Una mujer transgresora
- Por Miguel Ruffo
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Se cumplen hoy ciento cincuenta años de la muerte de María Josepha Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velazco, más conocida como Mariquita Sánchez de Thompson. Había nacido en 1786, tenía al momento de su deceso 82 años. Hablar de Mariquita es hablar de una mujer transgresora, que rompió con los límites sociales y culturales que la sociedad patriarcal de su época le imponía al rol de la mujer y es recorrer más de medio siglo de historia rioplatense.
Leemos en un trabajo dirigido por Félix Luna: “Aunque no estaba enferma, Mariquita presentía su final. A comienzos de octubre dejó su testamento y unos días después, el 23 de octubre de 1868, falleció. Su muerte enlutó a la sociedad porteña y un nutrido cortejo de familiares, amigos, políticos e intelectuales la acompañó hasta su última morada, el sepulcro de la familia Lezica, en el cementerio de la Recoleta”.
Vino al mundo en la época del Virreinato del Río de la Plata, cuando Buenos Aires había sido elevada a la condición de capital virreinal y habilitada como puerto para comerciar libremente con la metrópoli española. En su niñez fue testigo de los cambios urbanos: la inauguración de la Alameda, primer paseo público de la ciudad; la construcción de la Recova, como ámbito de comercio en la Plaza Mayor; las primeras experiencias del alumbrado público y tantísimas transformaciones más.
En 1801 se enamoró de su primo Martín Thompson. Sus padres se opusieron a esa relación. Era una época en que los padres determinaban el matrimonio de sus hijos, sobre todo de una hija. La mujer pasaba de su subordinación al padre a su subordinación al marido. El patriarcado era la norma de las familias, más aún de las familias de la elite. Pero Mariquita defendió con tenacidad su amor, acudió a la autoridad virreinal para que se le admitiese su libertad de elección de un marido. Es que si bien la familia era patriarcal, al mismo tiempo era un matrimonio, vale decir, un sacramento, y este requería del libre consentimiento de los contrayentes. En 1804 el virrey Rafael de Sobremonte permitió la boda de Mariquita con Martín y en 1805 se casaron. Tenemos aquí, en la elección de su primer marido, su primera transgresión.
Al año siguiente, en 1806, se produce la primera de las invasiones inglesas. “Mariquita, como la gran parte de la población de la ciudad, había sido sorprendida por la acción de los británicos”, observa Félix Luna. Y recuerda cómo describía Mariquita a las tropas criollas e inglesas:“[los criollos] ‘todos rotos, en caballos sucios, todo lo más miserable y más feo, con unos sombreritos chiquitos encima de un pañuelo atado a la cabeza’. Las tropas inglesas, en cambio, eran ‘las más lindas que se podían ver, el uniforme más poético, botines de cinta punzó cruzada, una parte de la pierna desnuda, una pollerita corta’”. Pero los Thompson participaron en la lucha contra los ingleses y luego, en 1810, veremos a Martín Thompson entre los revolucionarios de Mayo.
Obviamente, Mariquita no tuvo intervención en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, las formas políticas e institucionales de la época eran un coto exclusivamente masculino; sin embargo, en el ámbito del hogar, en las tertulias que se organizaban en los salones de las casas de las familias de la elite, encontraron las mujeres una forma de sociabilidad a través de la cual se insertaban en las luchas políticas de la época. El más famoso de los salones de la ilustración, las más famosas de las tertulias, fueron aquellas que organizó Mariquita en su casa de la calle Florida. En su salón, donde se debatía política, filosofía, letras y todas las novedades de la época, se cantó por primera vez el Himno Nacional Argentino, vale decir, la canción patriótica que anunciaba al mundo el nacimiento de una nueva nación.
