“El arte me ganó en todas sus formas”
- Por Haydée Breslav
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A los quince años debutó en una función ofrecida por el Club de Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque, y en este diciembre está presentando en Roma una versión unipersonal propia de Hamlet; entre ambos episodios transcurrieron cincuenta fecundos años que Adrián Di Stefano consagró a la escena, los últimos treinta y tres al frente del teatro El Colonial, donde ha montado una treintena de obras fundamentales del repertorio nacional e internacional para un público compuesto en su mayoría por alumnos de los distintos niveles del ciclo educativo. Además, escribió y dirigió varias piezas relacionadas con héroes y episodios de nuestra historia. La entrevista tuvo lugar en la sala, poco antes de empezar la representación de la versión completa de Hamlet que lo tiene como director y protagonista, y donde su interpretación rebosa enjundia y solvencia.
–¿Por qué Hamlet?
–Esta obra forma parte de los planes de estudio: tenemos un repertorio de casi treinta obras completas de teatro universal que abarca todo el ciclo lectivo, desde jardín y los primeros grados, en que los chicos vienen a ver obras de teatro infantil, pasando por la segunda etapa de la escuela primaria, en que vienen a ver El conventillo de la paloma, Romeo y Julieta o Jettatore, y los primeros años de la secundaria, que tienen también un repertorio muy extenso, con obras de Alejandro Casona como Los árboles mueren de pie y La barca sin pescador, hasta los últimos años de la escuela secundaria, en que, como en este caso, vienen a ver Hamlet, Bodas de sangre o Fuenteovejuna, y alcanzando también al ciclo universitario, que por lo general vienen a ver Fausto o Edipo rey. Como los alumnos se renuevan, las obras, que se fueron estrenando a través del tiempo, se mantienen en cartel y, en muchos casos, quienes vinieron como alumnos en los primeros años de nuestra actividad ahora vienen como docentes con sus propios alumnos.
–¿Habías interpretado Hamlet anteriormente?
–Con Hamlet me pasó una cosa curiosa: a los veinte años lo quise hacer porque ya me fascinaba y mi maestro Orlando Tarrío no me dejó, y tenía razón; a los treinta yo me di cuenta de que no podía y recién a los cuarenta me animé a interpretarlo; recuerdo haberlo estrenado en el Teatro del Globo con un escenario muy extraño que me obligaba a una exigencia física y vocal muy importante.
–¿Quién lo dirigía?
–Durante dos años estuve a cargo del Globo, así que la versión la dirigí yo, y un actor muy conocido, Delfor Medina, hacía el rey Claudio; un gran actor, más allá de que fuera reconocido por su labor graciosa en televisión, sobre todo.
–¿Qué podés decirnos de la versión unipersonal?
–Es una adaptación que hice sobre la versión completa, y trasladé todos los personajes y ubiqué la acción en el momento de la muerte, cuando se supone que comienzan a aparecer todos los recuerdos vividos, y de alguna manera le agrego una locura más a la locura de Hamlet. Generé esta versión unipersonal cuando tuve la oportunidad de visitar México en un festival de Guanajuato y no podía viajar con todo el elenco, y después la llevé también a Barcelona.
–Volviendo al repertorio del Colonial, ¿de cuántas obras consta?
–Son prácticamente treinta porque, como te decía, cubren todo el ciclo escolar y se van sumando continuamente otras, como El avaro, Las de Barranco, M’hijo el dotor, Una viuda difícil… Es un repertorio muy extenso, que por otra parte cubre el proceso histórico con obras que empecé a escribir como Las calles de la Independencia, sobre la época del 9 de julio, y Seamos libres, sobre San Martín; este año estrené una sobre Sarmiento y el año que viene, seguramente, seguiré con el 25 de mayo y después con Belgrano.
–¿Desde cuándo funciona el teatro y cómo empezó su actividad?
–La fundación del teatro tuvo lugar en 1946 y tuvo mucho que ver con el nacimiento del teatro independiente. En ese momento el grupo que aquí trabajaba se llamaba La Máscara y fueron muchos los actores y directores de prestigio que pasaron por este escenario. Acá estuvo Pedro Asquini con su esposa Alejandra Boero; acá estrenó Cuzzani El centroforward murió al amanecer en el año 58, con Sergio Renán como protagonista; acá estrenó Onofre Lovero Para que se cumplan las escrituras, del mismo autor: fue muy rutilante el éxito de Rudy Carrié con Pijama de seda; después estuvo Eloísa Cañizares con Federico García Lorca y yo, y a partir del año 85 me hago cargo de la administración de la sala, y estos 33 últimos años de mi carrera han sido dedicados prácticamente a esta actividad.
–¿Y el edificio?
–Tiene su historia, que data de la época de la Colonia: en este predio estaba la casa de Vicente de Azcuénaga, y acá funcionó después la antigua Aduana. Hay fotos que rescaté del museo Roca donde se ve la fachada sobre la avenida Belgrano –en ese momento el río llegaba hasta Paseo Colón– y si uno observa esas fotos se da cuenta de que las ventanas y las rejas son las mismas del edificio actual, lo que quiere decir que en el 46 se reconstruyó al estilo colonial y se mantuvo la misma estructura edilicia. Fue uno de los teatros que tuvo, dentro de las características de sala chica, mucho prestigio: es más, el escenario hasta fue construido con foso de orquesta.
