“Ya tenían planeado la quiebra”
- Escrito por Victor Pais
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En Tejedurías Naiberger, empresa nonagenaria que se encuentra en Lascano 2470, 122 trabajadores, algunos de ellos con más de treinta y hasta cuarenta años de antigüedad, permanecen en la planta desde hace dos meses a la espera de que la jueza María Soledad Casaza se pronuncie a favor de la continuidad laboral, después de que la patronal comunicara primero el cese de actividades y presentara luego la quiebra.
Expectantes de lo que resuelva la jueza, transcurridos dos meses de ocupación de la empresa y sin que se les transfiera un peso. Así se encuentran los trabajadores de Tejedurías Naiberger, la firma que produce la prestigiosa marca de prendas íntimas femeninas Perlea y que se encuentra ubicada en Lascano 2470. Tres delegados, pertenecientes a los tres sindicatos implicados en este conflicto, nos dieron testimonio de la situación.
“El 5 de mayo pegaron un cartelito diciendo que se cerraba la fábrica hasta nuevo aviso y hasta que la jueza decidiera si les daban un año de gracia por las deudas que tenían”, explica Vilma Pereyra, delegada del Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y afines (SOIVA).
El mediodía en que llegó esta comunicación encontró a los trabajadores en pleno almuerzo. Daniel Peralta, joven delegado de la Unión de Cortadores de la Indumentaria (UCI), comenta qué pasos siguieron al enterarse: “Llamamos a los gremios, pedimos intervención y decidimos hacer resguardo de trabajo para que no vacíen la empresa y se llevaran la maquinaria. Después tuvimos audiencia en el Ministerio de Trabajo. Lo que querían ellos era sacar 60 personas de 122 que somos. Obviamente que fue un rotundo no. Querían pagar las indemnizaciones recién a los seis meses y en cuotas. Una locura total”.
Peralta subraya que “en una de las audiencias se había conseguido el REPRO y la empresa lo rechazó porque el REPRO significa que no puede despedir por aceptar la ayuda del gobierno. Lo rechazó y después presentó su propia quiebra. Igual el monto del REPRO era muy bajo: 9.000 pesos le iban a dar a cada uno. Pero era una ayuda”.
Según Gustavo Martin, delegado del Sindicato de Empleados Textiles de la Industria y afines (SETIA), “ellos mismos ya tenían planeado la quiebra, ya estaba todo organizado”.
Si bien este desenlace los sorprendió, fue precedido por señales preocupantes: “No había materia prima para poder trabajar”, atestigua Pereyra. Y puntualiza: “Poco trabajo, no querían invertir en nada. Trabajaba menos de la mitad de la gente. Es como que se fueron conformando con esa cantidad de gente. Ellos querían reducir como sea, achicar la fábrica. De eso sí veíamos que tenían la intención. El tema es que por la pandemia uno no lo venía analizando así. Como no se podía despedir, la gente no venía a trabajar porque no se podía viajar”.
Ante este cuadro, el objetivo de los trabajadores es continuar con la explotación de la empresa: “Estamos esperando que [el síndico] presente el informe al juzgado y que la jueza apruebe una continuidad laboral”, señala Martin. Y advierte que ya se ha llegado a “la fecha límite para que el síndico presente el informe”, y que esta, a lo sumo, “con los tiempos judiciales se puede extender hasta el 10 de julio”.
Peralta explica: “La jueza va a determinar cómo se va a proseguir acá. Estamos esperando eso y que liberen un poco de plata para nosotros porque sabemos que en las cuentas hay plata, que tiene que entrar mucha plata de ventas que se hicieron. Hay pedidos para entregar, es decir, la empresa estaba activa. Tenemos todo parado porque no podemos hacer nada ilegal. Necesitamos tener una facturación, necesitamos hacer las cosas como se debe”.
En torno a la cuestión de si cuentan con los recursos para afrontar la producción, Martin es categórico: “Todos, la gente, mano de obra, mano de obra calificada… Podemos trabajar ya, para otras firmas mientras tanto. Podemos seguir con la firma nuestra, Perlea. Eso también se le pidió a la jueza. Pero está por definirse todo eso. Estamos en el aire. Tenemos pedidos de prendas para entregar a clientes que están esperando la mercadería y se cortó el 5 de mayo y quedó todo ahí”.
La empresa cuenta con un local de venta al público que también se encuentra cerrado desde esa fecha: “Vienen personas continuamente a ver cuándo abre”, comenta Martin. Y Peralta declara: “La gente viene, se solidariza, pasa, ve, lee las cosas que pusimos ahí en la entrada. El 2 de junio hicimos una olla popular en la puerta y convocamos a los medios junto con los gremios, y la gente se acercaba y apoyaba la decisión nuestra de proteger el empleo. Pasaban gritando, aplaudiendo, con los autos, porque no cortamos toda la calle, cortamos solo un carril para que pasen despacio”.
En tanto fábrica de corsetería, las tareas que se desarrollaban en Naiberger hasta el 5 de mayo eran múltiples. Peralta especifica todo el proceso: “Acá se hace todo el producto. Del diseño hasta la moldería. Se tiza, se corta en el primer piso, baja a taller donde hay un montón de máquinas. Se envía a limpieza, empaquetamiento, expedición y se manda al negocio para los clientes. Tenés todo. Todo el trayecto lo tenés acá”.
Peralta, que comenzó a trabajar en la tejeduría en la época en que el titular era Mauricio Naiberger, “el padre del que quebró la empresa, Horacio Naiberger”, repasa: “Acá trabajaban 350 personas y había ocho locales (Galería Pacífico, Abasto, Las cañitas, Unicenter, en los shoppings…). Cuando falleció Mauricio, Horacio tomó la empresa y empezó a caer, empezó a cerrar locales, a echar gente, y así somos 122. Imaginate. En nueve años liquidó toda la empresa”.
En 2016 se produjo un episodio que podría ser tomado como un antecedente del desenlace actual: “Echaron a cuarenta personas por whatsapp”, resalta el joven delegado. Y relata cómo en esa ocasión los trabajadores ganaron la pulseada: “Cuando vinimos el lunes nos quedamos haciendo resguardo de trabajo pidiendo la reincorporación. Pedimos la intervención del Ministerio de Trabajo y el Ministerio ordenó la reincorporación porque estaban mal echados, no había justificación”.