La Navidad en la pintura
- Por Miguel Ruffo
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El nacimiento de Jesucristo, acontecimiento tan relevante para la historia de Occidente, fue tema recurrente en lo que hace a sus representaciones artísticas. Todo un ciclo, el que se corresponde con el período que va del 25 de diciembre al 6 de enero, constituyen desde el punto de vista temático las pinturas de la natividad, en las cuales se deben incluir no solo las obras que reflejan el momento del alumbramiento, sino también aquellas que ilustran la adoración de los pastores y de los magos. En vísperas de la celebración de una nueva Navidad ofrecemos un recorrido por algunas de ellas.
Filippino Lippi (1457-1504) pintó Adoración de los Magos en 1496. Se trata de una tabla caracterizada por su magnificencia y por la abundancia de figuras. Las líneas de la composición son oscilantes y enérgicas y la representación se define por la movilidad de los pliegues de las ropas y de los cabellos, así como también por la expresividad gestual de las figuras. Vemos que un acompañante le está quitando al joven noble la corona de la cabeza y los reyes también se han quitado la corona; todo ello nos conduce a ver que los poderes reales simbolizados por las coronas se arrodillan ante el Niño. Este es el verdadero Rey del Mundo. ”Con la palabra ´magos´ se designaba a los sabios que se dedicaban tanto a la astronomía como a la astrología, estudiando el deambular de los astros y tratando de adivinar los tiempos futuros”, explica Eduardo González.
Hans Baldung (1484-1545) pintó una Natividad en 1520. La nochebuena es representada con gran sensibilidad, destacada por una iluminación irreal, cuya fuente es el Niño Jesús. Desde el punto de vista de las formas de incidencia de la luz en una pintura, la irrealidad de la fuente lumínica está revelando que el Niño Jesús es la luz del mundo. La luz se hace presente para los hombres en el milagro de la natividad. Mientras que el fondo de la pintura está dado por una pobre arquitectura, en la figura se expresa la majestad del Niño, adorado por la Virgen que cruza los brazos en el pecho. También vemos a San José admirando al Niño y, hacia la izquierda, el buey y el asno. “La primera referencia a ambos animales en un pesebre aparece en el profeta Isaías como una amarga crítica: ´Así habla el Señor: el buey conoce a su amo y un asno el pesebre de su dueño, pero Israel no me conoce, mi pueblo no tiene entendimiento´(Is, 1,3)”, cita Eduardo González.
Domenico Ghirlandaio (1449-1494) pintó una Adoración de los Pastores en 1485. En esta pintura se unen la referencia a lo antiguo, a la tradición en la historia del arte navideño, con el realismo revolucionario de la escuela flamenca. En la representación de los pastores, el primero de ellos es un autorretrato del artista. Se destaca la escena central, con el Niño adorado por la Virgen a la izquierda y los pastores a la derecha. En estos vemos al mundo campesino rindiendo homenaje al Redentor y Libertador. El buey, el asno y el cordero se suman al homenaje. Hacia el fondo vemos un paisaje con un camino sinuoso y de montaña que nos pone en relación con la naturaleza. Es el mundo rural con sus árboles, plantas, animales y desde ya sus trabajadores. Y en ese mundo, en ese camino, numerosos hombres se desplazan, unos caminando y otros a caballo, aproximándose al pesebre. Es el pueblo que va a rendirle pleitesía al Niño. San José, con una de sus manos llevada a la frente, está avizorando la llegada de los miembros del pueblo.
Adoración de los Magos, obra del mismo artista realizada en 1488, nos presenta a los magos, que casi no se destacan del resto de los santos. ¿Quiénes eran los magos? Eran astrónomos y astrólogos de Oriente que vieron y leyeron en el mundo celeste, vale decir, en la “Estrella de Belén”, el anuncio del nacimiento del Niño, futuro Rey de Israel y del mundo. En la obra de Ghirlandaio se ve, a la izquierda, a San Juan Bautista; detrás de él al propio pintor, y a la derecha a Giovanni Tesori, el donante de la pintura al Hospital de los Inocentes de Florencia. En representación del orfanato aparecen dos niños muertos en la matanza de los inocentes.
