Teodoro Géricault, un romántico temprano
- Por Miguel Ruffo
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Hoy se cumplen 200 años de la muerte en París de Théodore Géricault, pintor francés a un mismo tiempo prerromántico y romántico. Lo primero porque le tocó vivir en los años anteriores al Romanticismo y lo segundo por la incidencia de las pasiones en su vida y en su muerte. Un dato de color lo constituye la circunstancia azarosa que lo llevó a ser autor de obras que pasaron a formar parte del acervo cultural de nuestro país. Había nacido en Ruan en 1791.
Géricault estudio con Carle Vernet y con Pierre-Narcisse Guérin, pero fue ante todo un artista individual e independiente. Amaba los caballos y la pintura. Su arte le permitió representar a los primeros, tanto en la tela como en estampas, y así unir sus dos pasiones. Le tocó vivir años en que su Francia natal se veía sacudida por la revolución burguesa, por el desarrollo de las guerras napoleónicas y finalmente por la restauración de la monarquía borbónica. Es así como en su breve existencia presenció el ascenso al poder de la burguesía y por último el restablecimiento de la nobleza.
Al fallecer el pintor luego de una larga agonía provocada talvez por una combinación de una enfermedad infecciosa y sus frecuentes caídas de los equinos, Eugene Delacroix manifestó: “Hay que colocar entre las más grandes desgracias que el arte ha podido experimentar en nuestro tiempo la muerte del admirable Géricault. Derrochó su juventud. Era en todo exagerado. Sólo quería montar caballos enteros y alegres y elegía los más fogosos”.
Géricault y la Argentina
Por esos avatares del destino Géricault produjo obras que quedaron vinculadas al acervo cultural argentino. Se trata de un conjunto de litografías, para ser más precisos cuatro, cuyos tema son los retratos ecuestres del general José de San Martín y del general Manuel Belgrano y las batallas sanmartinianas de Chacabuco y Maipú. ¿Qué hilos se fueron entramando para que esto sucediera? Por entonces, en el Río de la Plata se luchaba por la libertad. Teníamos por un lado al Ejército de los Andes preparando la campaña libertadora a Chile y Perú; por el otro, al Ejército del Norte, que hacia 1816 se encontraba acantonado en Tucumán. El hombre del Ejército de los Andes era San Martín, el del ejército del Norte, Belgrano. Ambrosio Crámer, un subteniente que había prestado servicios militares en Francia, tras la derrota de Napoleón migró al Río de la Plata y prestó servicios en ambos ejércitos libertadores. Tuvo acción en la Batalla de Chacabuco y, al retornar a París, un amigo lo llevó al taller de Gericault a quien vio litografiar temas militares. De allí que surgió en Cramer la idea de encargarle al artista francés una estampas sobre lo que estaba aconteciendo en el Río de la Plata.
Examen de dos de sus obras francesas y de la serie argentina completa
En Oficial de Cazadores de la Guardia Imperial a Caballo, óleo sobre tela de 1812, hombre y caballo, cuál si fuesen un centauro, constituyen una unidad. La fogosidad del caballo y la destreza del jinete al montarlo nos invitan a rememorar a esos seres míticos mitad caballo y mitad hombre que poblaron la imaginación de los antiguos griegos. El caballo alza sus patas delanteras, las traseras parecen como desprenderse de la tierra, se tiene la sensación de que el caballo saldrá volando; pero nada amilana al jinete, con energía y con una sola mano, controla al fogoso caballo; todo denota la capacidad que tiene el jinete para controlar la animalidad del caballo. Si en los centauros se unen la razón (el hombre) y lo animal (el caballo), este oficial de Cazadores muestra destreza, es la razón humana capaz de domeñar las pasiones animales que también en el hombre anidan.
