígenes fundacionales de la ciudad del Plata y vinculan a la misma a las dos ciudades más importantes de la Antigüedad clásica: Roma y Atenas.
Así el “Monumento a Pedro de Mendoza” (fundador de la ciudad), el “Busto de Ulrico Schmidl” (primer cronista del Río de la Plata) y el “Monumento a la Cordialidad Internacional” (regalo de la ciudad de Montevideo a la de Buenos Aires en ocasión del IV Centenario de su primera fundación) nos remiten a los instantes fundacionales de Buenos Aires; la “Loba Romana”, a los inicios de Roma, y “Palas Atenea”, a la divinidad tutelar de Atenas. Se traza una continuidad cultural entre el presente metropolitano de Buenos Aires y las urbes que le dieron a la civilización occidental el derecho, la filosofía, la historia, la religión. Buenos Aires se nos presenta como la heredera y continuadora de dos ciudades que marcaron el rumbo de la cultura europea. La hispanidad de Mendoza se hermana con los principios jurídicos de Roma y el pensamiento crítico de Atenas. Es todo un complejo cultural, en el sentido de matriz de civilización, el que está presente en el parque.
Cuando fue emplazada en el Lezama, el escultor Gonzalo Leguizamón Pondal le añadió un plinto decorativo. En el mismo alcanzamos a visualizar dos figuras masculinas que simbolizan al Río de la Plata (Buenos Aires) y al río Tíber (Roma). La “Loba” está amamantando a los mellizos Rómulo y Remo. Lamentablemente el vandalismo urbano que afecta a los espacios públicos hizo que el 13 de septiembre de 2007, a pesar de estar enrejada, a la “Loba” le robaran sus mellizos (seguramente para fundir el bronce y venderlo como chatarra; aún es más lamentable que, pese a los años transcurridos, el Gobierno de la Ciudad no la haya restaurado). Este testimonio artístico nos remite al mito fundante de Roma. “Aquellos parajes –dice el historiador romano Tito Livio– eran entonces vastas soledades. Refiérese que siendo escasas las aguas en aquella laguna, dejaron en seco la cuna de los dos niños: una loba sedienta, atraída por el llanto de los niños, bajó de las montañas inmediatas, acercóse a ellos, y de tal manera se amansó, que empezó a lactarles”. En el mito la Loba amamanta a Rómulo y Remo, hijos de la vestal Rhea Silvia y del dios Marte, que tuvieron que ser arrojados al río por su madre debido a los votos de virginidad de las vestales. En el Parque Lezama, gracias al vandalismo, la Loba no tiene a quien amamantar. Pero esta historia de hombres y animales no se limita a Roma, sino también a los momentos fundacionales de la primera Buenos Aires. Un problema crucial de la misma fue el hambre. Dice Ruy Díaz de Guzmán: “Finalmente murió casi toda la gente, donde sucedió que una mujer española, no pudiendo sobrellevar tan grande necesidad fue constreñida a salirse del real, e irse a los indios para poder sustentar su vida (…) y repentinamente topó con una fiera leona que estaba en doloroso parto, que vista por la afligida mujer quedó esta muerta y desmayada, y volviendo en sí, se tendía a sus pies con humildad. La leona, que vio la presa, acometió a hacerla pedazos; pero usando de su real naturaleza, se apiadó de ella, y desechando la ferocidad y furia con que le había acometido, con muestras halagüeñas llegó a la que ya hacía poco caso de su vida, y ella, cobrando algún aliento, la ayudó en el parto en que actualmente estaba, y venido a luz parió dos leoncillos; en cuya compañía estuvo algunos días sustentada de la leona con la carne que traía de los animales (…) En ese tiempo sucedió una cosa admirable (…) [cuando] Francisco Ruiz Galán la vio [a la mujer] ordenó que fuese echada a las fieras [por haberse ido con los indios], para que la despedazasen y comiesen; y puesto en ejecución su mandato, llevaron a la pobre mujer, la ataron muy bien a un árbol, y la dejaron como una legua afuera del pueblo, donde acudieron aquella noche a la presa gran número de fieras para devorarla, y entre ellas vino la leona a quien esta mujer había ayudado en su parto, y habiéndola conocido, la defendió de las demás que allí estaban, y que querían despedazarla. Quedándose en su compañía, la guardó aquella noche, el otro día y la noche siguiente, hasta que el tercero fueron allí unos soldados por orden de su capitán a ver el efecto que había surtido dejar allí aquella mujer; y hallándola viva, y la leona a sus pies con sus dos leoncillos, que sin acometerlos se apartó algún tanto dando lugar a que llegasen; quedaron admirados del instinto y humanidad de aquella fiera (…) De esta manera quedó libre la que ofrecieron a la muerte, echándola a las fieras. Esta mujer yo conocí, y la llamaban la Maldonada, que más bien se le podía decir Biendonada”. Nada en el “Monumento a Pedro de Mendoza” nos remite a la historia de la “Maldonado”; sin embargo, este testimonio escultórico que hace referencia al “Sueño de la Sierra de la Plata” y al “Acto de la Fundación” puede operar como “apoyo sensible” para recordar la historia de la Maldonado, si contraponemos el sueño de los conquistadores con la realidad del asentamiento fundado, y conociendo el asedio del hambre, en virtud de un principio que podríamos denominar de “ampliación del significado” y que forma parte del carácter polivalente del signo.
Así la “Loba Romana” y la leona de las pampas nos hablan de la relación entre los hombres y los animales. Un elemento más para hermanar a Buenos Aires con Roma. Que estos 90 años que se cumplen del emplazamiento de la Loba en el Parque Lezama sirvan para que reparemos en la riqueza escultórica de la ciudad, en la multiplicidad de historias que nos cuentan, y que el Gobierno de la Ciudad reciba el llamado para restaurar a nuestra hermana: La Loba Romana.

