Dante x Alonso: “El Infierno que yo vi”
- Por Haydée Breslav
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En el año en que se cumple el séptimo centenario de la muerte de Dante Alighieri, el sábado 4 de diciembre próximo se inaugurará en el Museo Nacional de Bellas Artes ubicado en la avenida del Libertador 1473, la muestra Dante x Alonso, organizada por ese establecimiento junto con el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires.
Según se informó, la muestra reúne 47 trabajos en papel del artista argentino Carlos Alonso (Mendoza, 1929), inspirados en la obra del poeta florentino. Se trata de dibujos, collages, grabados, acuarelas y tintas que pertenecen a dos periodos distintos de la trayectoria de Alonso: el primero se ubica a fines de la década del 60 del siglo XX y el segundo, en la primera década de este siglo.
En 1968, el artista se instaló en Florencia, con el propósito de estudiar la obra de Dante en sus fuentes. “Leí a Dante a través de las imágenes, en el museo que está en su casa de Florencia, donde hay ediciones de toda la historia de la ilustración de La Divina Comedia, desde Botticelli a Rauschenberg. Ahí me impregné. Me impactaba cómo Dante estaba incorporado en todo, en el imaginario”, dijo mucho después Alonso en una entrevista con La voz del interior, de Córdoba.
La experiencia quedó plasmada en unos 270 trabajos, entre pinturas y collages donde, según Raúl Santana, “el artista hace y deshace las escenas oscilando siempre entre lo trágico y lo grotesco”.
“Realizadas en pequeño formato, las obras presentan múltiples versiones del retrato del poeta florentino replicado por medio de diversas técnicas, así como escenas inspiradas en diferentes pasajes del poema, traídos al presente como prueba de que esos horrores siguen ocurriendo bajo nuevas apariencias y formatos”, describe a su vez Duprat, quien señala que “el interés por Dante y La Divina Comedia siguió acompañando al artista a través de los años”.
En efecto, en 2005 presentó en el Museo Jenaro Pérez, de Córdoba, una muestra compuesta por medio centenar de dibujos, acuarelas, técnicas mixtas y pasteles; algunos de estos trabajos forman parte de la exposición que anuncia el Bellas Artes. “Tenía que pintar el infierno que yo vi y en el que estoy incluido, por eso la muestra se llama Carlos Alonso en el infierno”, declaró el artista.
En el catálogo escribió Norma Morandini: “Si la Divina Comedía es un viaje en búsqueda de la verdad, Carlos Alonso hace el mismo viaje con el coraje que solo tienen aquellos que son capaces de mirar de frente los pecados”.
A su vez. Raúl Santana destacó que “las radicales interpretaciones del Infierno propuestas por Alonso (…) se transforman en una contundente metáfora de la actualidad, donde el artista, desbrozando la esencia del texto, sigue cumpliendo con el carácter crítico y contestatario que atraviesa la totalidad de su obra”.
Por su parte, el artista manifestó: “Dante es el comienzo, el punto de partida, no me pasa con cualquier libro, encontré en él algo que me resultó esencial, una veta que estuvo antes de Dante y sigue estando después”.
Los trabajos provienen de la colección personal del artista, del Museo Carlos Alonso-Mansión Stoppel, ubicado en la provincia de Mendoza, y de colecciones particulares. La curaduría está a cargo del director del Museo, Andrés Duprat, y las obras se exhibirán en la sala 33 del primer piso del establecimiento, donde podrán verse hasta el 27 de febrero del año próximo.
El Museo está abierto de miércoles a domingo, de 11 a 19, y la entrada es gratuita. Las visitas se realizan observando las medidas de cuidado vigentes y con reserva previa de turnos, que son individuales e intransferibles. Dadas las disposiciones sanitarias en vigor, los turnos disponibles son limitados.
Para mayores precisiones, puede consultarse la página web del Museo: www.bellasartes.gob.ar.