–¿A quién pertenece actualmente el inmueble?
–El edificio es municipal y está cedido a préstamo a la Confederación Nacional de Beneficencia, a la que yo le arriendo la sala. Se trata de una entidad sin fines de lucro que se dedica a hacer beneficencia en todas las provincias con representación de todas ellas.
–Hablemos de tu carrera. ¿Cuándo descubriste tu vocación?
–Yo creo que heredo la vocación artística de mi padre, Roberto Vicente Di Stefano, que era pintor. Debuté en teatro cuando era muy joven, allá por el año 69, en el club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque; tenía quince años y como buen joven hacía toda actividad deportiva y social que tenía que ver con el club. Hasta llegué a ser el mejor cadete a través del deporte, practiqué todos los deportes habidos y por haber, pero después me ganó el teatro.
–¿En qué barrio naciste?
–Nací en Villa del Parque y hasta los 40 años viví allí, después me mudé a Santos Lugares; me casé en la iglesia Santa Rita y mi madre falleció en plena misa en esa iglesia. Yo creo que el paraíso que uno busca es el lugar donde nació, y por supuesto mi paraíso es Villa del Parque, y mi paraíso profesional es el Teatro Colonial.
–¿Con quién estudiaste?
–Estudié con Luis Tasca, que realmente sabía muchísimo, aunque después su actividad pasó por la faz cómica; luego entré en la Escuela Municipal de Arte Dramático, de la cual egresé con 9,75 de promedio, lo que habla a las claras de lo que me gusta y me apasiona esta profesión, y a partir de ahí empecé una carrera en la que mi padrino artístico fue Alberto Closas; trabajé con él y con José Cibrián padre en Ocho preguntas a un monarca. También trabajé mucho en televisión con Verónica Castro y con Arnaldo André, y después me dediqué al teatro: me apasionó sobre todo el teatro clásico y me especialicé en esta actividad, en la que me concentré desde el año 85. Pasé por todos los personajes y dirigí todas las obras que desde mi administración se estrenaron en El Colonial y forman parte del repertorio, y empecé mi actividad como autor, que también me fascinó. Creo que el arte me ganó en todas sus formas.
–¿Has hecho cine?
–Muy poco, prácticamente nada: películas de paso reducido cuando empecé, pero el cine no me atrajo nunca, esa atención a lo técnico no es lo mío.
–¿Tampoco como espectador?
–Como espectador sí, soy muy fanático del cine americano porque me fascina el ritmo que le imprimen a sus películas y el grado emocional que le dan. Soy un asistente muy asiduo a series y películas americanas.
–¿Tuviste maestros que quieras recordar?
–Sí, Enrique Rima, Alfredo Suárez Serrano, Francisco Scibona, de quien aprendí muchísimo, sobre todo lo que tiene que ver con las técnicas teatrales del buen decir, y también un maestro personal, Orlando Tarrío, a quien le debo fundamentalmente la valoración de la palabra como elemento de construcción, a partir de la cual comienza todo el proceso creativo del ser humano.
–¿Podrías ampliar este concepto?
–Somos palabra: más allá de lo religioso, el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y creo que de alguna manera el teatro tiene que ver con eso, con la valoración del verbo como acción. El teatro es acción y el verbo es lo que le da acción a una frase; esto muchas veces no se enseña en las escuelas de teatro, y entonces uno se da cuenta de que muchos actores intuitivos tienen la naturalidad de hablar bien pero no tienen noción de lo que están haciendo, y lo que yo trato de inculcar a mis actores es que tengan verdadera noción técnica de cómo saber hablar y cómo saber expresar a través del cuerpo, como caja de resonancia, todo lo que esa palabra está diciendo.
–Entonces no empleás micrófono.
–No; más allá de la acústica que pueda tener o no una sala, somos actores de teatro y por lo general tratamos de manifestarnos a través de la valoración de la expresión vocal, porque un elemento mecánico como un micrófono no va a hacer que esa palabra llegue al oído del espectador y lo sacuda. Sí entiendo que el micrófono es fundamental cuando se trata de una comedia musical y hay una música de fondo que está acompañando y obliga a que el actor tenga que expresarse a través de ese micrófono para poder estar al igual de esa música, pero cuando el teatro es de prosa creo que, por lo general, el micrófono no debería ser utilizado.
–¿Hay actores que consideres ejemplos dignos de imitar?
–Alfredo Alcón, sin lugar a dudas, como actor nacional, más allá de su personalidad artística, también por su personalidad humana: un hombre sumamente humilde, en quien la grandeza de las acciones se mostraba a través de lo que expresaba en el escenario; Oscar Martínez es otro exponente de actor actual. Como verás, mis modelos tienen mucho que ver con el teatro de prosa, con el teatro de palabra, con el teatro clásico: creo que si un actor se prepara para interpretar personajes clásicos, esa formación puede permitirle hacer absolutamente todo.
