“Vibrante ascua de esmeralda y oro”
- Por Tras Cartón
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El picaflor verde ha sido declarado ave emblema de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Así lo establece una ley sancionada en su última sesión por la Legislatura porteña. Se trata de la especie autóctona cuyo nombre científico es Chlorostilbon lucidus, y conocida también como picaflor verde común, picaflor común o esmeralda pico rojo.
La iniciativa se debió a Carolina Estebarena (VJ) y fue suscripta además por la presidenta de la Comisión de Ambiente del cuerpo, Mercedes de Las Casas (VJ), y de los vocales Daniel del Sol, Natalia Fidel, Guillermo Suárez (todos ellos de VJ) y Manuela Thourte (UCR-Ev)
Según hizo constar la autora en los fundamentos del proyecto, la idea de elegir un ave emblema para la ciudad surgió del interés por “visibilizar la importancia de las aves en el entorno urbano, considerándolas recursos alados de nuestro patrimonio ambiental”.
La legisladora tuvo también en consideración que la ciudad cuenta ya con distintos símbolos naturales, como un árbol (el Tala), una flor (la orquídea ribereña) y una mariposa (la panambí morotí o mariposa bandera) y que “nos faltaba un ave representativa”.
Fue así como, refiere, “con la entusiasta adhesión de la ONG Aves Argentinas, del Programa Escuelas Verdes del Ministerio de Educación e Innovación del Gobierno de la Ciudad, y de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad (APrA)”, organizaron e implementaron la que consideraron mejor propuesta para la elección del ave emblema, que fue la votación por parte de los alumnos de todas las escuelas porteñas.
Para ello, en una primera etapa del proyecto, Aves Argentinas seleccionó a 14 aves silvestres, que serían las “candidatas”, de entre aquellas que se pueden observar en cualquier parque, plaza, balcón o patio de la ciudad: formaron parte de esa preselección el benteveo, la calandria grande, el carancho, el cardenal común, el carpintero real, la cotorra, el gavilán mixto, la paloma picazuro, el picabuey, el picaflor verde común, la ratona, la torcaza, el tordo renegrido y el zorzal colorado.
Por su parte, Escuelas Verdes tuvo a su cargo la organización de la actividad, así como la capacitación y la convocatoria a los docentes de las escuelas inscriptas.
Siempre de acuerdo con la información suministrada, esta primera etapa comenzó el 20 de agosto de 2019 con un encuentro presencial en el Centro de Información y Formación Ambiental (CIFA) en el Paseo Ambiental Sur de Villa Soldati, y continuó con el trabajo en el aula para que los alumnos de inicial, primaria y secundaria de la Ciudad que deseaban participar pudieran hacerlo, más allá de sus preferencias personales por el color o el canto de algún ave específica, conociendo acerca de todas ellas y emitiendo así un voto informado.
Durante este año se decidió seguir adelante con la propuesta, y a esos efectos se hizo una difusión permanente on line de la iniciativa, ofreciendo material pedagógico en el sitio web de Escuelas Verdes, y el 29 de junio último se realizó una nueva jornada de capacitación vía zoom.
La elección finalizó el 7 de septiembre último y, según datos oficiales, participaron 160 escuelas y votaron en total 11.872 alumnos; en cuanto al escrutinio, consagró en el primer lugar al picaflor verde con 3.086 votos, seguido por la cotorra (myiopsitta monachus), con 1.141 sufragios, mientras que el tercer puesto fue ocupado por el benteveo (Pitangus sulphuratus), que obtuvo 1.136 votos.
El proyecto legislativo fue presentado poco menos de un mes después, el 6 de octubre y fue girado a la Comisión de Ambiente, donde obtuvo despacho favorable con las firmas de diez de sus once miembros.
Llevado al recinto, fue aprobado con los votos de la totalidad de los miembros asistentes (de manera presencial o virtual), salvo la ya habitual abstención de AyL.
En uno de los últimos tramos de los fundamentos, la autora afirma que “la propuesta de la elección del ave emblema de la Ciudad en general y la elección del picaflor verde común en particular, han contribuido a valorar nuestra naturaleza urbana y a recordar todo lo que podemos aprender de ella”.
Por nuestra parte, recordamos que este airoso y diminuto pájaro también supo inspirar a los poetas, y Leopoldo Lugones y Juan Burghi le dedicaron sendas obras en las que describen los esplendores de piedra preciosa de su plumaje, el fantasma luminoso de su vuelo, su inasible y fugaz epifanía.
Escribió Lugones; “Run … dun, run … dun … Y al tremolar sonoro / del vuelo audaz y como un dardo, intenso / surgió de pronto, ante una flor suspenso, / en vibrante ascua de esmeralda y oro. // Fue color… luz… color… A un brusco giro, / un haz de sol lo arrebató al soslayo; / y al desaparecer con aquel rayo / su ascua fugaz carbonizó en zafiro”.
Y Burghi: “Vivaz estremecimiento / de la luz y del color / surca el patio soñoliento: / Rrrc, rrrc, rrrc, el picaflor. // Rrrc, rrrc, vibrante va y viene / como una viva joyita / y ante la flor que visita / ingrávido se sostiene. // Rrrc. Oro; azul; rojo; verde. / Iris... Prisma... Tornasol... / Rrrc, llega... danza.,. y se pierde / como un capricho del sol”.
Y nos parece escuchar a Charlo cantando esa milonga de Juan Maglio “Pacho” con letra de Enrique Cadícamo, en cuya segunda estrofa el protagonista proclama: “Soy el picaflor del norte / m’he diplomao haciendo cortes / en cualquier salón yo tallo y rompo / y pa’ bailar soy como un trompo”.