“Tenemos que conversar”
- Por Vanesa Kandel
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La esquina de Nicasio Oroño y Cucha Cucha vio trastocada su rutina habitual: es que una multitud se dio cita en El Café de los Patriotas para escuchar a Eugenio Zaffaroni, el ex juez de la Corte Suprema de la Nación invitado por la entidad para dar una charla y conversar con la concurrencia.
Dado el éxito de la convocatoria, pronto las instalaciones del café se vieron desbordadas y la mayoría de los asistentes se acomodó –de pie, en el suelo, con sillas provistas por el local o banquitos traídos de sus casas– en la vereda, e incluso ocupó un sector de la calzada, cortando parcialmente la circulación de autos y colectivos, para lo cual contó con el apoyo logístico de la Policía Metropolitana.
La primera parte de la actividad transcurrió más o menos según lo previsto por los organizadores: Zaffaroni sentado en una mesa dentro del café, en contacto directo con el público que logró ubicarse cerca de él –los más tempraneros, seguramente –y una enorme cantidad de gente afuera que siguió sus palabras a través de parlantes y también lo pudo ver en una gran pantalla colocada en la puerta. El resto de la jornada se vio afectada por un corte de luz, uno más de los que habitualmente sufrimos los vecinos de la zona por estos días. Afectada, pero no interrumpida: con suma diligencia, los convocantes improvisaron un estrado en la calle y desde allí, parado y sirviéndose de un micrófono que pudo utilizar gracias a la colaboración de vecinos que no habían perdido la energía eléctrica y facilitaron un cable, Zaffaroni continuó exultante su alocución, a la manera de un clásico mitin político.
“Hay una especie de shock político”
Si bien lo medular de su disertación estuvo centrado en el análisis de aspectos institucionales, los comentarios y la toma de posición sobre el momento actual resultaron ineludibles, y fueron, por cierto, lo que mayor entusiasmo despertó en la audiencia.
“Es un momento en que tenemos que conversar”, fueron sus primeras palabras, y con ellas marcó el tono de sus intervenciones y su perspectiva. “Es un momento en que hay cierto desconcierto frente a los acontecimientos. Creo que hay una especie de shock político, del cual hay un sector del campo popular que todavía no se animan a reaccionar, pero creo que tenemos que acordarnos en estos momentos de aquello que decía Napoleón: ‘Cada soldado tiene que tener un bastoncito de mariscal y llevarlo en la mochila’… Bueno, cada uno de nosotros tiene que tener su propio bastoncito en este momento, para lo cual tenemos que ser claramente conscientes”.
En su diagnóstico de la situación, dejó en claro que sus complejidades obedecen a cambios que exceden a nuestro territorio. “Ha cambiado el momento del poder mundial. Hoy ya no somos víctimas del colonialismo de tipo español. Tampoco somos víctimas del neocolonialismo que nos ocupaba a través de repúblicas oligárquicas primero y a través de nuestras fuerzas armadas convenientemente enloquecidas después. No. Hoy somos víctimas de un colonialismo en cuya cúspide se encuentran las corporaciones trasnacionales. Y las corporaciones trasnacionales, en el mundo, han creído –no sé si con razón o sin ella– que ya no necesitan de los políticos, sino que directamente ocupan el poder. Y los tenemos hoy sentados en nuestros ministerios a sus empleados. Y ese es uno de los graves inconvenientes de este momento del capitalismo mundial y es uno de los inconvenientes que provoca la crisis de los Estados de bienestar. ¿Por qué? Porque antes el Estado podía sentarse entre el capitalista productor y la fuerzas del trabajo y mediar. Hoy no puede porque por el lado del capital no está el productor, no está el dueño del dinero, no está Henry Ford, no está el gordo con la cadena de oro y el habano de la caricatura de La vanguardia de hace cien años… Hoy hay un empleado. Y ese empleado lo único que puede hacer es tratar de conseguir la mayor ganancia en el menor tiempo al costo que sea, porque si no lo hace lo echan y ponen otro”.
“Estamos en una situación virreinal modelo siglo XXI”
En consonancia con esta caracterización, describió al actual gobierno nacional como un virreinato: “Estamos en una situación virreinal modelo siglo XXI”, afirmó. “Frente a esto, gran parte de nuestro pueblo creyó –y lo creyó sinceramente, tenemos que comprenderlo– que votaba por una alternancia política, por un cambio de lo que podía ser una alternancia de partidos, y mentira, no es eso. Estaba votando por un cambio de sistema. Y aquí me voy a referir concretamente a lo institucional, y no porque crea que lo institucional soluciona todo. No, no vendo ilusiones. El derecho no soluciona todo, pero sí puede poner límites y evitar determinadas catástrofes. Que alguien gane una elección por un puñado de votos no puede significar que se lleve todo el poder para hacer lo que quiere. Hay un límite, y ese límite es la defensa de los propios que lo votaron, que tienen derecho a cambiar de opinión. De lo contrario tenemos una democracia plebiscitaria: el que ganó hace cualquier cosa, y eso es Hitler. Cuidado. No queremos una democracia plebiscitaria, que no es democracia. Lo que queremos es una democracia representativa, que es otra cosa. El que ganó gobierna dentro de los límites que le marca la Constitución. Fuera de esos límites, nada. Y si mañana pierde, ganaremos nosotros y gobernaremos nosotros dentro de esos mismos límites”, sostuvo.
