La asamblea en su “segundo tiempo”
- Escrito por Victor Pais
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Fue el último 20 de diciembre, otro 20 de diciembre intenso y alumbrador. Con una marcha a Plaza de Mayo con carácter conmemorativo y contra el ajuste, el DNU y el protocolo antipiquete durante el día y, al anochecer, con los cacerolazos que afloraron desde los barrios casi en simultaneidad con el envío del explosivo proyecto de ley Ómnibus que terminó haciendo desbordar el vaso de la paciencia. Tal estado de ánimo se expresó en nuestro vecindario a través de una gran convocatoria en Juan B. Justo y San Martín y una marcha hasta el Cid Campeador. En ese caldero se fue gestando el surgimiento de la Asamblea La Paternal, que estableció como punto de encuentro para deliberar y planificar sus acciones esa misma esquina. Esa misma esquina que veintidós años atrás fue la elegida por aquella otra precursora asamblea barrial nacida, como otras tantas, tras las jornadas de lucha que dieron por tierra con el gobierno de Fernando de la Rúa.
La presencia de la asamblea le otorga al paisaje de esa esquina una impronta singular que no puede pasar inadvertida por los ocasionales transeúntes y automovilistas que por allí circulan. Así sea que lo hagan en el momento de los ya frecuentes cacerolazos y semaforazos, o cuando los vecinos participan ordenadamente con sus inquietudes y mociones formando una rueda sobre la calle Paysandú, que tiende su trazo entre esas dos grandes arterias que son San Martín y Juan B. Justo. Y no puede pasar inadvertida sobre todo la vistosa y roja bandera que con tanto empeño fue confeccionada por un grupo de asambleístas en la Plaza Roque Sáenz Peña, de Boyacá y Juan B. Justo, a los pocos días de haberse constituido el organismo.
Y como uno de los tantos retoños surgidos al calor de la rebelión contra un ataque mayúsculo a las condiciones de vida de amplias masas de la población que ya venían siendo golpeadas duramente por las políticas de los anteriores gobiernos, más la amenaza de un recorte a las libertades democráticas, la Asamblea La Paternal, además de hacer pie en su terruño, no dejó de estar presente, desde el momento en que surgió, en ninguna de las convocatorias que se promovieron desde distintas instancias organizativas para que el Congreso de la Nación escuche la voz de la calle y revea sus intenciones de legislar contra los intereses de la clase trabajadora.
Su primera marcha hacia las inmediaciones del órgano que ejerce el poder legislativo federal de la República fue la del pasado 24 de enero, en el marco del paro nacional y la movilización al Congreso que impulsaron las centrales obreras, la CGT y la CTA. Señalamos en una crónica pasada que “alrededor de ochenta vecinos en la zona céntrica de la ciudad, en el marco de una imponente concentración popular, marcharon cohesionados como Asamblea La Paternal” y que “la intención de los asambleístas fue ingresar a Plaza Lorea, pero fue tan multitudinaria la concurrencia que, como otros tantos espacios que se autoconvocaron, ese objetivo no pudo ser alcanzado y solo llegaron a situarse en la calle Paraná entre Sarmiento y Mitre”.
Días después, el movimiento asambleario, ya sin el “paraguas” de las centrales obreras que muy pronto abandonaron la calle, solo junto a los partidos de izquierda y algunas agrupaciones sindicales, sociales y culturales, se siguió movilizando. Y ahí, en un contexto de avanzada represiva por parte de las fuerzas policiales que atacaron a los manifestantes utilizando gases con químicos muy agresivos y balas de goma, estuvieron otra vez quienes con mucha templanza sostuvieron la bandera de la Asamblea La Paternal.
Cuando se gestaba aquella primera experiencia vecinal a la que más arriba hicimos referencia, en el encabezado de una nota de la edición de febrero de 2002 de nuestro medio señalábamos que “las principales esquinas y plazas de casi todos los barrios porteños y del Gran Buenos Aires comenzaron a alumbrar asambleas en las que el pueblo aún no gobierna, pero sí delibera”.
En buena hora entonces este resurgimiento que nos ofrece otra oportunidad para renovar nuestro aliento y nuestra esperanza. En buena hora este “segundo tiempo” que nos alimenta la ilusión de dar vuelta el partido que por ahora nos están ganando. La persistencia de las asambleas, su desarrollo y su madurez pueden potenciar el sueño de construir un país en el que la buena alimentación, la salud, la educación, la ciencia, el arte, el deporte, el trabajo digno, el derecho al ocio y a una vejez plácida y sin apremios sean bienes comunes a todos. Y es preciso primero soñar, sí, soñar y con mucha intensidad, la obra que se quiere crear.