Joos van Cleve, apodado “El Viejo” (1485-1541), pintó otra Adoración de los Magos. Dos de los reyes aparecen separados del grupo principal y ocupan las tablas laterales del tríptico. La escena de la tabla central nos muestra a uno de los magos sosteniendo la manito del Niño, que se encuentra en el regazo de la Virgen. La escena se prolonga en el fondo donde vemos un amplio e iluminado paisaje.
Gerrit van Honsthorst (1590-1656) pintó una nueva Adoración de los Pastores en 1617. Este óleo forma parte de las obras nocturnas del pintor. La iluminación de esta escena se deriva de la figura del Niño Jesús. “Todo el calor del mundo se ha concentrado aquí para irradiar un amor nuevo y divino. Esta es la causa del ambiente festivo y alegre que se respira”, observan Christiane Stukenbrock y Bárbara Töpper.
Jacopo Tintoretto (1518-1594) pintó Navidad entre 1578 y 1581. Este nacimiento es uno de los 66 cuadros que el artista hizo para la Scuola di S. Rocco del Venecia. Tintoretto describe el nacimiento de Jesús en un establo de dos pisos. La Sagrada Familia ve cómo los pastores, hombres y mujeres, le ofrecen alimentos en el pesebre. Para Stukenbrock y Töpper esta obra figura entre las principales realizaciones de la pintura occidental.
Anton Raphael Mengs (1728-1779) pintó otra Adoración de los Pastores en 1770. El artista, siguiendo la tradición de Correggio, pintó escenas de adoración nocturnas que se definen por los contrastes de luces y sombras y por un gran dinamismo.
Por último, mencionaremos a Martín Schongauer (1540-1491), quien pintó Natividad en 1480. Esta adoración del Niño Jesús por la Virgen María, San José y los pastores se caracteriza por un colorido luminoso, mientras que el fondo está dado por un paisaje lejano y poblado. Si prestamos atención a la dirección de las miradas del conjunto de las figuras, veremos que todas ellas se concentran en el Niño que plácidamente descansa en el suelo. Ópticamente los pañales blancos del Niño atraen la atención del espectador. Recordemos que el blanco es la sumatoria de todos los colores y que la luz es blanca. Nuevamente Jesús, como la luz del mundo, es aludido en forma simbólica.
Daniel Rops nos recuerda el breve versículo de San Lucas (2,7) que resume lo que sabemos sobre aquel acontecimiento sencillo y prodigioso: “’Y trajo al mundo a su hijo primogénito y lo envolvió entre pañales y lo acostó en un pesebre’. Es inútil divagar sobre tan sobria indicación. La frase da la impresión de que María estaba sola, de que ninguna otra mujer estuvo allí para asistirla; y de ello dedujeron los teólogos muchas cosas sobre las condiciones milagrosas del nacimiento y de la virginidad de María”. Y agrega: “Una lección de máxima humildad se desprende de este episodio, que corresponde perfectamente a cuanto observamos más tarde del que fue ‘dulce y humilde de corazón’”.
Fuentes consultadas
Álvarez Valdes, Ariel. “El 25 de Diciembre y el nacimiento de Jesús”, en Vida Pastoral, Año LII, Nº 302, diciembre de 2011.
González, Eduardo. “Las antífonas ‘O’, el buey, el burro y los camellos de la Navidad”. en Vida Pastoral, Año LVII, Nº 346, diciembre de 2015.
Rops, Daniel. Jesús en su tiempo, Madrid, Ediciones Palabra, 1990.
Stukenbrock, Christane y Töpper, Bárbara. 1.000 obras maestras de la pintura, H.F. Ullmann, 2011.
S/A, “El verdadero origen de la navidad”, en ¡Despertad!, diciembre de 2010.