–¿Y actores extranjeros que admires?
–No tuve oportunidad de verlos en teatro, lo que realmente me hubiera fascinado, pero si uno se guía por lo que pudo ver en cine, Laurence Olivier, que fue uno de los actores que interpretó magistralmente el Hamlet; Robert de Niro, entre los actores actuales; también Dustin Hoffman… Hay muchos actores que tienen el arte en el alma y en el cuerpo y es imposible no tenerlos como ejemplos a seguir.
–¿Qué opinión tenés de las escuelas de interpretación?
–Las escuelas técnicas de teatro nacen a partir de la Revolución Rusa con Stanislavsky, cuyo método de estudio uno lo tuvo en cuenta desde siempre, acomodado por supuesto a la realidad social y política de los tiempos que corren. Como tienen que ver con la memoria emotiva, algunas cosas del método Stanislavsky son relativamente riesgosas porque si no son muy cuidadas pueden jugar en tu contra, pero hay muchos elementos que tienen que ver con ese estilo de estudio y de interpretación que, a partir de esa Revolución, fueron tenidos en cuenta y hubo grandes maestros y directores que fueron formando en cada sociedad un estilo de interpretación, como Lee Strasberg en Estados Unidos y Cunill Cabanillas entre nosotros. Creo que lo importante es que uno tome esa base para que vaya formando un estilo propio de interpretación, y eso es lo que traté de inculcar: cada obra que dirijo tiene un estilo de interpretación muy particular, que tiene mucho que ver con la valoración de la palabra, con un ritmo vertiginoso, con una estructura de puesta en escena casi coreográfica y con una extensión acomodada a la época en que vivimos, para que el teatro pueda competir con medios que, como el cine y la televisión, disponen de posibilidades que el teatro no tiene.
–Pasando a otro tema, ¿te ha influenciado especialmente el teatro de alguna época en particular?
–El Siglo de Oro español es una época muy fuerte, que coincidió con la época isabelina, la de Shakespeare, y el teatro de ese período tiene mucho de actual: algunas frases que hoy vas a escuchar en la obra las puede estar diciendo en la actualidad cualquier gobernante en cualquier lugar del mundo. “¿Puede uno lograr perdón reteniendo los frutos del delito?”, dice el rey Claudio. Ahí está el valor del teatro clásico, que más allá de la moda y de las costumbres se mantiene vigente a través del tiempo y uno termina creyendo que estos autores fueron viajeros en el tiempo, porque ¿cómo pudieron tener la calidad artística de expresar en sus palabras algo tan poético pero al mismo tiempo tan actual? Creo que también hay textos de autores argentinos que van a ser clásicos a través del tiempo, como por ejemplo Roberto Cossa con La nona, que reflejó una época muy fuerte, con una sociedad que se va fagocitando a sus propias criaturas; y esto puede seguir pasando.
–Precisamente, ¿cómo ves el actual panorama teatral de nuestro país?
–Complicado por lo económico, porque el teatro no es un elemento de uso prioritario y la gente va acomodando su realidad a la situación económica por la que va viviendo. El teatro es un reflejo de la sociedad, y como tal responde a las épocas en que se va desarrollando: una época muy difícil de la Argentina generó el movimiento de Teatro Abierto como respuesta, y surgieron muchos autores que a través del teatro podían expresar una rebeldía que era necesaria para toda la sociedad. No creo que el teatro esté hoy en crisis; lo que está en crisis es el teatro como elemento de funcionalidad empresarial, ya sea a nivel comercial o a nivel de teatro independiente, que más allá de la ayuda que recibe de las instituciones oficiales sufre las consecuencias de este momento político y social que se está viviendo.
–¿Existe actualmente una cierta banalización del teatro?
–Sí, pero fijate que uno de los grandes éxitos porteños en estos momentos es Ha llegado un inspector, que va a hacer temporada a Mar del Plata, donde Soriano está por estrenar La nona, o sea que más allá del teatro comercial y el teatro de revistas donde el público quiere divertirse, el movimiento de teatro independiente tiene muchas expresiones no convencionales que apuntan a las necesidades de un público que no busca que lo distraigan o lo dispersen y prefiere concentrarse en las cosas que valen y que corresponden.
–Por último, ¿dónde te sentís más cómodo, en la tragedia o en la comedia?
–En todo; arriba del escenario me siento como pez en el agua. Si tengo que elegir, esta versión de Hamlet es la que más me gusta como actor, pero también me fascina dirigir, me fascina escribir y en la comedia me divierto mucho. Aprendí a hacer de todo y esto es lo que un actor debe hacer: no encasillarse en nada sino tratar de responder a cada exigencia, inclusive con la disciplina de ponerse a cargo de otros directores. Hace muy poco trabajé con Luis Brandoni en una obra sobre la vida de Illia dirigida por Gióvine en temporada en Mar del Plata, y me sentí muy cómodo trabajando con Brandoni, que es un grande de la escena, e interpretando la historia de otro grande, como fue Illia.