Y… ¡explotó la calle!
- Escrito por Victor Pais
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Habría que remontarse a la jornada del 19 de diciembre de 2001, cuando las arterias principales de la ciudad fueron invadidas por una multitud decidida a enfrentar el estado de sitio decretado por el gobierno de la resquebrajada Alianza, para encontrar una manifestación de mayor envergadura a la del pasado domingo en torno al cruce de las avenidas San Martín y Juan B. Justo, emblemático sitio de las congregaciones cívicas de nuestro vecindario.
Inmediatamente después del desenlace del partido de fútbol que consagró a la selección argentina del deporte más popular campeona del mundial disputado en Qatar, comenzaron a desplazarse hacia allí a pie decenas de grupos de personas procedentes de distintos puntos de los barrios circundantes.
El incontenible deseo de la barriada por manifestarse tras el resonante logro obtenido por la Scaloneta le dio un marco imponente al festejo: se multiplicaron velozmente los torsos cubiertos de remeras blanquicelestes, las espaldas cubiertas de banderas argentinas, así como también banderas argentinas eran agitadas en lo alto. Se tocaban cornetas, no faltó el ritual carnavalesco, la espuma, los tambores y la oportunidad fue propicia para que algunos dieran rienda suelta a expresiones estrafalarias como el movedizo joven disfrazado de dinosaurio.
Así como se manifestó con fuerza el fenómeno en San Martín y Juan B. Justo, también, en una escala un poco menor, hubo una importante cita de apasionados hinchas de la albiceleste en otro lugar de nuestro ámbito barrial con una gran carga simbólica. Nos referimos al estadio Diego Armando Maradona de la Asociación Atlética Argentinos Juniors, y particularmente al lateral de Boyacá donde está ubicado el santuario construido en homenaje al gran capitán de la selección nacional campeona del 86. Como era de suponer, además de los cánticos que se popularizaron en estos días para alentar a la Scaloneta, allí se hizo escuchar con especial énfasis el “¡Diegooo, Diegooo!”.
Más allá de estos dos focos, a los cuales pudimos acercarnos, numerosas calles del vecindario daban testimonios de manifestaciones de humana alegría principalmente en movimiento: el de los que iban a pie y el de los que iban en auto a marcha lenta y haciendo sonar sus bocinas.
La masiva algarabía vecinal se extendió durante algunas horas hasta que la tracción que ejerció la concentración en el Obelisco terminó menguándola y dejándola reducida a expresiones aisladas.
Si cuando el pasado 13 de diciembre, en ocasión de producirse la clasificación a la final del seleccionado, los festejos que observamos en la esquina de Juan B. Justo y San Martín nos hicieron pensar en un número que podía superar el millar de personas, nuestro recorrido del domingo nos mostró claras evidencias de que esa cantidad se había transformado en otra varias veces mayor.