“Una omisión del campo popular”
Seguidamente introdujo lo que definió como una omisión del campo popular. “Compañeras y compañeros, creo que tenemos que reflexionar bastante porque me parece que hay una omisión. Yo no hablo de autocrítica y esas cosas. No me gusta la palabra ‘autocrítica’, pero sí tenemos que llamarnos la atención sobre una omisión del campo popular. Hemos subestimado la importancia de lo institucional. En la doctrina, en la teoría, no hemos abordado suficientemente la estructura institucional del país. Yrigoyen creyó en su momento que la institucionalidad era la Constitución que tenía, y no se dio cuenta de que un día le tiraron al diablo la Constitución y lo mandaron a Martín García… Pero Perón no se olvidó de lo institucional, no en vano hizo la reforma constitucional del 49. Nosotros nos quedamos”.
Y explicó: “No se trata de volver a la Constitución del 49 porque no estamos en el 49, eso está claro. Pero, frente a la nueva estructura del poder planetario, teníamos que replantear nuestra ordenación interna. ¿Por qué? Porque estamos peleando contra un poder colonizador que va cambiando, y tenemos que organizarnos internamente de una manera que impida este tipo de fenómenos como el que lamentablemente estamos viviendo, que es un fenómeno de caos institucional. Yo sé que las masas no salen a la calle por los problemas institucionales, pero el caos institucional anuncia el caos social, el caos económico y el caos político. Los precede. Y lo estamos viviendo. En estos dos meses, lo que se ha hecho es provocar el caos institucional y dar todos los signos de los otros que van viniendo”.
Y advirtió: “Lamentablemente en este virreinato el virrey ha decidido legislar, legislar al margen del Congreso, por su cuenta, valiéndose de una institución complicada, que son los decretos de necesidad y urgencia [DNU]. Decretos que, como su nombre lo dice, tienen que ser emanados en situaciones de necesidad y urgencia, si no hay necesidad y urgencia, un decreto del Poder Ejecutivo es un decreto ley, igual que los decretos de las dictaduras. Sin embargo, se están tomando medidas legislativas que son de carácter estructural; es un nuevo modelo de Estado el que se quiere montar”.
Llegado este punto, Zaffaroni propuso reflexionar sobre la calidad de la propia Constitución nacional: “Es hora de preguntarnos: ‘¿Tenemos la mejor Constitución del mundo?’. No, no la tenemos. La vez pasada dije en Mar del Plata que tenemos una porquería y todos mis colegas constitucionalistas se alarmaron. Desde el punto de vista de la ingeniería institucional, si la comparamos con otras constituciones del mundo, sí, es una porquería. ¿Por qué? Porque no prevé una serie de circunstancias. ¿Qué es una Constitución, sustancialmente? Es un proyecto de reparto de poder para que nadie lo hegemonice del todo. En definitiva, es eso. Bueno, si puede pasar eso, y si un señor con un puñado de votos puede hegemonizar todo el poder, quiere decir que esa Constitución está mal hecha”.
Y añadió, como refuerzo de su argumentación: “Y lo cierto es que hoy estamos viendo los defectos de esta Constitución. La tuvimos en el garaje mucho tiempo –nos la pusieron en el garaje mucho tiempo–, la sacamos, la remendamos un poco, la pusimos a funcionar, y hoy vemos que hace ruido por todos lados”.
Más adelante, su alocución se orientó hacia una zona más subjetiva, enlazada con el impacto que el cambio de gobierno ha causado en la militancia kirchnerista. La posición de Zaffaroni resultó también un llamado de atención: “Recién escuchaba ‘volver, volver…’. No, no vamos a volver, si estamos. No nos fuimos nunca. El pueblo no vuelve, el pueblo siempre está. Y vamos a seguir estando”, expresó con vehemencia, cosechando aplausos generalizados.
Y prosiguió: “Lo que sí creo es que un día se va a abrir el espacio político, y el día que se abra ese espacio político tenemos que saber lo que vamos a hacer y tenemos que tener un proyecto institucional. No es milagroso, no, no estoy vendiendo ilusiones. Hay muchos colegas míos que creen que con el derecho todo se resuelve. No, pero sí tiene la capacidad de crear una red de contención para evitar que puedan pasar estas catástrofes. Una mejor distribución del poder tiene muchas más posibilidades de impedir la hegemonización y el caos institucional, que es esto que tenemos hoy. Eso es lo que tenemos que tener en claro y lo que tenemos que discutir. Si no, el día de mañana, cuando se abra el espacio, vamos a sacar un conejo de la galera y el pueblo nos va a preguntar: ‘¿Y eso qué es? ¿Qué me está diciendo? ¿Qué me está vendiendo?’… Y no van a dejar de aparecer los nacionalistas nuestros, que nunca faltan: ‘¡No, esto es extraño a nuestra nacionalidad!’… Claro, como si la Constitución del 53 no se la hubieran copiado a Estados Unidos... ¿O Martín Fierro hizo la Constitución del 53?…. ¡Estamos todos locos!”, remató.