En La balsa de la Medusa, óleo sobre tela de 1819, unos náufragos agitan sus camisas llamando al barco salvador. Rostros desesperados de agonía están por doquier como testimonio de lo que han padecido como consecuencia del naufragio. Cadáveres que se agolpan contra las maderas de la balsa, la vida que no ha podido resistir. Tal vez parte de sus carnes fueron objeto de comida por algunos de los sobrevivientes. Las aguas quieren como consumir el último refugio. Son aguas que no dan tregua. Allí están para proclamar su dominio soberano. Es la soberanía del mar. Un cielo negruzco, encapotado, en el que se desplazan numerosos grupos de nubes, acentúa el dramatismo generado en la lucha por la supervivencia. Un personaje, cuál si fuese un pensador, parece como reflexionar sobre la tragedia vivida. Dolor, desesperación, angustia… Todos los sentimientos avasallantes están presentes en esta obra de Gericault de carácter testimonial, ya que representa una escena del naufragio de la fragata de la marina francesa Méduse, encallada frente a la costa de Mauritania el 2 de julio de 1816.
El General San Martín, litografía coloreada por el artista de 1819. Manuscrito al pie se lee: “Don José de San Martín. General en Xefe de los Exercitos aliados de Buenos Ayres y Chile”. Prestemos atención a esta imagen de época, por cuanto forma parte de aquellas que luego fueron vistas en Buenos Aires. Por un lado, eran parte de la cultura visual de la época y nos hablan del vínculo que tenían las imágenes con aquellas personas que las consumían. Recordemos que sobre una piedra litográfica podían imprimirse más de una litografía. Por ende, toda la serie que se hizo en base a esta piedra litográfica se tradujo en otras tantas imágenes que circulaban en los hogares de Buenos Aires. Por otro lado, no invitan a reflexionar sobre una de las formas en que el arte era consumido. Como el invento de la litografía permitió producir en cantidad, las imágenes se multiplicaban entre tantos consumidores como ejemplares habían sido impresos.
En cuanto al parecido del dibujo con el San Martín real debemos tener en cuenta que Cramer llevó consigo dibujos (grabados) que Nuñez de Ibarra había realizado de San Martín en 1817, los que conjuntamente con las descripciones que el subteniente francés le realizara al artista, constituyeron sus fuentes para el acto de la creación artística.
El General Belgrano, litografía coloreada por el artista de 1819. Manuscrito al pie se lee: “Dn Manuel Belgrano. General en Xefe del Exercito Auxiliar del Perú” (En la imagen que reproducimos la franja inferior donde va la leyenda está cortada). De la misma forma en que el retrato de San Martín se vio facilitado por las indicaciones de Crámer, el retrato de Belgrano también contó con esas palabras. En su trabajo sobre las litografías argentinas de Géricault, Bonifacio del Carril observa como “verdaderamente sorprendente el parecido que logró con otros retratos posteriores del general”.
Batalla de Chacabuco, litografía coloreada por el artista de 1819. Manuscrito al pie se lee: “Batalla de Chacabuco ganada sobre los españoles el 12 de febrero de 1817 por las tropas de Buenos-aires, mandadas por el capitán general Dn José de San Martín. Dedicado a los héroes de Chacabuco y Maipú”. En el centro de la composición aparece el general José de San Martín con el sable desenvainado, dirigiendo a sus hombres a la acción contra las fuerzas realistas. La centralidad de San Martín expresa que su estrategia como jefe militar es lo que permitió ganar la batalla.
Batalla de Maipú, litografía coloreada por el artista de 1819. Manuscrito al pie se lee: “Batalla de Maipú ganada sobre los españoles el 5 de abril de 1818 por las tropas aliadas de Buenos Ayres y Chile mandadas por el capitán general Dn José de San Martín. Dedicado a los héroes de Chacabuco y Maipú”. El general San Martín, en el centro de la escena y sobre un promontorio, recibe al general Bernardo O Higgins que por haber sido herido en Cancha Rayada no participó de la batalla de Maipú. Un grupo de prisioneros realistas está siendo llevado y presentado ante San Martín. La batalla ha concluido con el triunfo sanmartiniano. El sable desenvainado del Libertador está descansando. El triunfo ha sido obtenido.
Fuente consultada:
Del Carril, Bonifacio (1989). Géricault, las litografías argentinas. Buenos Aires, Emecé editores.