Tiempo del jacarandá
- Por Haydée Breslav
- Tamaño disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente

“Mi canto es tiempo que vuelve a ser / tiempo del jacarandá”, cantaba Eduardo Falú. Cómo no recordar la hermosa zamba que escribió junto con el célebre poeta uruguayo Osiris Rodríguez Castillo titulada precisamente Tiempo del jacarandá en el noviembre de Buenos Aires, cuando ese árbol vuelve a florecer y los pétalos violáceos aportan un toque de romanticismo a la gris monocromía urbana.
Se trata de la especie cuyo nombre científico es jacaranda mimosifolia, también conocida como tarco. Originaria del noroeste argentino (provincias de Tucumán, Salta y Jujuy) y de Bolivía, Brasil y Paraguay, fue traída a territorio porteño a fines del siglo XIX por el gran paisajista francés Carlos Thays, a quien se debe también la incorporación del ibirapitá, el lapacho rosado y el palo borracho, con el propósito de embellecer a la ciudad. Para ello organizó expediciones al norte argentino en busca de flora con valor ornamental que pudiera adaptarse a las características ambientales rioplatenses.
Thays imaginó también la concatenación de floraciones que se suceden en forma escalonada y que comienza a principios de la primavera con la eclosión rosada de los lapachos, sigue con los rojos pétalos del ceibo y continúa con el profuso azul violáceo de los jacarandás, que deben la intensidad de su color a un hecho particular de la especie, pues esta florece después de haber desprendido la mayoría de sus hojas; de modo que las corolas se muestran en las ramas en todo su esplendor, sin que el follaje las oculte ni las opaque.
Según informó el Gobierno de la Ciudad, la floración del jacarandá es uno de los argumentos que emplean las agencias de viajes para promover las visitas a Buenos Aires entre mediados de noviembre y diciembre, y los turistas extranjeros llaman a la especie “el árbol de las hojas color lila” pues suponen que las flores son hojas, “porque no se imaginan un árbol sin hojas y con tanta presencia de flores”.
De acuerdo con datos actualizados por la Dirección General de Espacios Verdes y Arbolado, hay un total de 13.872 jacarandás en las veredas porteñas, mientras que otros 5.050 habitan en espacios verdes. Entre los árboles que más abundan en la ciudad ocupa el cuarto lugar, después del fresno americano, el plátano y el tilo. Las zonas con más población de esta especie son las avenidas Figueroa Alcorta, Sarmiento, 9 de Julio y San Juan, seguidas por las del Libertador, Cabildo y Callao. También se puede apreciar a los jacarandás en el Jardín Botánico, el Rosedal, el Parque Los Andes, las Barrancas de Belgrano y las plazas Italia y Seeber; Borges mencionó, como al pasar, los de la plaza San Martín.
Funcionarios del área anunciaron “el objetivo de duplicar la cantidad de ejemplares de esta especie en los próximos diez años” y precisaron: “Puesto que la mayor concentración se da en la zona norte, nuestro foco va a estar sobre todo en la zona sur, para procurar que esta explosión de violeta sea pareja en todo el ámbito de la ciudad”.
Explicaron que el jacarandá es una de las especies definidas como prioritarias por el Plan Maestro de Arbolado porque, además de ofrecer importantes beneficios ambientales para los vecinos, se destaca por su gran belleza paisajística y cuenta con características muy favorables para el arbolado público puesto que las raíces no son invasivas, la madera es resistente y el follaje produce una sombra amplia y fresca. Se la recomienda para ser plantada tanto en veredas como en espacios verdes, por lo cual se la cultiva en el vivero de la Ciudad ubicado en Parque Avellaneda.
El tiempo del jacarandá, como el de toda flor, es breve: los airosos pétalos permanecen en las copas durante unas cuatro semanas, tras las que caen para alfombrar de azul violáceo las veredas porteñas. “Casi azul no es azul. / Casi violeta no es violeta / pero cuando caminamos sobre sus flores / caminamos sobre el cielo”, escribió Silvina Ocampo. A su vez, el poeta español Rafael Alberti, de larga y fecunda estadía en la Argentina, expresó que quería “pisar / la nieve azul del jacarandá”.
En 2015 la Legislatura sancionó la Ley N° 5.229, que designa al jacarandá árbol distintivo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La iniciativa provino de la ex integrante de ese cuerpo Alejandra Caballero, quien en los fundamentos mencionó, entre otras cosas, a la conocida canción de María Elena Walsh.
La bella flor inspiró también a otros creadores, como el gran músico argentino Luis Gianneo, autor de una de las piezas más notables de nuestro repertorio orquestal, el poema sinfónico El tarco en flor.