Y continuando con las citas gauchescas, al referirse a las internas dentro del peronismo recordó los consejos de Martín Fierro a sus hijos acerca de la necesidad de mantenerse unidos para defenderse del enemigo externo, y agregó: “Les recomendaría que lean el librito de conducción de Perón del 51 y lo actualicen. No es momento de disputar cosas porque al final se pueden terminar disputando el vacío”.
Finalmente, alertó sobre amenazas que ya se vislumbran en el horizonte inmediato: “Este programa económico no cierra sin por lo menos un 15% de desempleo. Todo eso va a generar conflictividades, va a generar protestas, y cuidado que este virreinato es muy bruto políticamente, totalmente torpe. Tenemos a Milagro Sala presa. Milagro Sala es una dirigente respetable, provincial… Son tan torpes que la han convertido en figura nacional. ¡Si hubiera una elección hoy, Milagro Sala tendría que ser candidata a vicepresidenta! Pero, cuidado, que esta torpeza política puede traducirse en torpeza en el manejo de la contención y de la represión”. Y remarcó: “Cuidemos la vida de nuestros pibes. Por favor, tengamos mucho cuidado”.
Medios hegemónicos, estrategias y parlamentarismo
Vino luego el momento del debate abierto con el público, momento que fue precedido por la lectura de un documento sumamente crítico respecto de medidas tomadas por el gobierno de Macri –la detención de Milagro Sala, la intervención del Afsca y los despidos masivos en el Estado, entre otras– y firmado por varias organizaciones afines al Frente para la Victoria.
Con su estilo ameno y didáctico, Zaffaroni respondió todas las preguntas e hizo recomendaciones muy precisas. En el caso de los trabajadores despedidos, fue muy enfático: “Invadan los juzgados con todos los reclamos. Hay que ocupar todos los espacios legales y todos los espacios constitucionales. Si hoy no tiene eficacia, no importa. Muchas veces hicimos muchas cosas que no tuvieron eficacia inmediata. La dinámica histórica, con el reacomodamiento del poder, hizo que sirvieran para algo. No nos olvidemos de eso”.
En ese sentido, se mostró confiado: “Pasamos épocas peores, mucho peores. No tenemos que subestimar lo que estamos viviendo, pero tampoco lo magnifiquemos ni lo dramaticemos. Lo que estamos viviendo es resultado de un poder colonizador que afecta a toda nuestra región. Por suerte para nosotros, no llevamos la peor parte. No subestimar pero tampoco dramatizar. Cuidado con esto de ‘Macri sos la dictadura’… No, no es cierto. El virreinato no es la dictadura. Este virrey ni siquiera es Vértiz, este es Sobremonte”, remató, provocando risas y vivas en el auditorio.
Ante la inquietud expresada por varios de los presentes con respecto a los medios de comunicación, Zaffaroni se reveló igualmente optimista: “El periodismo está manejado por empresas y las empresas quieren ganancias. Si somos el 50% de la opinión pública, a alguien que no sea San Francisco de Asís ni Santa Isabel de Hungría se le va a ocurrir tener un 50% de rating para tener un 50% de avisadores. No por ideología nacional y popular sino para tener avisadores. Es una cuestión de reacomodamiento. Ya va a pasar, no se preocupen que ya va a pasar”.
Por último, alguien del público preguntó por la conveniencia de implementar un sistema parlamentario en reemplazo del presidencialismo que históricamente rige nuestro Estado nacional. La respuesta de Zaffaroni fue, una vez más, contundente: “Cuando hay que hacer un cambio estructural donde hay que incorporar a la ciudadanía real a la mitad o a dos tercios de la población, no creo que un sistema parlamentario lo pueda hacer. Pero nosotros no estamos en esa situación. Tenemos una masa crítica en el pueblo que ya pasó por esas etapas y tiene conciencia política. Cada uno de los que estamos acá tiene conciencia política, y no solo los que estamos acá. Pensemos una sola cosa: si hubiese un sistema parlamentario, Macri no estaría gobernando. Hubiéramos perdido uno o dos ministerios… y listo. Se trenza arriba de la mesa, todos lo ven. No se hace nada oscuro, nada sucio. No en vano este sistema funciona en casi toda Europa, en la India, en Israel... Es un sistema que permite que si mañana elegimos a un inútil, lo podamos cambiar sin traumatismos. Y si elegimos a alguien que es bueno, lo podamos seguir teniendo también sin traumatismos y sin que se convierta en un dictador. ¿Por qué? Porque tenemos otros controles y otro equilibrio de poderes”.