En 1819 Martín Thompson, que había viajado en misión diplomática a los Estados Unidos y que había enfermado de locura, falleció en alta mar cuando se encontraba de regreso. En ese mismo año, Mariquita conoció a Jean Baptiste Washington de Mendeville, representante diplomático francés en el Río de la Plata. Se enamoró de él y rápidamente contrajo nuevo matrimonio. Y aquí tenemos una nueva transgresión de Mariquita. No vacila ante el nuevo amor, rompe rápidamente con su estado de viuda y se casa con un hombre siete años menor que ella. Cierto es que no fue feliz en su segundo matrimonio y de hecho se separó años después.
En 1820 es testigo de la crisis en la que se derrumbó el Directorio, última derivación política del proceso abierto por la revolución de 1810. La llamada “feliz experiencia” de la provincia de Buenos Aires, cuando esta trata de organizarse como un Estado liberal moderno a través de las reformas rivadavianas, encuentra a Mariquita entre las más firmes sostenedoras de la nueva realidad política y social.
En 1823 participa de la renovación cultural y educativa por medio de la Sociedad de Beneficencia, de la que fue su más firme sostenedora. Es que en esos años la reforma religiosa apuntaba, entre otros cambios, a sustituir a la Iglesia por la sociedad civil en lo que se refiere a lo que podríamos llamar la solidaridad social, lo que en la perspectiva de la Iglesia era la caridad de todo cristiano. Ahora, la Sociedad de Beneficencia asumía la responsabilidad de tener bajo su cuidado la educación de las niñas y huérfanos, la casa de niños abandonados, el hospital de mujeres, el auxilio a las viudas. En suma, se trataba de sustraerle a la Iglesia el control de la caridad, transformando a esta en responsabilidad social de una entidad civil. Nueva transgresión: aquí se horadaba una función tradicional de la Iglesia que se remontaba al antiguo régimen y se convertía a la sociedad civil, a las mujeres de la elite, en las depositarias de la “política social”.
En 1829 se inicia la época de Juan Manuel de Rosas. Los ideales de la Ilustración y del liberalismo han en gran parte sucumbido. La situación de Mariquita durante este gobierno fue tensa, la atmósfera cultural le resultaba opresiva. Se vinculó a los románticos. Su salón, siempre abierto a las nuevas ideas, hizo que el romanticismo encontrase en sus tertulias un ámbito de debate y reflexión. Como el gobierno de don Juan Manuel le resultaba asfixiante, se trasladaba periódicamente a Montevideo, donde vivía una de sus hijas. Este circular entre Buenos Aires y Montevideo era cambiar la ciudad donde dominaba el rosismo por otra donde se encontraban los emigrados, los opositores al gobierno del Restaurador. Cuando en 1852, tras la batalla de Caseros, sucumbió el gobierno de Rosas, le escribió a su hijo: “¡Juan, qué sorpresa te voy a dar! ¡Rosas ha caído! ¿Lo creerás? Yo tengo el pulso que me late como el corazón, y no sé lo que te puedo escribir. Cómo te contaré tantas cosas que aquí se oyen como en tumulto, que todos corren por las calles, repiques y cuetes, agitación y nada de detalle aún. Se han batido, Rosas a la cabeza, han peleado, gran mortandad (…) Yo no puedo escribirte y lloro y lloro de ver esto. ¡Tan patriota soy! ¡Ah, hijo, quiera Dios que te pueda hablar antes de morirme! ¡Qué cosas te diré! Si un día veo esta tierra de mis lágrimas constituida de un modo que su libertad quede asegurada, ¡qué contento será el mío!”, cita Félix Luna.
Los últimos años de Mariquita se corresponden con la época del Estado de Buenos Aires y de la Confederación Argentina, la reconstitución de la unidad nacional después de la batalla de Pavón, en 1861, y las presidencias de Mitre y Sarmiento. Con este último había tenido un entredicho en relación con el rol de la Sociedad de Beneficencia en la educación de las niñas y la defensa que el sanjuanino hacía de la enseñanza pública.
Fuente consultada:
Luna, F.(director) Mariquita Sánchez de Thompson. Planeta, Cartago, 1999.