El castillo frente al río
- Por Pablo Sàez. Fuente: ebcprensacooperativa.net.ar*
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El Club de Pescadores de Buenos Aires, en la Costanera Norte, es quizás baluarte en defensa de la relación de la ciudad con el río. Su edificio es postal obligada del Río de la Plata, y caminar por su muelle, una experiencia única.
La pesca atrae como deporte y actividad social a gente de toda condición. En su práctica se cultiva la camaradería y la paciencia. Tal vez fueron estas dos virtudes las que dieron por resultado una institución que cumplió ciento veinte años, que cuenta con un amplio muelle de quinientos metros de largo y un vistoso “castillo belga” estilo Tudor donde tiene su sede. Por su emplazamiento privilegiado, en la intersección de las avenidas Rafael Obligado y Sarmiento, fue varias veces codiciada para negocios inmobiliarios. Logró la inmunidad al ser declarado su edificio monumento histórico nacional en 2001.
Unidos por la pesca
Todo comenzó en 1903, más al sur, en el viejo “Muelle de los Franceses”, casi una prolongación de la actual calle Ayacucho, unido a los murallones por donde pasaban los trenes de la Estación Retiro. En ese muelle abandonado de diez cuadras y donde en el siglo pasado compañías francesas desembarcaban carbón para el uso de los ferrocarriles, se reunía un grupo de pescadores. Estos decidieron reparar el espigón con tablones, levantaron una pequeña casilla de madera para guardar sus cosas y el 3 de agosto de ese año fundaron el Club de Pescadores. Pero dos años después, una gran sudestada arrasó el viejo muelle destrozando también la casilla y, por un tiempo, los pescadores dejaron de tener punto de reunión.
Durante cuatro años pescaron donde podían. En 1909, uno de los pescadores aficionados, comisario de policía y amigo personal del presidente Figueroa Alcorta, consiguió un permiso para pescar en Dársena Norte. Volvieron a reunirse y renació el entusiasmo. En 1923 obtuvieron la personería jurídica y el general Benavídez, un oficial de la “Campaña al Desierto”, fue el primer presidente oficial del club. El Club de Pescadores se perfilaba desde entonces como un espacio por el que circulaban las elites. Tener un muelle y un edificio propio era una ambición posible. Ya hacía décadas que Buenos Aires estaba en una transformación notable y la Costanera Norte era parte también de los proyectos.
De visita por el “castillo belga”
Oscar Romano, miembro de la Comisión Directiva, realiza una gentil visita guiada y, mientras nos muestra orgulloso el certificado de una importante donación hecha por Carlos Gardel expuesta en una vitrina del museo, nos informa: “Donó el valor de un auto. Siempre venía a pescar y a veces lo hacía con Razzano”.
Recorremos las instalaciones del edificio, comenzando por el hall de entrada, y las salas a ambos lados. El salón de la presidencia exhibe los retratos de todos sus presidentes y, en el centro, una enorme mesa oval es el lugar donde se toman todas las decisiones por consenso democrático. Además del museo histórico, hay un museo ictológico, con todas las especies argentinas, y en planta alta, dos restaurantes, uno para socios y otro concesionado, con imponente vista al río a través de amplios ventanales. La torre en la que remata el castillo es hoy usada solo como depósito, pero carga la leyenda de haber sido allí donde la antena instalada de la agencia Reuters recibió la primera noticia en Argentina del fin de la Segunda Guerra Mundial. Se destaca la sobriedad de todas las instalaciones, obra del ingeniero Juan Nicolás Quartino, experto convocado para realizar la obra, que decidió, junto con el entonces Presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear, que debía ser “un orgullo arquitectónico para la Ciudad de Buenos Aires”. Las amplias galerías que rodean el edificio ya comunican con la inmensidad del Río de la Plata y rematan en el muelle de cinco cuadras cuidadosamente equipado para la pesca, y al que los socios pueden acceder las veinticuatro horas para pescar o simplemente sentir la fuerza de la naturaleza.
Quartino, el ingeniero de la Costanera
El ingeniero Quartino, cuyas obras hoy no son suficientemente valoradas por el enorme impacto que tuvieron, luego de un paso por Ferrocarriles del Estado se unió a la Municipalidad y su primer trabajo importante fue la canalización del Arroyo Cildañez, la cual significó un saneamiento importante para las comunas 8 y 9. En 1916, con la Presidencia de la Nación de Hipólito Irigoyen, asumió la Secretaría de Obras Públicas de la Municipalidad de Buenos Aires. Surgió entonces el proyecto de recuperar el acceso público al Río de la Plata, que se había aislado del estuario por la construcción del Puerto, limitando la interacción entre el río y la ciudad desde la época de la Colonia.
Una publicación de Caras y Caretas de 1918 pondera su labor y alaba la obra de la Costanera Sur, “el Balneario”, que sería tan importante durante décadas para los porteños, no solo por el recreo frente al río, sino por toda la vida cultural que allí transcurría. Frente al Espigón del Balneario Municipal, se ubicó la Fuente de las Nereidas, de la escultora Lola Mora, uno de los símbolos de la ciudad. Quartino diseñó el primer tramo de la Avenida Costanera y el Espigón del Balneario Municipal como una obra estética, de acceso general y de recuperación histórica.
Pero su obra más destacada fue el Club de Pescadores, inspirada en un estilo que se corresponde con el desarrollo final de la arquitectura medieval en Inglaterra durante el período Tudor (1485-1603). Se caracteriza por sus techos en pendiente abrupta, puertas y ventanas altas y estrechas, pequeños paneles de cristal, grandes chimeneas y ornamentación geométrica. Si algo le faltaba a Buenos Aires para consolidar su eclecticismo cultural era este castillo frente a un río que parece un mar.
Fuente: ebcprensacooperativa.net.ar*
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