En otras disciplinas
Vale la pena recordar que Dante poseía vastísimos conocimientos; como señala Walter Muschg, “dominaba todo el saber escolástico y humanístico de su tiempo”. Amaba profundamente a su ciudad natal, Florencia; participó en su vida pública y luchó por independizarla del papa Bonifacio VIII. Fue electo miembro del Consejo de los Cien pero, a instancias del pontífice, la ciudad fue invadida por Charles de Valois y sus gobernantes condenados al destierro bajo pena de muerte en la hoguera en caso de regreso. Despojado de sus bienes, Dante peregrinó por tierras ajenas durante veinte años, al cabo de los cuales murió en la ciudad de Ravena.
Fue en el exilio donde escribió su obra cumbre, en la que se traslucen de un modo u otro el dolor por la injusticia, la ira contra quienes la cometieron, la nostalgia del lugar de origen y la frustrada esperanza del regreso. No es de extrañar que La Divina Comedia calara hondo en la sensibilidad de los argentinos.
Se atribuye precisamente a un emigrado, el francés Paul Groussac, el mérito de haber traducido en nuestro país, por primera vez, algunos fragmentos del poema de Dante. Pero la primera traducción integral se debe a Bartolomé Mitre, de cuyo nacimiento se cumple este año el bicentenario. Se trata de una versión en verso a la que el ex presidente hizo sucesivas correcciones hasta la edición definitiva en 1897. Si bien fue objeto posteriormente de algún epigrama satírico, también recibió elogios de Rubén Darío. Otros argentinos siguieron después el ejemplo de Mitre, y se considera que entre las mejores traducciones al castellano del poema de Dante se encuentra la de Ángel Battistessa, de 1971.
Es sabido que Borges era un asiduo lector de Dante, quien le inspiró más de un meduloso trabajo; algunos encuentran en ciertos cuentos referencias más o menos explícitas a situaciones y personajes de La Divina Comedia. Lo evidente es que la insuperable colección de novelas policiales El Séptimo Círculo, creada y dirigida en un principio por Borges y Bioy Casares, ostentó ese nombre por el anillo del infierno destinado a los violentos.
Mucho se ha escrito sobre la influencia de la Comedia en el Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal, pero no parece recordarse suficientemente que uno de nuestros principales poetas lunfardos adoptó un seudónimo que evoca fonéticamente al poeta florentino sin dejar de reconocer, con descarnada ironía, su propia circunstancia, y así fue como Francisco Bautista Rimoli puso Dante A. Linyera al pie de sus versos y de sus letras de tango.
Y si de tango se trata, Oscar García, en su comentario sobre los versos de Una canción, de Cátulo Castillo, con música de Aníbal Troilo, advierte que aquel menciona al “vendaval” que “silba la tortura del final”, y destaca que la pareja protagonista está aprisionada “en el segundo círculo del infierno, donde Dante vio a los amantes malditos vagando incesantemente, impelidos por el viento, ‘la borrasca infernal que no reposa’”.
Por otra parte, la ciudad de Buenos Aires cuenta con un edificio que en sí mismo constituye un homenaje a la magna obra del florentino. Se trata del Palacio Barolo de la avenida de Mayo, a cuyo propósito nuestro compañero, el docto Miguel Ruffo, que tiene la generosidad de distinguirnos con su amistad, escribió para este medio un artículo de referencia obligada en el que consigna que el empresario Luis Barolo encontró en el arquitecto Mario Palanti “a un individuo capaz de darle dimensión arquitectónica a su proyecto de recrear en un edificio los principios de La Divina Comedia”.
Dice también, entre muchas otras cosas, que se han trazado múltiples analogías entre el poema y el Palacio Barolo, el que “nos traslada al viaje real de Dante por los tres planos del mundo: Infierno, Purgatorio y Paraíso”, y que “así como las catedrales medievales traducían en lo arquitectónico, lo escultórico y lo pictórico el pensamiento sagrado del cristianismo, el Palacio Barolo expresa en la arquitectura la estructura general de La Divina Comedia”.