Vladimir Tatlin, pionero del constructivismo
- Por Miguel Ruffo
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A 140 años del nacimiento de Vladimir Tatlin, pintor, escultor y arquitecto ruso que adquirió notoriedad por ser uno de los iniciadores del movimiento constructivista, revivimos el impulso creativo de las primeras décadas del siglo XX en la Rusia revolucionaria y nos detenemos en un proyecto, el más ambicioso del artista, que no pudo materializarse, pero que simbolizó el empeño de transformar la sociedad a través del arte: la monumental torre para la Tercera Internacional.
Los años que median entre la revolución rusa de 1905 y la muerte de Lenin en 1924 fueron de grandes luchas sociales y convulsiones políticas y culturales que constituyeron el sustrato sobre el que se desarrollaron un conjunto de movimientos de vanguardia. Se produjo en Rusia un florecimiento del arte creativo. En otras palabras, se fueron liberando las energías creativas latentes y hasta entonces dormidas en el seno del pueblo, que ahora despertaban y salían a la luz.
Desde 1910, y con atención a las conferencias pronunciadas por Benito Marinetti como factor propulsor, se difundieron en Rusia los principios del cubismo y del futurismo. Su resultado fue el origen y desarrollo de los movimientos vanguardistas del constructivismo y del suprematismo. Los constructivistas, y entre ellos Vladimir Tatlin como uno de los principales inspiradores del movimiento, querían construir un nuevo modelo de sociedad, un nuevo modo de vida donde el trabajo fuese un valor central, estructurador del conjunto de las relaciones sociales. El trabajo artístico debería orientarse a la transformación de la sociedad y los hábitos humanos confluir hacia una nueva era.
Tras la Revolución de Octubre de 1917 y en particular a partir de 1919, cuando Tatlin, que había nacido el 28 de diciembre de 1885 en la ciudad ucraniana de Járkov, es nombrado director de los Estudios Libres Estatales de Arte en el Petrogrado revolucionario, las teorías constructivistas, caracterizadas por el artista como “laboratorio del volumen, del material y de la construcción”, cobraron impulso. El principal objetivo de los constructivistas era, por medio del arte, satisfacer las aspiraciones del proletariado y organizar y sistematizar los sentimientos, las necesidades y las ilusiones de la clase obrera revolucionaria.

Curiosamente, la gran obra de Tatlin, que fue el Monumento a la Tercera Internacional, quedó en el plano del proyecto, de la maqueta, por cuanto las dificultades económicas y sociales del joven Estado soviético impidieron que se concretara. El monumento se inscribía dentro de la tipología de las torres. La obra iba a tener 400 metros de altura superando a la Torre Eiffel de París. Estaba previsto que fuera construida sobre el río Neva, que tuviera una inclinación y alzara en espiral. Su andamiaje sostendría un cuerpo arquitectónico compuesto por un gran cilindro, una pirámide y un segundo cilindro, ambos acristalados. En el interior se encontrarían tres niveles sucesivos de salas de conferencias, un espacio para los organismos ejecutivos y, en su cúspide, un centro de información. Los tres cuerpos rotarían a distinta velocidad. Tatlin traspuso el modelo cubista del constructivismo matemático a dos dimensiones: el de una arquitectura tridimensional del espacio. En la torre se sintetizaba la claridad geométrica del arte abstracto con la moderna tecnología industrial. Se trascendía la clásica división de las artes plásticas mayores –arquitectura, escultura y pintura– en una obra de arte total.
El constructivismo fue uno de los movimientos arquitectónicos de las vanguardias soviéticas. Los arquitectos de la época de la revolución se dividieron en constructivistas y racionalistas, aunque a ellos debemos sumar a los clasicistas, insertos dentro del tradicionalismo arquitectónico. Hacia 1930, con el stalinismo, estos últimos se impusieron y con ellos el desarrollo de una versión arquitectónica del realismo impuesto por el partido y el Estado.
Una reflexión: los primeros rascacielos fueron las torres campanarios de las iglesias, pero el impulso hacia el cielo ya estaba presente en la Antigüedad, como lo demuestra el episodio bíblico de la Torre de Babel, que pone de manifiesto la soberbia de los hombres castigada por Dios con la confusión de lenguas. La torre proyectada por Tatlin para anunciar el “glorioso futuro del comunismo” no llegó a realizarse debido a las dificultades derivadas de la guerra civil. ¿Fue un fallido intento del comunismo por alcanzar el cielo?