¿De qué envejecimiento saludable se trata?
- Por Haydée Breslav
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Se cerró ayer la Semana del Envejecimiento Saludable, instituida por una ley tratada sobre tablas y votada por unanimidad por la Legislatura de la Ciudad Autónoma en su sesión del 13 de este mes.
En sus fundamentos, la iniciativa expresa que “debido al aumento de la expectativa de vida, la proporción de personas mayores está aumentando rápidamente” y que “el envejecimiento de la población puede considerarse un éxito de las políticas de salud pública y el desarrollo socioeconómico de los países, pero al mismo tiempo representa un desafío para toda la comunidad, para asegurar la máxima calidad de salud posible y la mayor capacidad e independencia funcional de las personas mayores, con el menor costo socio-sanitario posible”.
Según informó la Legislatura, “el objetivo es concientizar a la comunidad sobre estrategias de promoción de la salud y prevención; difundir información científica; promover los recursos sanitarios que el sistema de salud ofrece en los distintos programas, hospitales y centros de salud y desarrollar una actitud ética y responsable hacia el abordaje clínico de los trastornos neurocognitivos y las demencias”.
El acto de apertura se efectuó el lunes último en el salón Raúl Alfonsín del Palacio Legislativo y estuvo presidido por el titular de la Comisión de Salud del cuerpo y autor de la iniciativa, el oficialista José Luis Acevedo, quien dijo, entre otras cosas: “Desde el Poder Legislativo y el Ejecutivo trabajamos para que la Ciudad provoque a los vecinos a hacer ejercicio físico y mental. Que hagan actividades en las plazas, polideportivos y se sumen a todas las opciones recreativas que tenemos para que tengan una mayor calidad de vida”.
Así, el Ejecutivo local organizó un programa que constó de talleres y charlas en hospitales y centros de salud y de jubilados, así como de numerosas actividades gimnásticas, deportivas y recreativas en plazas y polideportivos. Curiosamente, no se incluyó ningún acto para celebrar el Día del Jubilado, que se conmemoró el jueves último.
En la información suministrada por el Gobierno de la Ciudad se aconseja que “para alcanzar un envejecimiento saludable tenemos que adoptar hábitos que mejoren nuestra calidad de vida a lo largo de nuestro ciclo vital”, y se pasa a enumerar:
“Realicemos actividad física regularmente; desarrollemos actividades intelectuales desafiantes (sic); mantengamos la actividad social y recreativa; controlemos regularmente nuestra presión arterial, nuestro colesterol y nuestra glucemia; eliminemos el tabaco y sigamos una alimentación sana y equilibrada”.
Algunos datos de la realidad
Lo que el Gobierno de la Ciudad no dice es que, según la reciente actualización, el haber mínimo jubilatorio, que es el que cobra aproximadamente el 70% del sector, es en valores netos de $8.377, y que la canasta básica del jubilado fue en agosto último de $21.127 mensuales, de acuerdo con un estudio de la Defensoría de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires.
Es así como quienes cobran la mínima, que suman más de cuatro millones de personas, no llegan a cubrir el 40% del valor total de la canasta; es más, según un cálculo publicado por el diario Ámbito financiero, “pueden comer solo la mitad de los días del mes”.
¿Qué decir entonces de los que perciben la pensión universal para adultos mayores, establecida en 2016, y que equivale al 80% de la jubilación mínima? Pero tampoco alcanzan a completar la canasta quienes cobran haberes medios, que no llegan a los $17.000.
En un comunicado emitido por la Mesa Coordinadora de Jubilados y Pensionados, que conmemoró su día con un acto de protesta, se explica, a propósito de “la Ley de Movilidad N° 27.426, aprobada en el Congreso Nacional, a pesar de las grandes movilizaciones en su contra”, que “el Poder Ejecutivo, la mayoría del Poder Legislativo y el Anses habían asegurado que, con el cambio de la fórmula de movilidad, los jubilados y demás beneficiarios de prestaciones cobrarían este año entre 4 y 5% por encima de la inflación”, pero que en realidad implica “una pérdida del poder adquisitivo sobre los magros ingresos de más del 10%, donde el haber mínimo jubilatorio solo cubre el 39% de una canasta básica para la subsistencia”.
“Por esta razón”, reclaman, “es de urgente necesidad un aumento de emergencia del haber mínimo jubilatorio, con recomposición proporcional en todas las escalas, para que ninguna jubilación sea inferior a las necesidades de una canasta básica del adulto mayor”.
Como si todo esto fuera poco, el proyecto de Ley de Presupuesto que se envió a Diputados plantea que el cobro de la pensión universal para el adulto mayor sea “incompatible con el desempeño de cualquier actividad en relación de dependencia o por cuenta propia”.
Puede observarse que en estas circunstancias resulta difícil cumplir las recomendaciones del Gobierno de la Ciudad para envejecer saludablemente, de entre las cuales la última y más básica, “sigamos una alimentación sana y equilibrada” parece más bien una broma de pésimo gusto.
Se diría que es de más fácil cumplimiento la segunda, “desarrollemos actividades intelectuales desafiantes”, pues los funcionarios de turno y los políticos de todo grupo y sector ofrecen la oportunidad de ejercitarse tratando de desentrañar el sentido de sus discursos y declaraciones; claro que en estos casos los resultados suelen ser frustrantes pues, por lo general, después de desbrozar las peroratas no se encuentra nada.
Ironías aparte, lo cierto es que, como señaló el titular de la Defensoría, Eugenio Semino, en este año la movilidad de los haberes jubilatorios, incluyendo el cálculo de diciembre, va a sumar un aumento del 29%, mientras que las estimaciones de inflación superan el 40%.
En tanto, al igual que en el menemato, desde los poderes del Estado se agita el latiguillo de “mejorar la calidad de vida” cuando ni siquiera se garantizan las condiciones básicas de vida y, por qué no decirlo, la vida misma de más de cuatro millones de personas.
Mal puede hablarse entonces de envejecimiento saludable en un contexto donde, como afirmó acertadamente Semino, “los jubilados hacen peripecias ante una sociedad que naturalizó que envejecer es ser pobre”.