Tan solo cien años
- Escrito por Victor Pais
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La Escuela República de El Salvador, ubicada en Artigas 878, Flores Norte, cumplió sus primeros cien años y los celebró esta mañana en el soleado patio del establecimiento con un colorido acto.
Entre la numerosa concurrencia se encontraban integrantes del equipo de supervisores del Distrito Escolar 12, el ministro consejero de la Embajada de El Salvador Sergio Gallardo y el presidente de la Junta Comunal 7, Martín Peña.
Al toque de la Banda de la Policía Federal Argentina, dirigida por Eliseo Alí, y luego de que el enfático locutor leyera el soneto que el poeta peruano Adrián Cañas y Delgado le dedicó a nuestra enseña patria, tuvo lugar la entrada de las banderas de ceremonia: dos argentinas –una portada por niños del nivel superior y otra por niños del nivel inicial– y una de la República de El Salvador.
Tras ser anunciados con gran boato, fueron ejecutados por la banda y cantados por la concurrencia el Himno Nacional Argentino y el Himno a Sarmiento.
El primer orador fue Francisco Acuña, director de la institución, quien sostuvo que “pocas personas tienen el honor de estar frente a una institución escolar para festejar su centenario”.
Luego de agradecimientos y de referencias al barrio de Flores, su breve discurso se ciñó a destacar momentos puntuales de importancia para la historia de la entidad educativa: “Nuestra escuela nació con el número 29 del Consejo Escolar 12 y estaba ubicada en el número 26 de la calle Sudamérica (actual Artigas). En 1922 fue bautizada con el nombre República de El Salvador. Este edificio en el que nos encontramos se inauguró en 1943. En 1963 se le agregaron dos secciones de jardín de infantes y en 1969 pasó a funcionar bajo el sistema de jornada completa. En algún momento las salas de jardín fueron cerradas. Afortunadamente, desde el año 2013 los chicos de guardapolvos a cuadritos regresaron a la institución y durante el corriente año comenzaron las obras para las salas definitivas de 4 y 5 años”.
Siguió Alicia San Pedro, directora del nivel inicial, quien, retomando el hilo de la alocución de Acuña, señaló: “El jardín empezó a formar parte de esta histórica institución y desde el inicio sentimos la impronta que la caracteriza: sus aromas, sus rincones, pero sobre todo su gente, porque la idiosincrasia no se construye sola. Son quienes forman parte de la escuela los que la construyen y moldean”. Dijo también que “hoy, los niños del jardín día a día recorren espacios llenos de historia colmados de todas aquellas huellas que dejaron quienes los precedieron. Y así se nutren. Se nutren de ese valioso pasado. Y sobre él viven su presente y construyen su futuro”. San Pedro concluyó sosteniendo que “ninguna institución perdura tantos años sin el trabajo conjunto con la comunidad”, y que “esta escuela es una escuela de puertas abiertas que nos cobija nuevamente y eso nos enorgullece”.
A continuación, se hizo presente la historia viva de la escuela con las palabras de dos ex alumnas: Carmen Casciano, de la promoción 1944, quien leyó su “Carta a mi escuela”, y Nelly Hegerman, de la promoción 1954, quien además, en señal de agradecimiento, dejó un libro con fotografías hecho con sus manos de artesana.
Tras el retiro de las banderas de ceremonia se realizó, otra vez al son de la música de la banda, el descubrimiento de la placa de los cien años, cuya leyenda era: “A la Escuela 5 D. E. 12 República de El Salvador en su centenario. Homenaje de la Asociación Cooperadora, del personal directivo, docentes, auxiliares, alumnos, ex alumnos y familias. 1914-2014”.
Una vez que se disipó el sonido de los últimos aplausos, comenzó su trajinado discurso Gustavo Wolovelsky, presidente de la Asociación Cooperadora: “Los cooperadores de la Escuela 5 son esos padres que nadie sabe de dónde sacan tiempo para dedicarle a la escuela. A veces ni siquiera ellos mismos. Postergan sus propias obligaciones y sus momentos de descanso para ocuparse de algunas tareas como tantos argentinos y argentinas lo hacen también en otros ámbitos. Son mujeres y hombres que sin proponérselo son ejemplo de altruismo, solidaridad y preocupación por el otro, generalmente en las buenas pero también en las malas. Defienden la escuela pública sin banderías porque no las necesitan. Con tener un hijo, una hija, un sobrino, un nieto, un vecino, un amigo estudiando en la escuela les alcanza. Los padres cooperadores se conforman con poco: ver a los chicos aprendiendo felices, la escuela en buenas condiciones edilicias y de higiene, los docentes trabajando y con el equipamiento necesario. No necesitan mucho más que eso para considerar cumplida su tarea. Su injerencia alcanza desde la lavandina para la limpieza del baño hasta el punto del arroz del guiso que se sirvió. Desde haber comprado el libro que esa nena sacó de la biblioteca hasta el uniforme deportivo del equipo para los torneos intercolegiales. Se mueven, buscan proveedores, averiguan precios, gestionan los recursos en todos los niveles: del globo terráqueo a la pantalla de cine, de la pava eléctrica a la guitarra para música. Básicamente, los padres cooperadores son personas muy especiales. Algunos dicen que estamos locos. A veces también lo pensamos, no crean. Pero consideramos que la escuela es la posibilidad de encontrarse con gente como nosotros mismos: activos, sensibles, curiosos, comprometidos… Así terminan armándose lazos muy sólidos que llegan más allá del egreso de los hijos”.
Señaló también que “la cooperadora de la Escuela 5 se reunió por primera vez el lunes 1 de agosto de 1915” y que “ha transitado toda clase de gobiernos, gestiones educativas, contextos económicos, mejores y peores épocas para el país y para la educación”.
Y, situando el eje en la importancia de la participación y en el rol que con tal fin cumple la asociación cooperadora que preside, redondeó así su idea: “Sabemos que una cooperadora es mucho más que un regalito para el Día del Niño o un evento. Estamos convencidos de que lo que nos fortalece son una transparencia y una democracia interna como se encuentran en pocos lugares más allá de estas paredes. Los cargos, las etiquetas son requisitos administrativos, pero no distinguen a un presidente o una tesorera de un vocal o de un socio sin cargo en la comisión. Buscamos la mayor horizontalidad y el máximo flujo de información y nos guía la certeza de que sumando la fortaleza de cada uno de nosotros conseguimos una organización que trasciende la coyuntura y vence al tiempo, casi como la escuela misma”.
Sin solución de continuidad, se entregaron placas recordatorias por su trabajo a los cooperadores mientras se escuchaba la voz de Serrat entonando el popular “caminante no hay camino” de Antonio Machado.
Con la despedida a toda orquesta de la banda de música de la policía, culminó la primera parte de este acto.
La segunda parte se compuso casi en su totalidad de Solo fueron cien años, dramatización interpretada por los chicos que se presentó como un viaje a través del tiempo desde los años de la fundación de la escuela hasta la actualidad, y en el que se ilustró con alguna característica saliente de cada década a través del baile, la música y la indumentaria. Hubo algunas palabras más y hasta una torta con una vela que se resistía a ser encendida y el repicar de las campanas de bronce que anunciaron ¡otra vez! el recorrido por el túnel del tiempo.