Edición impresa febrero 2011
EDITORIAL
Las dos caras de la inflación

Por Víctor Pais
Un funcionario como el ministro de Economía de la Nación nos recomienda que “busquemos precio” cuando salimos a la calle a comprar aquello que necesitamos para nuestra subsistencia. Busquemos, busquemos mucho, y vamos a encontrar precios acordes a las cifras difundidas por el Instituto de Estadísticas y Censos de la Argentina (Indec). ¿No nos estará tomando el pelo?
Siempre la inflación ha sido una variable de ajuste a favor de los grupos más concentrados. No es una excepción hoy en día. La inflación es una manera de estafarnos. Una manera de meternos las manos en los bolsillos.Aunque, valga decirlo, para quienes llevan adelante esta operatoria, la inflación no basta por sí sola. Ahí, solícitas, van en su auxilio las cifras fraguadas del Indec. Al no expresar estas la real magnitud del fenómeno, al subestimarlo, se convierten en la espada que da la estocada final especialmente contra los que viven de un ingreso fijo de cualquier índole, dado que son utilizadas por los empleadores como parámetro para fijar un techo a los aumentos pretendidos, y esto constituye un mecanismo de merma, más o menos lenta, pero siempre constante, de la capacidad adquisitiva popular. Así vemos que los aumentos de salarios no son, como sugieren entre otros disparates sus verdaderos artífices, los que provocan la inflación, sino el resultado de la lucha de los asalariados para que sus efectos los castiguen lo menos posible.
Decíamos: siempre la inflación ha sido una variable de ajuste a favor de los grupos más concentrados. No es una excepción hoy en día. Y habría que agregar: lo que hoy en día se está registrando es una clara consolidación del factor que provoca la inflación: la concentración de los resortes fundamentales de la economía y de los recursos estratégicos del país en unas pocas decenas de empresas, extranjeras en su mayoría, que se rigen, como es natural, por la lógica fría de la máxima ganancia. Dicho con palabras del economista Julio Gambina: “El factor especulativo, solo posible por grandes y concentrados operadores económicos, es el que define la escalada de precios”.
Pero la inflación, por esa misma modalidad de estafa social que ostenta, nos muestra en su otra cara a un agente revulsivo que hace más intolerables las demás injusticias estructurales que anidan en el carácter neocolonial de la Argentina. Dentro del esquema suscitado por esa doble faz, los diferentes sectores de la sociedad van asumiendo conductas y posicionándose ante la disyuntiva de luchar por una nación soberana o resignarse a un Estado cuya configuración está dada por la clara hegemonía de intereses antipopulares. En ese sentido, es clara la orientación del gobierno que tenemos, que defiende un modelo en el que es sustancial el predominio y la expansión de unos pocos monopolios que succionan nuestras riquezas y esquilman nuestros bolsillos, entre otros modos, a través de ese peligroso combustible bivalente (o bifronte) que es la inflación.
Ante tal encrucijada, distendiendo los músculos faciales y evitando, sobre todo, la contracción de la mandíbula, cabe que nos preguntemos: ¿sobre dónde ponemos la mirada?, ¿sobre lo poquito que dan o sobre lo mucho que quitan?

