Adiós a Rodolfo Livingston
- Por Tras Cartón
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El pasado 6 de enero, a los 91 años, falleció Rodolfo Livingston, arquitecto y vecino de La Paternal. Creador de un método de diseño singular conocido como “arquitectos de familia”, fue un gran admirador de las políticas de vivienda de Cuba y colaboró en varios emprendimientos en la isla. Inquieto y sensible a las necesidades del barrio, participó activamente desde su saber profesional en el proyecto de ampliación de la Plazoleta Raymundo Gleyzer, ubicada en la intersección entre Espinosa y Juan Agustín García. En 2017 fue distinguido como Personalidad destacada de la Cultura y la Educación por la Legislatura porteña.
En diciembre de 1998, tuvimos el gusto de entrevistarlo para nuestra edición impresa de Tras Cartón Nº 69 y conversamos sobre las particularidades de su método de trabajo, su concepto de casa inteligente y su visión de la Ciudad de Buenos Aires entonces y en un futuro no tan lejano. A continuación, transcribimos algunos de los pasajes más salientes de aquella charla.
–¿A qué llama una casa inteligente?
–Generalmente, vienen a verme matrimonios jóvenes, a quienes un suegro les regaló un terreno y no tienen un peso, solo tres mil ladrillos. Necesitan ver la película. Yo les construyo el proyecto como si tuviesen plata, de acá a ocho años. Después deducimos qué es lo que se puede hacer con los tres mil ladrillos. ¿Cómo sería la película de ese matrimonio sin asesoramiento? (Cosa que sucede en el 95% de los casos). ¿Van a llamar a un arquitecto si no tienen un peso? No. Construyen un cuartito acá, otro allá. Pasan diez años y ¿qué hay? Ciento cuarenta metros cuadrados oscuros, enredados y costosos. En la sociedad hay muchos servicios nuevos: tarjetas de crédito, prepizzas, psicólogos. Los arquitectos, en la actualidad, podrían tener otro nombre: “Arquitectos de pies descalzos”, por ejemplo, que ayuden a la gente, a la historia de su casa, al hábitat de la familia. El hábitat tiene dos grandes aspectos: el público, que es donde se supone que están los arquitectos, la remodelación de la Costanera, las plazas, los paseos, y el privado, que es adonde uno va a las ocho de la noche, su casa.
–¿No se reciben muchos arquitectos que podrían ayudar?
–Sí, pero nunca ven una familia, una casa. En segundo año salen chicos con proyectos de mil viviendas en Chubut. Fabrican arquitectos esperando que les encarguen una gran obra que solo hacen cien en el mundo entero. La gente no sabe qué es un arquitecto, piensa que no le sirve. Para la mayoría, vendría a ser un intermedio entre un decorador homosexual y un ingeniero que no alcanzó a recibirse. En otras épocas de la humanidad, la casa era una cosa natural, se hacía con barros, con plantas. Después vino la civilización industrial y se desordenó todo. Por eso hacen falta arquitectos cumpliendo un nuevo rol, casa por casa.
–¿Y el boom del reciclaje?
–Hay de todo. Gente que descubre las ventajas de la casa baja, tener un terreno, perro, plantas. Se pasa del departamento a la casa.
–Y de los lofts, ¿qué opina?
–Con eso hubo mucha frivolidad. Escuché decir a un tipo que al loft hay que probarlo con una familia. Sí, para que se maten. Con más de una persona en un lugar ya tiene que haber una puerta.
–Usted hizo referencia a que antes no había tantos psicólogos, ¿esto se relaciona con el auge de los departamentos, con que la gente vive más apretada?
–Se relaciona con la sociedad del desamparo, que es la que hemos construido. Si uno tiene un conflicto, ¿quién va a la Justicia o a la Policía? Nadie. Tiene que ver con los miedos de la gente. Debería haber patrullas de psicólogos recorriendo las calles, pagados por el Estado. Los psicólogos hacen falta para compensar una sociedad completamente enferma, donde la gente importa muy poco.
–¿Cómo ve a Buenos Aires?
–No me importa tanto arquitectónicamente, como los lugares. Un lugar es lo que ocurre allí. La Plaza de Mayo es la Plaza de las Madres; la Feria de Mataderos es la gente comiendo asados, la carrera de caballos, el baile… La Avenida de Mayo es linda en otoño, al atardecer. Hay toneladas de papeles. Todos los días se imprimen en colores cosas maravillosas que al día siguiente desaparecen en el tacho de basura. La mitad es fútbol, y la otra mitad, los políticos que se la pasan haciendo declaraciones que después desmienten. Menem hace un año dijo que Fidel Castro era una especie de basura, peor que Pinochet, y ahora dice que está contentísimo con él. Entonces todo ese papel que estamos leyendo no tiene ninguna importancia… Podría haberse quedado en el árbol.
–En la ciudad quedan cada vez menos espacios verdes y proliferan cada vez más los supermercados…
–Y bueno, eso es el libre mercado. Que cada uno haga lo que quiera. Cada uno no, los que tienen poder. Ellos dicen que el poder lo tenemos los ciudadanos porque esto es una democracia, pero yo no elegí a Soros, ni a la Bolsa de Tokio. Los que deciden no son los políticos y menos la gente. Es el FMI. Esto es magnífico para las multinacionales y pésimo para nosotros. Los supermercados son la ruina de los comerciantes. Destruyen el tránsito, no pueden ser colocados en la ciudad, que es como un tejido vivo. En otros países, los supermercados son ubicados en las afueras. Son mecanismos para ganar plata, independientemente del interés de la gente. No pueden reemplazar al almacén de la esquina.
–¿Cómo imagina a Buenos Aires en veinte años?
–Como Blade Runner, si no cambia algo rápido. O como Mad Max. Cualquier película de ficción muestra cómo va a ser la ciudad.